La sesión del viernes de Fimucité, el Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife, deparó un encuentro extraño y divertido: una sesión doble en la que el exquisito Bruno Coulais y el rimbombante Bear McCreary ofrecieron al público su música y sus formas diametralmente opuestas de entenderla.
Previo al doble concierto en el Auditorio, los compositores celebraron sendos encuentros con el público en los que hablaron de su obra. La participación del jovencísimo Bear McCreary -31 años en este sector no es nada- estuvo totalmente centrada en Battlestar Galactica, en la que ha trabajado con varios familiares y amigos a los que también se ha traído a Tenerife: su novia, Raya Yarbrough, que hace las voces; su hermano menor Brendan, que toca la quitarra y también canta; y Steve Bartek, guitarrista y orquestador no sólo de McCreary, sino también de Danny Elfman. Todos coincidieron en destacar la ocasión única del concierto de la noche: estreno de la Battlestar Galactica Symphony, un arreglo de la música de la serie para banda de rock y orquesta sinfónica.
Y, en efecto, la banda de McCreary y la Orquesta Sinfónica de Tenerife ofrecieron un espectáculo apabullante a base de música vacía y rimbobante. Ni rastro del romanticismo de John Williams en Star Wars o de los tintes poéticos -¿filosóficos?- de Jerry Goldsmith en Star Trek. A cambio, un derroche cuerdas y, sobre todo, de percusión -ocho percusionistas más el batería de la banda-. Es cierto que la ecualización del grupo de rock se comía muchas veces a la orquesta o que el hecho de que McCreary dirigiera dando la espalda a la banda causara varios problemas de sincronía entre unos y otros. Pero poco importó. Como música es un cero a la izquierda, como diversión resulta un espectáculo arrollador.
Pero bien es cierto que la categoría musical venía de otra mano y de otras latitudes: Bruno Coulais, uno de los grandes compositores europeos, compartió su peculiar forma de trabajar. Para Coulais, que odiaba el cine de pequeño, la música y la imagen han de ser fieles entre sí pero no estar sincronizadas, como ya defendía Bernard Herrmann. El francés establece así un diálogo entre imagen y melodía que profundiza en la narración y lleva al espectador a otro nivel de profundización en la historia.
La selección de Coulais para el concierto dejó a un lado obras más populares como Los chicos del coro o Los mundos de Coraline y se centró en sus trabajos para varios documentales, que fueron los que le abrieron la puerta de la fama: Microcosmos, Himalaya y Océanos. Tres composiciones equilibradas, sutiles, de una complejidad en las antípodas de McCreary, que fueron interpretadas bajo la batuta de Diego Navarro, director de Fimucité. La música de Coulais no requiere de la pantalla para captar la vida de las células, viajar a las nieves del Himalaya o describir la quietud del fondo marino. Al término del concierto, Coulais recibió el Fimucité Green Award, patrocinado por el Climate Project de Al Gore, en reconocimiento a su labor por la defensa del medioambiente con sus trabajos para estas películas.
La cuarta edición del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife termina esta noche con un concierto homenaje a Alex North y a la colaboración entre Steven Spielberg y John Williams.