Cesc Gay pone el listón muy alto con ‘Truman’

La segunda jornada del Festival de San Sebastián –o, por ponerlo más dramático, la primera de la competición oficial- pone el listón muy alto para lo que resta de certamen. Truman, de Cesc Gay, es la crónica luminosa de una despedida con dos actores que no necesitan diálogos para decir el guión; y Sunset Song, de Terence Davis, un bellísimo relato de la juventud de una mujer escocesa a la que la vida zarandea sin descanso. Ambas –sobre todo la primera- están ya en las quinielas del palmarés final. La terna del día la ha completado Evolution, de Lucile Hadzihalilovic, una cinta de género no apta para todos los paladares.

Bien podría enmarcarse a Cesc Gay en una corriente imaginaria de la que formarían parte otros realizadores tan geográficamente distantes entre sí como Alexander Payne o Hirokazu Kore-eda, cineastas que se esfuerzan por aprehender en sus películas retales de la vida corriente, que es al fin la que más nos toca porque es la que mejor reconocemos.

Después de haber filmado instantes de las vidas pequeñoburguesas de un grupo de treintañeros con En la ciudad, Gay venía explorando otras formas de adentrarse en vidas anónimas. Fue en su anterior cinta, el retablo Una pistola en cada mano, donde encontró la inspiración o, mejor, los personajes de esta Truman con la que compite en San Sebastián.

Pero poco importa de dónde vengan porque en esta película sólo importa el presente, que se nos escapa de entre los dedos de las manos. Tomás, emigrante del siglo XXI –docto y bien posicionado- regresa de Canadá a Madrid para pasar cuatro días junto a su amigo Julián. Serán los últimos porque Julián tiene cáncer y ha tirado la toalla. La única medicina que vale ya es poner un poco de orden en su maltrecha vida, encontrar una casa para su perro Truman y recibir un abrazo de su amigo añorado.

Con esta tremenda premisa, Cesc Gay logra construir un relato de extrema sencillez, sin cargar jamás las tintas, dejando de sus personajes hablen y se miren, se conozcan mejor y, claro, se despidan. Partiendo de un guión imponente firmado por el director junto a Tomàs Aragay –su compañero habitual-, Gay filma a sus actores con tanta calma como pulso, dejando que el relato respire, suba y baje, pare, acelere, nos entristezca y nos dé esperanzas.

Y, sobre todo, deja a sus protagonistas hacer. Ricardo Darín y Javier Cámara, dos de los actores hispanohablantes más carismáticos de nuestro tiempo, tejen ante nuestros ojos un cariño palpable, no sólo con las partes buenas, también con los reproches y las decepciones, sin escatimar los “yo no habría actuado así” ni los “ojalá hubiera sido distinto”. Darín, en la cúspide de su desbordante honestidad, se apoya en un Cámara comedido y cercano.

Al final, Truman resulta una película que cala hondo y se pega al alma, que sacude y emociona, que se reconoce como auténtica y, por ello, trascendente.

El regreso de Terence Davis

Los programadores del Festival han reunido en esta jornada otra de las películas más esperadas de la sección oficial: el regreso de Terence Davies, que en 2011 trajo la maravillosa The Deep Blue Sea, en una edición que también le dedicó una retrospectiva. Sunset Song es la adaptación de una novela de 1932 escrita por Lewis Grassic Gibbon, sobre una joven escocesa que vive en una granja aislada con su familia numerosa, dominada por la figura de un brutal padre. Con una composición visual portentosa, la narrativa clásica de Davies se explaya sobre las penurias y momentos de felicidad de Chris, en un entorno que acompaña y refuerza la historia y en la que sobresale por encima de todo como fuerza huracanada de la naturaleza la portentosa figura de Peter Mullan como ese padre brutal que domina la primera parte de la película.

Una fábula/pesadilla alegórica

La tercera película en sección oficial de la primera jornada competitiva del festival ha llegado de la mano de Lucile Hadzihalilovic, -ganadora de la sección Nuev@s Director@s en 2004- con su último largometraje, Evolution, una fábula/pesadilla alegórica ambientada en una misteriosa isla únicamente habitada por mujeres y niños donde se realizan siniestros tratamientos médicos a los menores. Una propuesta curiosa en su génesis pero que transcurrido el primer acto de desarrollo, se va revelando mucho más simple y previsible de lo que en un principio puede llegar a parecer. Sugerentes imágenes subacuáticas, una atmósfera enrarecida y originales alteraciones de los roles de género no son suficiente atractivo en esta básica combinación de ellos para reflejar en pantalla los miedos de la temprana edad y las obsesiones infantiles con las que la directora pretende sumergirnos en un cuento-pesadilla que pierde fuelle conforme avanza el metraje.

Fernando de Luis-Orueta / María Pérez / Pablo López