La cinta colombiana Los reyes del mundo se ha alzado con una Concha de Oro inapelable, en un palmarés lleno de luces y sombras pero con una clara apuesta por la renovación. Así lo demuestra, por ejemplo, que todos los intérpretes premiados son adolescentes, mientras que se han ido de vacío los nombres más consagrados de la competición como Sebastián Lelio o Hong Sangsoo.
Laura Mora ya había sido premiada en 2017 con una mención especial en la sección Nuevos Directores con su primera película, Matar a Jesús, y logra ahora con su segundo largometraje la Concha de Oro. Los reyes del mundo, que también ha ganado el Premio Feroz Zinemaldia, es una cinta luminosa sobre cinco vidas sin esperanza, las de un grupo de chavales de Medellín que emprenden un viaje durante el que todo es posible. Mora aborda esta road movie con desbordante sensibilidad y lirismo, encontrando belleza hasta en los rincones más sórdidos. El gran premio es indiscutible e inevitable.
El segundo premio, el Especial del Jurado, hace una apuesta de futuro: Runner es un largometraje seco y desabrido pero permite asegurar que la estadounidense Marian Mathias es una cineasta de raza. Cocinado, entre otros, en la residencia Cinéfondation de Cannes, la película se mimetiza con sus personajes, unos seres solitarios e inexpresivos que apenas pueblan el paisaje del interior de EEUU. Es un cine exigente con el espectador y nada cómodo, pero que encuentra su forma de explicarse a través de su durísima expresividad.
Junto a estas dos jóvenes mujeres, la Concha de Plata a la mejor dirección ha ido a manos de un veterano cineasta que debuta en la realización: Genki Kawamura ha sido productor de películas de anime llenas de poesía, como El niño y la bestia y Your Name. Hyakka (titulada internacionalmente A Hundred Flowers) es una delicadísima película sobre la relación entre una mujer con Alzheimer y su hijo veinteañero que le guarda algún rencor antiguo. Es una cinta que avanza lentamente por el camino de la comprensión y el perdón y propone una reflexión de calado: en esta era de memorias digitales que todo lo almacenan, el olvido se alza como rasgo distintivo de lo humano.
En los premios de interpretación, el jurado ha optado por una decisión un tanto radical: todos han ido a parar a manos de adolescentes. La Concha de Plata a mejor interpretación protagonista —se cumplen dos años desde que se decidió eliminar el género en estos apartados— se ha otorgado ex aequo a Carla Quílez por La maternal y Paul Kircher por Le lycéen. Es una decisión en verdad interesante porque ambos defienden con impecable entereza dos personajes arrojados a la vida. La primera interpreta a una casi niña que queda embarazada y se enfrenta a la maternidad desde una casa de acogida. Su trabajo y el de su madre Ángela Cervantes compone el corazón mismo de la película. Él por su parte interpreta a un chaval cuyo mundo estalla en mil pedazos con la inesperada muerte de su padre y nos lleva por un camino de descomposición y posteriormente de cura que puede resultar excesivo pero que Kircher defiende con una honestidad conmovedora.
Y para mayor sorpresa, el premio a la mejor interpretación de reparto ha sido para Renata Lerman, hija del realizador Diego Lerman. Juntos han presentado la película El suplente, una correcta cinta sobre un literato que deviene profesor de instituto. El personaje de Lerman (hija) funciona como desahogo cómico para las tensiones a las que se enfrenta el protagonista y como contrapunto cultivado a los alumnos más o menos problemáticos que de entrada tienen poco interés por la literatura. Pero es verdad que la jovencísima actriz despliega una naturalidad encantadora que hace que un personaje que podía haber resultado fastidioso sea en cada aparición un soplo de aire fresco.
Por fin, entramos en el terreno de lo discutible. A Woman, adaptación de la novela autobiográfica de Zhang Xiu Zhen, ha logrado el premio al mejor guion, de Dong Yun Zhou, Wang Chao. La decisión es simplemente incomprensible porque, por más que la cinta es correcta y posiblemente haya resuelto bien el reto de concentrar en menos de dos horas un libro que cubre varias décadas de una vida, lo hace conforme a los cánones, sin ningún tipo de aventuras ni riesgos narrativos. Este premio tan inocuo supone dejar fuera del palmarés a una de las grandes cintas del Festival, The Wonder, en la que Sebastián Lelio invita a reflexionar, precisamente, sobre los relatos. Y lo hace con un artefacto narrativo rompedor. Era un galardón de libro, valga la redundancia.
También hubiera sido más que adecuado premiar The Wonder como mejor fotografía puesto que Ari Wegner ha hecho un trabajo encomiable que recuerda en muchos planos a la pintura de Rembrandt, pero en su lugar ha sido Pornomelancolía, en la que el propio director, Manuel Abramovich, ha ejercido de cámara para meterse en la intimidad de un actor porno amateur. Quizá el jurado haya querido poner en valor aquí lo singular de la oportunidad pero la cinta, eminentemente fallida, no debería figurar en este palmarés.
Poco cine español por tanto en los premios oficiales, que han esquivado el apreciable debut de Suro, pero también las nuevas películas de dos auteurs patrios, Jaime Rosales (Girasoles silvestres) y Fernando Franco (La consagración de la primavera). El jurado, en cambio, ha hablado claro: paso a los nuevos talentos.