Pocas cosas le gustan más a la Academia que rescatar a viejas leyendas de Hollywood que, después de años de ausencia o simplemente de carreras descacharrantes, vuelven al redil. No siempre se terminan llevando el Oscar -que se lo pregunten a la pobre Lauren Bacall- pero si su reaparición contiene componentes de nostalgia como este regreso de Rocky (tres estatuillas en 1976, incuyendo mejor película), es casi imbatible. Mala suerte para el resto de candidatos, actores de primerísima fila todos ellos que poco pueden hacer. Sólo el mítico intérprete de Shakespare Mark Rylance puede torcer un destino que, como en las mejores tragedias, parece forjado a favor de Sylvester Stallone.
Christian Bale por La gran apuesta
Ahí donde lo vemos, Christian Bale (3 nominaciones, 1 Oscar) también puede ser un actor cómico. El que ganase una estatuilla hace ya cinco años por adelgazar hasta el extremo (aunque no tanto como para El maquinista) y meterse en la piel de un exboxeador venido a menos en The Fighter y volviese a estar nominado por justo lo contrario, engordar, para La gran estafa americana, regresa ahora a la alfombra roja sin la mano de David O. Russell sosteniéndole y con un personaje más cómico que dramático. Pese a no competir contra Matt Damon, que fue quien se le derrotó en el Globo de Oro al mejor actor de comedia– las posibilidades de Bale no aumentan lo más mínimo en el año en el que todo el mundo habla de que puede ser el de Sylvester Stallone. Puede que no se lo lleve, pero la de Bale en La gran apuesta es, sin duda, una de las mejores actuaciones de su carrera. Y ha tenido muchas. Aquí es un excéntrico médico metido a consultor financiero que descubrió con agudeza, ingenio y una pizca de perspicacia darse cuenta de lo que nadie vio o no quiso ver, la crisis que se venía encima. Bale construye un Michael Burry lleno de tics, con ciertos problemas para las relaciones sociales, tremendamente inteligente e irónico del que todos se ríen y no porque solo tenga un ojo, como el mismo decía en su perfil en busca de citas, sino por lo extravagante de sus ideas. ¿Cómo iba a estallar la burbuja de las subprime? No solo lo hizo, sino que él lo vio y se hizo millonario. Bale capta la esencia de un personaje real retraído, acostumbrado a ver el mundo desde fuera, obsesivo e incomprendido y lo hace encajando a la perfección en una película coral en la que el tono es de comedia. El verdadero Burry ha dicho de él que ha sido uno de sus mejores alumnos. M.J. Arias
Tom Hardy por El renacido
Aunque la carrera cinematográfica del londinense Tom Hardy (primera nominación) arrancó hace ya quince años con un papel anecdótico en Black Hawk derribado, no fue hasta 2010 cuando empezó a encadenar proyectos realmente interesantes: desde Origen, de la mano de Christopher Nolan, pasando por El Topo o Warrior hasta el papel que lo terminó de lanzar al estrellato, el de Bane en El caballero oscuro: La leyenda renace, de nuevo a las órdenes de Nolan. La fuerza desmedida y el vigor demostrados como el antagonista de Batman contrastaron con el que, hasta hoy, supone uno de sus mejores papeles, el de Locke un año después en la cinta de Steven Knight. Hardy ya había demostrado que, tras su rudo aspecto, se encontraba uno de los talentos más versátiles de los últimos años. 2015, definitivamente, ha sido su año. Tras el rotundo éxito de Mad Max: Furia en la carretera, Hardy consigue su primera nominación al Oscar gracias a su John Fitzgerald en El renacido, actual favorita de cara a la gran noche del cine de Hollywood. Hardy vuelve a situarse en la posición de antagonista, en este caso su papel consiste en hacerle la vida imposible a Hugh Glass, el personaje de DiCaprio. Hardy vuelve a hacer alarde de portento físico y presencia escénica. No son muchos los que saben colocarse delante de la cámara con la fuerza que imprime sobre Fitzgerald, actuando siempre desde las entrañas y provocando el desprecio más absoluto en el espectador. Con bastante seguridad, no será su noche, pero la Academia ha querido dejar claro que ya se ha dado cuenta del talento que tiene y, por descontado, le volveremos a ver peleando en esta batalla. Alan Dameron
Mark Ruffalo por Spotlight
De las seis nominaciones que ha conseguido Spotlight, dos son por interpretaciones de reparto. Digámoslo sin rodeos: es muy difícil que la magnífica película de Tom McCarthy sobre los casos de abusos sexuales en la Iglesia destapados por el Boston Globe se anote ninguno de los dos premios. El conjunto es demasiado coral para que alguno destaque, de ahí el SAG al mejor reparto. No hay transformaciones físicas ni escenas dramáticas desgarradoras. Mark Ruffalo (3 nominaciones) tiene un pequeño momento de lucimiento cuando su personaje, ese Michael Rezendes de origen portugués cuya vida (llamémosle así) privada alcanzamos a leer entre líneas, se enfrenta a su editor, interpretado por Michael Keaton, para publicar el reportaje cuanto antes con el fin de evitar que haya más abusos. Conversaciones de redacción, presiones de despacho. Tiempos. De eso va Spotlight. Ruffalo es de esos actores que siempre están bien pero le falta hacer ese papel de relumbrón que agarre por las solapas a los académicos. Esta es la tercera vez que opta al Oscar de reparto: la última fue hace solo un año por Foxcatcher y la primera en 2010 por hacer del donante de esperma de Julianne Moore en Los chicos están bien. Repetimos: él siempre está bien. Pero siempre tiene enfrente a un Christian Bale, un J.K. Simmons… o un Sylvester Stallone que se lleva el aplauso final. Bernardo Pajares
Mark Rylance por El puente de los espías
Puede que Mark Rylance (primera nominación) sea una cara nueva para los cinéfilos de todo el mundo a pesar a contar ya 56 primaveras. Pero ni mucho menos es un novato en el mundo de la interpretación. Rylance es en realidad toda una institución del teatro británico: como gran actor shakespeariano (“Dice el texto Shakespeare como si se lo hubieran escrito para él la noche anterior”, dijo una vez Al Pacino) fue el primer director artístico en la resurrección del Teatro del Globo y en su larga trayectoria como actor figuran montajes de todos los tamaños y colores. Tiene dos premios Oliver por Mucho ruido y pocas nueces (1994) y Jerusalén (2010) y dos Tonys por Boeing Boeing (2008) y el transfer estadounidense de Jerusalén (2011). Steven Spielberg ya intentó contar con él para El imperio del sol pero prefirió seguir con su carrera teatral. Ahora, tras haberle visto en un montaje de Noche de reyes por recomendación de Daniel Day Lewis, Spielberg volvió la carga tentándole con el fascinante personaje de un espía soviético atrapado en el Nueva York de los años 50. En un ejercicio de filigrana interpretativa, Rylance hace transparente a un personaje aparentemente frío, casi autómata. Puede que su Rudolph Abel sea parco no sólo en palabras sino también en gestos, y sin embargo el espectador logra empatizar con él, asomarse a su vacío y al negro porvenir de un hombre atrapado entre un mundo que le desprecia y otro que le utiliza. Es una verdadera lástima que Sly se haya cruzado en su camino, porque un Oscar haría perfecto juego en la estantería de Mark Rylance. Fernando de Luis-Orueta
Sylvester Stallone por Creed. La leyenda de Rocky
A pesar de los años y las modas, todo parece indicar que Sylvester Stallone (3 nominaciones) va a repetir en esta edición esa -llamémosla- circunstancia excepcional de 1976 que aún cabrea a cinéfilos de medio mundo, cuando Rocky ganó el Oscar a mejor película frente a Taxi Driver y Todos los hombres del presidente. La interpretación del veterano héroe de acción en Creed no es desde luego la mejor del quinteto, ni mucho menos, aunque sea la mejor de su filmografía. Quizá lo mejor que se puede decir de él es que por fin se deja de sonrisitas de medio lado y acepta su edad y su condición física real. Su personaje es el mismo de la franquicia del boxeo, Rocky Balboa, que, ocupando el antiguo puesto que en las tres primeras películas de Rocky interpretaba Burgess Meredith (incluso parafraseando sus perlas de sabiduría de perro viejo), entrena al hijo de su viejo rival, Apollo Creed. Stallone camina vencido, con el orgullo de un oso herido, con la misma gravedad, aunque se las apaña para sacar resquicios de ilusión gracias a este inesperado pupilo. Su interpretación resultará conmovedora para nostálgicos de esa épica pugilística, pero la nominación en esta categoría debería bastar como reconocimiento a su papel en la película y a toda su carrera. María Pérez
Ganará: Sylvester Stallone por Creed. La leyenda de Rocky
Debería ganar: Mark Rylance por El puente de los espías
Molaría que ganase: Mark Ruffalo por Spotlight