Pese a la nominación por defecto de American Horror Story en las categorías de miniserie o telefilme o la inclusión de productos como Houdini o Bessie, que dudo que debieran haber pasado el corte, este año la emoción viene dada por tres productos que se colocan en lo mejor del año en todas las categorías: Olive Kitteridge, The Honorable Woman y The Missing. Completa la categoría la serie histórica británica de rigor, Wolf Hall.
Ryan Murphy por “Monsters among us” de American Horror Story: Freakshow
Los capítulos introductorios de American Horror Story, y ya van cuatro, son el cebo que nos ponen Ryan Murphy y Brad Falchuk para que caigamos siempre en la misma trampa, que es ver la temporada, terminar odiándola (o casi) pero esperar ansiosamente a que empiece la siguiente. El primer capítulo de American Horror Story: Freak Show no iba a ser menos. “Monsters among us” cumple su función perfectamente: presenta la galería de personajes que van a poblar la temporada y sus personalidades, esboza los diferentes argumentos que van a desarrollarse en ella y además, y quizá es lo que mejor funciona en el capítulo, establece la atmósfera de Freak Show. Ryan Murphy, creador de la serie, se ha reservado la dirección de esta entrega y en su constante homenaje/plagio/refrito al género del terror en sus diferentes vertientes se ha remontado al más clásico, al de Tod Browning y James Whale, al que nos recuerda que los monstruos no tienen por qué tener un aspecto monstruoso para dar miedo, aunque a menudo lo tengan (como el Payaso Asesino, inspirado en John Wayne Gacy), que incluso los monstruos tienen motivaciones y que en todos nosotros puede existir esa dualidad, que aquí se presenta incluso en un mismo personaje, la mujer de dos cabezas interpretada por Sarah Paulson. Y sobre todo en una época, los años 50, en la que el mundo se dividía en nosotros y ellos, otra dualidad más. Y en medio de esta amalgama de referencias que suele ser AMH de repente aparece Fraülein Elsa y se marca una versión de Life on Mars, que alude directamente a ese “abraza tu lado friqui”, bandera del glam rock. Quizá sea el mejor primer capítulo de AHS; lo que es seguro es que es muy entretenido, que casi hace olvidar los errores pasados y que esta nominación es una justa recompensa.
Dee Rees por Bessie
Bessie Smith fue uno de esos personajes que se podrían definir como más grandes que la vida, y mucho me parece el tiempo que se ha tardado en acometer su biografía en cine. En los años 20 y 30, la “Emperatriz del Blues” fue la cantante más importante de este género, y la que sin duda más influyó en cantantes posteriores, y a su manera luchó por los derechos civiles de los afroamericanos en una época en la que la música que hacían se seguía viendo como algo anecdótico, y logró contratos discográficos que hasta entonces ningún otro afroamericano había logrado. La elección de Queen Latifah parecía obvia en un principio, pues esta ha grabado discos del jazz y su potente voz podría haber servido para emular la de Bessie Smith. Pero ni la protagonista ni los hechos que refleja la película parecen atrapar la grandeza de la leyenda del blues. Parece que lo único que le importa a la directora es mostrar su voracidad por todo: la bebida, la comida y el sexo son las tres patas en las que se apoya la historia, y la canción, el arte, es algo meramente anecdótico que sólo sirve para mostrar más de dicha voracidad. No sirve para que comprendamos cuál era el panorama musical de la época, ni cuál fue su relación con otros grandes de la época y mucho menos para escuchar buena música, ya que salvo un par de temas o tres, el resto aparecen cortados o difuminados (dejaré la crítica a la elección de Queen Latifah para cuando toque su categoría). Lo único que importa es que se acostaba indiscriminadamente con hombres y mujeres, que bebía más allá de lo normal en tiempos de la Ley Seca y que comía todo lo que se le ponía por delante (algo que además se justifica burdamente con flashbacks a su infancia, cuando su madre mantenía la comida cerrada con llave). Se habría esperado mucho más, más profundidad, más detalle, más desarrollo de los personajes, pero no. A Bessie Smith la vida se le quedaba corta y desde luego este telefilme mucho más.
Hugo Blick por The Honorable Woman
Las miniseries son el formato perfecto para contar algunas historias. Su expansión en varios capítulos permite un desarrollo mayor tanto de argumentos como de personajes, pero la limitación a unos cuantos capítulos también evita que estos se deformen y perviertan para perpetuar la serie en las parrillas televisivas una vez han conseguido una audiencia fiel y a menudo acrítica. Esta temporada, The Honorable Woman y Olive Kitteridge, cada una en su estilo, son el ejemplo perfecto, y a la vez dos de los mejores productos de la televisión reciente. La que nos ocupa en este párrafo, protagonizada por Maggie Gyllenhaal, bebe de la fecunda fuente del cine británico de espías en ritmo y tono, mezclado con las maneras del thriller actual, lleno de giros y reveses. A su favor juega sin duda que su director y guionista prefiera la tensión a las explosiones y que, aunque la historia avanza a buen ritmo, también concede tiempo a las conversaciones y los silencios, allanando el camino al trabajo de los actores, que van desentrañando la complejidad de sus personajes poco a poco. Hay un misterio, una desaparición, que más bien es una excusa para hablar de secretos y mentiras, y los saltos temporales y espaciales ayudan además a entender los grandes temas que trata: la confianza, la esperanza, la decepción, el resentimiento y la venganza se repiten y se heredan.
Uli Edel por Houdini
La vida del mago húngaro Harry Houdini, tan interesante como misteriosa, ha sido objeto de varios biopics (y algunos están por llegar). Éste, en formato de miniserie de dos capítulos y protagonizado por Adrien Brody (escogido seguramente por ser judío o por atraer al público cinéfilo, porque el parecido con el legendario escapista es escasito) está dirigido por Uli Edel, realizador alemán que en el año 1981 hizo una de esas películas marginales y míticas sobre el mundo de la droga, Yo, Cristina F y que después se ha dedicado casi exclusivamente al mundo de la televisión. Los principales problemas de esta miniserie proceden del guión, un guión cuyo defecto principal es una voz en off que manda sobre todo el resto y está tan omnipresente que casi anula todo lo demás y deja poco a la imaginación del espectador. Y con ese material, Edel hace lo posible. Aunque en muchos casos se habría agradecido un poco de sutileza por su parte (su ausencia es patente en el estilo Guy Ritchie en algunos tramos), lo que sí se le debe reconocer es que su entusiasmo y su sentido del humor (la preparación de los trucos, cómo ve a su madre en todas las mujeres después de su muerte, la visión llena de diversión del ayudante interpretado por Evan Jones o la decisión de imponer silencios en secuencias como aquella en la que el mago y su mujer han de afrontar que a veces los trucos fallan) evitan que la ubicua voz en off haga completamente insoportable la visión de Houdini y aportan algo de sutileza y ternura en contadas escenas. Quizá por eso se merezca la nominación, por no haber permitido que la miniserie sea un completo desastre.
Tom Shankland por The Missing
La desaparición de un niño de ocho años durante unas vacaciones familiares en Francia es el punto de partida de esta fabulosa miniserie británica protagonizada por uno de los actores más carismáticos de la televisión de ese país, James Nesbitt (al que con toda justicia se debería haber nominado, porque su trabajo aquí, como padre del niño desaparecido es sobresaliente, con esa manera de hacer que el espectador sienta el mismo dolor que el personaje sin utilizar recursos fáciles). Y uno de los puntos fuertes es desde luego la labor del director Tom Shankland, y ese tono de emociones contenidas, sin sensiblerías, y lo profundamente humano de sus personajes y su tratamiento de los sucesos. Y la tristeza abismal, enfatizada por esa iluminación gélida y los silencios. Escena memorable es el momento en que Olly, el niño, se pierde entre la multitud que ve un partido de la selección francesa en un bar. El padre avanza para llegar a la barra, el niño se suelta de su mano, pero no se da cuenta en ese instante. Esos momentos de pánico del padre, que todos hemos sentido alguna vez, pero que en su caso no terminan con el encuentro, y cómo Shankland y Nesbitt logran que nos metamos completamente en la piel del padre, ajenos al vocerío de los hinchas franceses y del ruido de la televisión a todo trapo quedarán, con otros igual de insoportables, como tramos de muy buen cine dentro de la producción televisiva de este año y ojalá sirva para que The Missing se lleve la estatuilla de mejor dirección a casa.
Lisa Chodolenko por Olive Kitteridge
Una de las gratas sorpresas de esta temporada de televisión ha sido esta miniserie protagonizada por Frances McDormand y Richard Jenkins y producida por la misma McDormand y Tom Hanks. Y sorpresa porque no es un producto típico de televisión. Con la textura, argumentos y forma de hacer más propias del cine indie o del europeo (en concreto del británico), esta historia sobre la vida diaria de un matrimonio a lo largo de tres décadas se ha impuesto en todas las quinielas, sobre todo gracias a la labor de su imponente actriz protagonista y a su directora Lisa Chodolenko. Y ninguna de las dos lo tiene fácil, aunque lo logran de la misma manera: introduciendo un sentido del humor sutil, irónico, relacionado con las cosas pequeñas y el valor que les otorgamos. Chodolenko compone la miniserie a base de nimiedades, de historias mínimas a modo de patchwork y logra que el resultado tenga sentido y alcance, prestando especial atención al detalle significativo, al conjunto de pequeñas cosas que perfilan nuestro carácter y conforman nuestra existencia, y a veces tornándolo en auténticas pinceladas de humor que alivian el ritmo, a veces excesivamente lento, de los sucesos. Estos detalles que con el tiempo se convierten en razones importantes para los personajes, unos personajes que salvo los principales y un par más salen y entran como en cualquier vida, aparecen y desaparecen, algunos sin dejar huella y otros marcándola para siempre, pero que mientras están se revelan con los mismos deseos, inquietudes, atascados en su complicada sencillez, con ansia de felicidad pero pocos intentos de conseguirla.
Peter Kosminsky por Wolf Hall
En cuanto a series históricas, los británicos llevan miles de millas de ventaja. Su alta calidad estética, opulencia, vestuario y ambientación nunca están reñidas con la calidad del guión ni la de la interpretación de los actores, ni mucho menos con el rigor histórico, aunque aquí éste tiene que luchar con el tratamiento folletinesco de los sucesos en la corte. Wolf Hall tiene todo esto, y además es muy entretenida, pero quizá la dirección de Kosminsky no sea la mejor de sus cualidades. Si duda está grabada con gusto y de manera muy eficaz, y deja la historia clara (a pesar de que no se entiendan las motivaciones reales de Thomas Cromwell, con esos cursilones flashbacks a su infancia) pero es un poco prosaica y estática tratándose de la historia que trata y de las seis horas, al cabo de las cuales se nota cierto tufillo rutinario, como en las conversaciones fundamentales entre los personajes, que siempre están rodadas en primeros planos e iluminadas con luz de velas, o el hecho de que haya escenas en las que lo único que parece que se mueve son los ojos del magnífico Mark Rylance.
Ganará: Lisa Chodolenko por Olive Kitteridge
Debería ganar: Tom Shankland por The Missing