Dame Judi Dench ha recogido el tercer premio Donostia de este año, de manos de Alexander Payne -presidente del jurado de esta edición- marcando uno de los momentos más entrañables del Festival. Derrochando encanto natural, la gran dama del teatro, la jefa de James Bond, la reina de Inglaterra, la dulce anciana, ha cautivado a prensa y público.
«Después de 61 años de carrera, soy una actriz que sigue buscando trabajo. Sigo esperando a que me llamen. No puedo atreverme a rechazar un papel por si es el último que me ofrecen», decía en la rueda de prensa horas antes de recoger el galardón.
Puede que esa sea la razón para haber rodado su nueva película, La espía roja. O tal vez haya sido su relación con Trevor Nunn, director sobretodo teatral, que rueda aquí una de sus pocas películas. Es una versión libre de la biografía de una mujer británica que, ya siendo anciana, se descubrió que había colaborado con la URSS en los años cuarenta, facilitando documentación sobre el diseño de la bomba atómica.
La espía roja es una cinta bastante convencional pero que se ve con agrado. De impecable factura y ambientación, gusta descubrir otro episodio histórico más en el que una mujer, que para el momento resultaba invisible, tuvo una importante influencia en un acontecimiento histórico como la Guerra Fría.