‘Hablar’: Madrid, radiografía en plano secuencia

El Festival de Málaga se atreve a inaugurar este año con una cinta fuera de lo común: Hablar, el reto interpretativo y logístico firmado por Joaquín Oristrell con el auspicio de Cristina Rota es una propuesta que adolece de sí misma en niveles técnicos, pero que resulta, en su esencia, un divertimento sorprendente con reflejos de actualidad. La premisa es sencilla: un barrio, Lavapiés; y un nutrido grupo de actores que, a lo largo de 80 minutos interactúan entre sí entrecruzando las diversas historias de un amplio abanico de personajes variopintos en un único plano secuencia sin artificios en una noche de agosto.

A priori, un ejercicio tan marciano como estimulante para abrir el certamen que deja buen sabor de boca. Como tal, una producción de génesis tan atípica tiene algún desafine, ya no solo técnico, que también, si no incluso también en los textos, las situaciones y la impostura forzada de algunos de sus pasajes por significar algo más allá de lo que se en pantalla: la necesidad de trascender más allá del ejercicio de divertimento interpretativo. Una necesidad que a veces encaja y otras no tanto, pero que se salvan por lo efímero y anecdótico de los propios segmentos, breves, concisos, certeros y que no pretenden más que servir de ejercicio para todo el equipo que lo compone delante y detrás de la cámara, y, de paso, rescatar alguna sonrisa del espectador.

El idealismo, la nueva política, la crisis, la rabia contra el sistema, el trabajo precario, la inmigración, la amistad, la pareja, las confesiones, los reencuentros, la seducción… todos estos temas, tan dispares se dan cita en Hablar, una secuencia de historias sobre la necesidad de comunicarse con un reparto formado por conocidos actores (Juan Diego Botto, Raúl Arévalo, Marta Etura, Miguel Ángel Muñoz, Sergio Peris-Mencheta, María Botto, Goya Toledo, Antonio de la Torre, Mercedes Sampietro, Secun de la Rosa, Nur Levi, Melani Olivares, Álex García, Goya Toledo, Mercedes Sampietro, Petra Martínez, Juan Margallo….) que se complementan con desconocidos intérpretes de la escuela de Cristina Rota para conformar un mosaico de situaciones que retratan a personas, retratan a un barrio y por extensión (aunque no siempre acertada), a un país con un Madrid asolado por el verano y unos personajes marcados por la incomunicación.

El apartado técnico, por su parte, salva los muebles al establecer unas normas y unos códigos totalmente alejados de la realidad y forzando la sensación de ejercicio singular sin ánimo de apegarse a un punto de vista fiel a la realidad o documental de cualquier tipo. Desde los primeros movimientos de cámara todo esta claro: estamos viendo escenas cotidianas en un barrio del centro de Madrid en una calurosa noche de agosto. Sin más. Así pues, todo el apartado de cámara está encomiablemente coreografiado y fotografiado de forma astuta sin poder evitar que, en algunos momentos, salte algún resorte que nos haga despistar la atención de la acción, pero, de nuevo, su estructura episódica y las historias nos hacen entrar de lleno a ser cómplices de la narración.

En definitiva, y con todo lo arriesgado de la propuesta, Hablar es un cumplidor ejercicio de exhibición técnica e interpretativa que, con mayor o menor suerte según su segmento, consigue armar un conglomerado de escenas bien resueltas que resulta un divertido ‘quién es quién’ para el espectador y que deja un buen sabor de boca. Un buen plato para abrir una sección oficial que se promete más incógnita de lo que a priori parece. Esperemos equivocarnos.