San Sebastián se reivindica renovado y feminista con el palmarés de 2021

San Sebastián 2021 pone el broche final a esta edición memorable, cargada de grandes películas y en la que podemos reconocer una línea editorial propia, con un palmarés igualmente comprometido en las grandes líneas, aunque no por ello menos discutible en lo concreto.

Pero vayamos por partes. Después de varios años —muchos— en los que el certamen ha estado buscando su sitio en la panoplia de festivales internacionales de primera línea, finalmente Donosti parece haber encontrado un espacio propio: el de las óperas primas (o casi primas) de creadores que parecen tener voz propia. Buen ejemplo de ello es la ganadora de la Concha de Oro del año pasado, la georgiana Dea Kulumbegashvili, que este año ejerce de presidenta del jurado. Su sensibilidad y su idea de lo cinematográfico ha teñido sin duda alguna este palmarés, con todo lo que ello implica.

Del mismo modo, entre las cintas a concurso de este año se han proyectado una mayoría de primeras y segundas películas realizadas por mujeres recorridas por temas de género e identidad. Además, la sección Nuevos Directores ha vuelto a bullir con nuevos nombres propios, con propuestas menos vinculadas al temáticamente pero igualmente interesantes. Y en general se empieza a cosechar la siembra de proyectos como el WIP —antes Work in Progress—, Tabakalera y un largo etcétera de esfuerzos articulados a lo largo de todo el año.

Total, que San Sebastián ha terminado centrado en los realizadores más jóvenes y comprometidos y este palmarés guarda una coherencia impecable sobre la cuestión.

Otra cosa es hasta qué punto podemos compartir las decisiones concretas. Y ahí ya regular. Empezando, quizá especialmente, por la Concha de Oro para la rumana Crai nou. La cinta tiene, sin duda, valor en su acercamiento a la violencia intrafamiliar, con una mirada sobre la mujer muy contundente. Es una cinta seca y —¿buscadamente?— confusa, dirigida por Alina Grigore, que a sus 35 años está ya preparando su segunda película que estará protagonizada por Melissa Leo. Titulada Blue Moon en inglés, es sin duda una gran puesta de largo pero se queda corta en su resultado final.

El Premio Especial del Jurado para Earwig era más que esperable. La francesa Lucile Hadzihalilovic ha encontrado en San Sebastián su casa fílmica: ganó Nuevos Directores con su primera película (Innocence), fue Premio Especial del Jurado con la segunda (Évolution) y repite galardón con el tercero. Sin duda ha sido esta la cinta más críptica e inaccesible del festival, una propuesta arriesgadísima en la Hadzihalilovic se la juega a cautivar al espectador con un universo extrañísimo y sugerente. Por la historia es imposible entrar porque sólo hay brochazos para que cada uno se la componga. Conforme con el Premio Especial, pero ya puesto a jugársela podía haber sido la Concha dorada.

La tercera mujer realizadora premiada en esta edición es la danesa Tea Lindeburg, que obtiene la Concha de Plata a la mejor dirección por As In Heaven, una especie de Bergman feminista a partir de un relato decimonónico. Sin duda Lindeburg ha construido una cinta sólida, con un relato que no decae nunca, a pesar de las limitaciones impuestas por su escaso desarrollo argumental.

En este primer año en el que se ha eliminado el género en los premios de interpretación, el jurado ha otorgado dos ex aequo a la mejor protagonista a dos mujeres indiscutibles: Jessica Chastain por Los ojos de Tammy Faye; y Flora Ofelia Hofmann Lindahl, por As In Heaven. Empecemos por esta segunda, una danesa de 16 años que se echa a la espalda la película: está en todos los planos de esta historia sobre una primogénita que ve cómo el inminente fallecimiento de su madre en el parto de su enésimo hijo va a significar su salto forzoso a la madurez, sin proceso mediante.

La otra Concha de Plata a una super estrella de Hollywood como es Jessica Chastain, y más con una película tan convencional como Los ojos de Tammy Faye, resulta un cuerpo extraño en la línea editorial de este palmarés: tamaña es la hazaña de la estadounidense, que consigue hacer siempre tridimensional un personaje que en otras manos hubiera quedado reducido a fantoche. Es la historia real de un matrimonio de telepredicadores que construyeron un imperio que se descubrió al final ser estafa piramidal. La Chastain va lanzada al Oscar y sería bonito que culminara en el escenario del Teatro Dolby lo que ha empezado aquí esta noche.

Mucho más discutible es el premio a la mejor interpretación de reparto a los chicos de Quién lo impide. Ellos son maravillosos, luminosos, encantadores, pero la cinta bordea la no ficción y ellos, por tanto, todo lo más que hacen es interpretarse a sí mismos. Eso sí, debemos de celebrar la presencia de la cinta de Jonás Trueba en el palmarés que, aunque dista de ser perfecta, tiene sin duda un gran valor al componer un gran fresco generacional cuyas tres horas cuarenta se ven con la sonrisa en la boca. Trueba había recogido por la mañana el Premio Feroz Zinemaldia de la prensa española.

El premio al mejor guión viene a pagar la primera letra de una deuda histórica del Festival con el británico Terence Davies, que ha traído aquí sus cuatro últimas películas y se de debe, al menos un par de Conchas de Oro. La primera, con Deep Blue Sea, que no recibió más que las gracias; la segunda, con esta Benediction, cine mayor, poético, clasicista, elegante, sutil, trágico, inmenso. Sin duda el guion, escrito por el propio realizador, es una obra de orfebrería en la que la biografía del poeta Siegfried Sassoon se articula a través de su propios textos. Una auténtica maravilla.

> San Sebastián 2021: Palmarés completo de esta edición