'Invansor' y los problemas con la verdad

‘Invasor’ de Carpalsoro y los problemas con la verdad

'Invansor' y los problemas con la verdad

Aunque no lo parezca, la guerra de Irak no es un tema frecuentado aún por el cine español. Invasor, de Daniel Carpalsoro, rompe moldes en ese sentido, y no es el único en el que lo hace. Cuenta la historia de Pablo (Alberto Ammann) médico del ejercito en el conflicto bélico junto a Diego (Antonio De la Torre) que se ve involucrado en un ataque insurgente y está a punto de morir. Cuando despierta, ya en España junto a su mujer (Inma Cuesta), no recuerda exactamente cómo logró escapar hasta ponerse a salvo, ni que le causó sus heridas. Pronto, comenzará a sospechar que la versión oficial no es del todo cierta, que hay algo que no le cuentan. Y decide desentrañar la verdad. 
 
Hay dos partes bien diferenciadas en Invasor. Una es la iraquí, contada mayoritariamente en flashbacks, con fuerza y tremendamente creíble (pese a estar rodada, en realidad, en las Islas Canarias). La otra es la española, rodada igualmente de manera sensacional, pero que a mí me presenta dudas. Para hablar de ellas no tengo más remedio que entrar en spoilers en el siguiente párrafo (Por cierto, ¿para cuando una traducción española de spoiler?)

La parte ambientada en España es un thriller conspiratorio con el gobierno español a la caza y captura del protagonista. Algo que estamos muy acostumbrados a ver en el cine norteamericano, pero aquí aún se hace extraño. A veces la credibilidad se resiente; no ayuda que nuestro protagonista esté en busca de LA VERDAD (así, con mayúsculas) de forma obsesiva, cuasi mesiánica; y que en este contexto de conspiraciones y agentes del gobierno malvados, cualquier frase que suene un poco artificial se vuelve contra la historia y desmonta la ilusión (difícil de sostener) de una trama como esta. Pero hay que agradecer que Invasor se adentre en estos derroteros, también muy poco frecuentados por nuestro cine, y que llegue a rozar (o directamente forme parte de) el cine de acción.

Cuanto más compre uno la parte de thriller de la película, más la disfrutará. Y la puede disfrutar, mucho. Técnicamente, es irreprochable. La factura es espectacular y consigue que te creas por igual una emboscada en la guerra de Irak, una huida en lancha motora o una persecución en coche por las calles de la Coruña. Es una película de 3 millones de euros que parece mucho más cara y, además de entretener, tiene algo que decir: Sobre el ejercito, la obediencia a las normas, lo que significa ser un héroe y un traidor. 

'Invansor' y los problemas con la verdadTodo está en el tráiler

A veces, los trailers, más que ayudar a promocionar una película, son su peor enemigo. Es el caso de Sinister, la historia de un escritor (Ethan Hawke) que se muda con su familia al lugar dónde se cometió un macabro crimen (Del que quiere escribir un libro) en el que fue ahorcada… una familia entera. Si esto no parece la mejor idea del mundo, se revelará como aún peor cuando el protagonista encuentre unas latas de cinta súper 8 en el ático (dónde si no), con siniestras grabaciones: del asesinato de la familia en cuestión… y de otros similares.

Toda está información se da en el trailer… Y mucha más. Demasiada. No sería capaz de decir si Sinister es previsible o es que ya me habían contado todo lo que iba a pasar. Por si eso fuera poco, las promos tampoco juegan limpio con el tono: en realidad no se trata de una película de terror (apenas hay sustos y todos están… en el trailer), sino más bien de un misterio rodeado de atmósfera escalofriante (las películas caseras son un monumento al mal rollo). Un misterio que va despacio, sin que realmente ocurra gran cosa, porque quiere construir y construir hasta llegar a la gran revelación final… que se puede deducir, sí, en el trailer.

Es además una construcción laboriosa, a la que quizás le sobran veinte minutos; pero que se lleva bien por la susodicha atmósfera, algún secundario (ese policía más bien bobalicón fan del protagonista) y sobre todo por un Ethan Hawke estupendo, con su chaqueta de lana dos tallas más grande, su barriguita incipiente de padre de familia, y esas reacciones completamente creíbles (y humanas) a todo lo que le pasa. Aunque en realidad, no sea para tanto. Y esté todo, claro, en el trailer.   

'Invansor' y los problemas con la verdadUn atmósfera fascinante

En atmósfera, pocas películas del festival pueden superar a Berberian Sound Studio, la opera prima del inglés Peter Strickland. En ella, un técnico de sonido, Gilderoy, (Toby Jones) viaja a Roma a trabajar en la posproducción de un giallo setentero. Allí se encuentra aislado, rodeado del equipo italiano de la película, gente tan extraña y diferente para él como ese film sobre brujas que uno adivina lleno de desnudos y sangre gratuitos.

Digo adivina porque nunca vemos un solo fotograma. Es parte de la fascinación que ejerce Berberian Sound studio: observamos trabajar a Gilderoy, crear los sonidos de las secuencias, pero nunca éstas. Resulta más fascinante de lo que parece, y debe serlo para mantener nuestra atención, porque no hay historia per se. Sí, el protagonista se ve más afectado día a día por el film en el que trabaja, pero ésta no es una película narrativa convencional: es una colección de momentos excelentemente rodados (y sonorizados) que resultan más o menos inquietantes, un ejercicio de estilo para fans del giallo que no quieran ver un giallo sino una película de arte y ensayo que, dependiendo de la predisposición de uno, le puede llegar a hipnotizar.

'Invansor' y los problemas con la verdadTerror minimalista

También de la atmósfera depende The Last Will and Testament of Rosalind Leigh, opera prima de Rodrigo Gudiño, pero en este caso parece ser más bien una cuestión presupuestaria. Trata sobre Leon (Aaron Poole), que vuelve a la casa de su madre (voz de Vanessa Redgrave) tras la muerte de ésta. Rosalind era una mujer ultra religiosa y estaba empeñada en que Leon también creyera en el más allá… 

Esto es todo: una casa, un actor (hay otros que prestan su voz pero nunca vemos su cara), una noche. Es muy difícil mantener el interés con tan pocos elementos, y al principio parece que The Last Will and Testament of Rosalind Leigh puede conseguir lo (casi) imposible: hay ruidos extraños, silencios inquietantes, y tensión. 

Pero al rato la atmósfera no es suficiente: hace falta que la historia crezca. Y lo hace de forma barroca, casi tanto como la decoración de la casa de Rosalind (por supuesto, los cientos de esculturas que tiene, desde lo tribal a lo religioso, son todas de poner los pelos de punta). Hay peligrosos animales salvajes, vírgenes vivientes y sueños esotéricos, pero no parece que haya una línea clara sino una serie de elementos que se acumulan con la intención de llegar a un final en el que no entendemos muy bien que es lo que ha pasado. Al menos yo.  

A algunos eso les gustará: da para teorizar más tarde. E incluso verán en ello una apuesta encomiable por no querer dar al espectador todas las respuestas y dejar que el mismo conteste las preguntas. Pero en este caso, yo creo que se trata más bien de confusión narrativa, de que la película no ha conseguido un objetivo que a pesar del presupuesto bajo tenía ambiciones en el fondo muy grandes: Hacer cine de terror puro casi minimalista, con una casa, un actor, una noche. Seguramente, había que intentarlo.