Kore-eda profundiza en los lazos familiares en ‘De tal padre, tal hijo’

Mientras arrancaba la competición en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, en la sección de Perlas se ha podido ver, entre otras, la última obra del japonés Hirokazu Koreeda, Like Father, Like Son, ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes.
No es extraño en absoluto encontrarnos con una cinta japonesa cuyo hilo conductor sea la familia, puesto que es uno de los temas más trabajados en el cine procedente de este país. Los nipones sienten auténtica fascinación por la familia, por qué puesto ocupamos en ella y por las responsabilidades que esto conlleva.
En el caso de la última cinta de Kore-eda, el director nos presenta una familia modelo formada por Ryoata, un joven y exitoso arquitecto, su mujer y su hijo de seis años, un joven al que se le ha educado para ser consciente en todo momento de sus responsabilidades en la vida. Este idilio terminará en el momento en que a Ryoata y su mujer se les notifique que el hospital donde tuvieron a su hijo intercambió a su bebé por otro y han estado criando a un muchacho que no es su hijo biológico.
Kore-eda profundiza en esta historia reflexionando sobre las figuras familiares desde sus raíces, preguntándose qué es lo que nos hace pertenecer a nuestra familia y hasta qué punto está relacionado con un lazo consanguíneo. Y lo hace ayudado de dos figuras paternas radicalmente opuestas que ha sabido reflejar con mucho acierto: la del padre obsesionado por el éxito de su hijo y la de aquel centrado en exclusiva en su felicidad. Kore-eda parte así de una historia esencialmente infeliz y dolorosa para después decidir contarla de forma tan ligera que la complicidad con el espectador se llega a ver reflejada en más de una carcajada.
El Velódromo esta noche se vestirá de gala para albergar el estreno de Zipi y Zape y el club de la canica, la ambiciosa adaptación de los clásicos personajes de Escobar que, en esta ocasión, se desprenden del universo y el tono que les dio la fama en los tebeos para embarcarse en una aventura infantil con un ritmo y una factura de gran calidad.
Los gemelos Zipi y Zape son internados en el Esperanza un correccional donde no se permite a los niños jugar con juguetes para aleccionarlos y reeducarlos en el estudio y las buenas maneras, lo que les anima a crear un club subversivo contra las normas: el club de la canica. Con esta premisa y un reparto más que solvente, la película se presenta como el perfecto entretenimiento infantil de la temporada, con aventuras trepidantes por los pasillos y los laberintos del colegio, y un regusto ochentero aventurero que recuerda a Los Goonies en fondo y a películas infantiles más recientes, como la saga Harry Potter en su forma. La película infantil de la temporada.
Ayer también se pasaba la última película de Terry Gilliam, que tras cosechar críticas negativas en su paso por Venecia, anoche confirmó en un pase a medio gas que los rumores eran ciertos y The zero theorem hace aguas ya desde su comienzo en una historia básica y rudimentaria disfrazada complejidad tecnicista que, no solo acaba siendo previsible, sino que discurre tediosa por dos horas y cincuenta minutos excesivos.
Como le ocurren a muchos trabajos de Gilliam en el último tramo de su carrera, argumentalmente no interesa en absoluto, mucho menos frente a la apabullante dirección artística, vestuario y peluquería, que de extravagante y desnortada eclipsa el interés de la historia. Fallida, como poco.