Un palmarés anodino cierra un Festival de San Sebastián irregular

Con un jurado tan dispar como el que ha tenido este año el Festival de San Sebastián era de esperar un palmarés desconcertante. La Concha de Oro ha ido a parar al título más inesperado, la islandesa Sparrows, de Rúnar Rúnarsson, a partir del cortometraje que ya le había reportado una avalancha de galardones. Mientras, el premio al mejor director ha sido para el francés Joachim Lafosse por Les chevaliers blancs. Menos controvertido es la Concha de Plata a la mejor actriz a Yordanka Ariosa, la coprotagonista de El rey de La Habana y posiblemente haya unanimidad con el ex aequo para Ricardo Darín y Javier Cámara por su vibrante complicidad en Truman.

La victoria de Sparrows ha pillado por sorpresa. Hasta última hora ni los rumores la ponían en el palmarés. La película de Rúnar Rúnarsson es un interesante retrato de un adolescente habituado a vivir en la gran ciudad que se ve obligado a mudarse al remoto pueblo de su padre. Allí se enfrenta con desconcierto a una vida que no es suya y a un entorno hostil donde conocerá las drogas, el sexo y también el amor. Aunque la película acierta en la recreación de la enrarecida atmósfera, resulta fría y nunca llega a enganchar al espectador en una historia de iniciación que se antoja innecesariamente traumática.

Esta Concha de Oro tiene, por tanto, aire de solución de compromiso, de opción que no molesta a nadie y satisface a la también escandinava presidenta del jurado, la actriz Paprika Steen -sueca-, que el año pasado obtuvo aquí la Concha de Plata por Corazón silencioso.

Tampoco molesta el galardón al mejor director para Joachim Lafosse que reconstruye en Les chevaliers blancs uno de los episodios más vergonzosos de la cooperación europea: una ONG reunió con engaños 300 niños supuestamente huérfanos en Darfur para llevarlos irregularmente a Francia y entregarlos a familias de acogida. Lafosse, también autor del guión, elige un tema muy interesante y que invita a una gran reflexión sobre la superioridad moral del viejo continente. Lo rueda con pulso firme y de buen cine, logrando transmitir la sensación de estar sobre el terreno, pero se moja poco en el barro de un terreno moral tan resbaladizo.

En cambio, la Concha de Plata ex aequo para Ricardo Darín y Javier Cámara ha levantado ovación tanto en el Kursaal como en la sala de prensa. Ningún trabajo puede comprarse con el tándem de estos dos extraordinarios actores que ponen sus desbordantes carismas al servicio de una película luminosa e inolvidable. A partir de un guión sobresaliente, Darín y Cámara echan a volar para robar el corazón de los espectadores durante todo el metraje. Hubiera sido inconcebible otra opción.

No es mala idea la Concha de Plata a mejor actriz para Yordanka Ariosa que en El rey de La Habana interpreta a una jinetera que sobrevive en los años más duros del bloqueo cubano renunciando a cualquier tipo de principio y escasa humanidad. Como ha dicho ella misma al recoger el galardón, supura Cuba por los poros de forma que en ella –como en sus compañeros de reparto- reside en gran medida la credibilidad de la cinta.

El premio al mejor guión para 21 nuits avec Pattie, roza lo ridículo porque si algo tiene esta película francesa es un grave problema de guión, absolutamente irregular que falla al intentar combinar la comedia con una especie de reflexión sobre la vida, la muerte y el sexo que acaba por arruinar la media hora final de la cinta.

El único título con dos menciones en el palmarés es la francesa Evolution, que se lleva el Premio Especial del Jurado y el de mejor fotografía. Hay que llegar hasta el último premio, una Mención Especial, para encontrar un segundo largometraje español en el palmarés: El apóstata, de Santiago Veiroj, una simpática historia autobiográfica de su protagonista y coguionista Álvaro Ogalla, muy conocido en la industria cinematográfica española por ser el proyeccionista de la Academia de Cine.

Una pena que con un palmarés tan repartido no haya habido hueco para tres de las cintas más interesantes de esta sección oficial tan poco estimulante. Terence Davis vuelve a irse de vacío con Sunset Song después de haber sido ignorado hace tres años con The Deep Blue Sea, su obra mastra. Una torpeza, otra vez. Tampoco ha habido premio para el tenso suspense de Les demons, en la que el canadiense Philippe Lesage explora el mundo de los miedos infantiles y se asoma al monstruo potencial que quizá todos llevamos dentro. Ni siquiera para High Rise, la enloquecida adaptación de la novela de J.G. Ballard que firma Wes Wheatley y que de puro macarra ha sido una de las proyecciones más agitadas del Festival.

> SAN SEBASTIÁN 2015: Consulta aquí el palmarés completo de esa edición