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Fallece Liz Taylor a los 79 años

20110323LIZINTLa actriz Elizabeth Taylor acaba de fallecer a los 79 años en el hospital Cedars-Sinaí de Los Ángeles (EE UU), rodeada de todos sus hijos, Michael Wilding, Christopher Wilding, Liza Todd y Maria Burton. La actriz y leyenda de Hollywood llevaba unos años en delicado estado de salud, y había sido ingresada recientemente por problemas del corazón.

Dame Elizabeth Rosemond Taylor nació el 27 de febrero de 1932 en Hampstead (Inglaterra) en el seno de una familia estadounidense afincada en Reino Unido, debido a lo cual tenía la doble nacionalidad. A los siete años, toda la familia regresó a EEUU para evitar hostilidades durante la Segunda Guerra Mundial, primero a Nueva York para instalarse definitivamente en Los Ángeles. Allí se empezaron a relacionar con la alta sociedad, y sobre todo con Andrea Berens, prometida de Cheever Cowden, que por entonces era presidente de Universal Pictures. La singular belleza de la niña (debido a una mutación genética tenía doble fila de pestañas, lo cual resaltaba uno de sus rasgos más atractivos, que era su mirada) le valió un contrato con la compañía en 1941.

Su carrera cinematográfica empezó con There’s One Born Every Minute, la única película que hizo con la Universal; tras ella, el jefe de producción del estudio revisó su contrato y ordenó su inmediata rescisión argumentando que “no podía cantar, ni bailar ni actuar. Y además, su madre es una de las personas más insoportables con las que he tenido la desgracia de tratar”. No obstante, unos meses después, la niña era contratada por la Metro-Goldwyn-Mayer para aparecer como Priscilla en La cadena invisible, primera película de la perrita Lassie, en la que Liz conoció a Roddy McDowall, al que le unió una relación de amistad hasta la muerte éste en 1998.

Tras La cadena invisible, la MGM se la prestó a la 20th Century Fox para hacer Jane Eyre, y volvió a Inglaterra para rodar Las rocas blancas de Dover junto a McDowall. El estrellato le llegó a los doce años con Fuego de juventud, en el que interpretaba a una joven que entrena a su caballo para ganar el Grand National, y que protagonizaba junto a Mickey Rooney y la debutante Angela Lansbury. Desgraciadamente, aunque la fama le llegó con esta película, una caída del caballo en el rodaje le acarreó un grave problema de salud que le afectó durante toda su vida.

Elizabeth Taylor rodó sucesivos éxitos que fueron afianzando su carrera y le valieron el apodo de “One-Shot Liz”, porque normalmente la primera toma que hacía de una escena era la válida. Su filmografía como adolescente terminó en 1949 con otro título memorable: Mujercitas (Melvyn LeRoy). Justo después, embarcó hacia Inglaterra para rodar allí Traición, con Robert Taylor, un auténtico éxito de taquilla de la época, aunque el público parecía no aceptar demasiado bien el paso de niña a mujer de Liz. El batacazo de crítica y taquilla que supuso The Big Hangover, junto a Van Johnson, se remontó con las comedias románticas El padre de la novia (1950) y El padre es abuelo (1951), ambas dirigidas por Vincente Minnelli, en las que compartía pantalla con Spencer Tracy y Joan Bennett, pero Un lugar en el sol fue la película que dio el pistoletazo de salida a su carrera como memorable actriz dramática. Esta cinta, dirigida por George Stevens, y con su gran amigo Montgomery Clift como coprotagonista, es un auténtico clásico y una de las más recordadas de su filmografía.

Una serie de películas insatisfactorias para ella, en las que su papel casi se limitaba a impresionante belleza que tiene que servir de apoyo al personaje masculino principal (aunque incluya títulos tan conocidos como Ivanhoe, Beau Brummell o La última vez que vi París), no hicieron más que aumentar su deseo de conseguir papeles más jugosos. Éstos llegaron después del éxito de Gigante (George Stevens, 1956), y con ellos sus primeras nominaciones a los Oscar como mejor actriz principal: El árbol de la vida (Edward Dmytryk, 1957; con Montgomery Clift), La gata sobre el tejado de zinc (Richard Brooks, 1958, con Paul Newman), y De repente el último verano (Joseph L.  Mankiewicz, 1958, con Montgomery Clift y Katharine Hepburn). Por fin en 1960 se llevó la estatuilla a casa por su interpretación en Una mujer marcada (Daniel Mann), en la que compartía protagonismo con su entonces marido Eddie Fisher. En 1963, Liz Taylor se convirtió en la actriz mejor pagada de su época cuando firmó un contrato de un millón de dólares con la 20th Century Fox para protagonizar Cleopatra. En el rodaje conoció al amor de su vida, el actor británico Richard Burton, que encarnaba en la película a Marco Antonio. El romance tuvo mucha repercusión en los medios de comunicación de la época, porque ambos actores estaban casados.

20110323lizint2Ahí se inició una etapa en la que la actriz se hizo tan famosa por su trabajo, en gran parte del cual aparecía con su ya marido Richard Burton ―entre otras, en Quién teme a Virginia Woolf (Mike Nichols, 1966), por la que ganó su segundo Oscar, La mujer indomable (Franco Zeffirellli, 1967), Doctor Faustus (codirigida por Burton en 1967), o Los comediantes (Peter Glenville, 1967)― como por sus apariciones en la prensa rosa y amarilla.
 
Podría decirse que con Reflejos en un ojo dorado (John Huston, 1967), que la emparejó Marlon Brando (que sustituía a Montgomery Clift, muerto un mes antes de empezar la producción), fue el principio de su decadencia artística, aunque su carrera en la pantalla grande no se extinguió definitivamente hasta 1980 con El espejo roto (Guy Hamilton). Desde ese año y hasta 2001, tuvo algunos papeles en series (incluso en Los Simpson, como voz de Maggie Simpson) y telefilmes y en Broadway. La última década de su vida la consagró, cuando su frágil salud se lo permitía, a causas humanitarias como la lucha contra el sida. De hecho, la última vez que se subió a un escenario fue en diciembre de 2007 junto a James Earl Jones, en una función benéfica de Love Letters, de A.R. Gurney.