Home for Chirstmas, del noruego Bent Hamer, cruza varias historias en el día de Nochebuena, con dosis de realismo superiores a las decenas de producciones similares. En el lado contrario de la balanza, Elisa K, segunda película española en competición, dirigida por Jordi Cadena y Judith Colell, narra con un estilo nada ortodoxo la violación de una niña y sus devastadoras consecuencias.
“A casa por Navidad” es uno de los eslóganes publicitarios más famosos de la historia de España y acompañaba a aquel spot en el que una madre esperaba la llegada de su hijo en Nochebuena. Duraba 30 segundos. Pues la película de Bent Hamer viene a ser más o menos lo mismo, sólo que en 90 minutos. Hay, claro, más historias que esa: un médico desencantado, una pareja de inmigrantes kosovares que dan a luz, una mujer –la otra- que asume que nunca le tendrá, un vagabundo de pasado feliz, una pareja de adolescentes que mira las estrellas. La única novedad sobre películas similares –imposible no acordarse de Love Actualy, que transcurre en estas mismas fechas- es que sus personajes y sus situaciones resultan más verosímiles y algo –subrayemos algo- menos almibaradas.
Desde luego lo que no hay en Elisa K es almíbar. Por el contrario, Jordi Cadena y Judith Colell han realizado un gran esfuerzo por abordar de una forma diferente una historia tan terrible como la violación de una niña de 11 años. La primera parte de la cinta está planificada de forma clásica y fotografiada en un sobrio blanco y negro, pero la ruptura la introducen con la voz en off, que cuenta muchas cosas que no vemos. En lugar de traducir a imágenes el cuento original Lolita Bosch, una voz nos lo lee mientras en la pantalla sólo vemos algunas partes él. Esta decisión tan arriesgada y discutible logra enseguida dotar a la narración del tono de un cuento, haciendo que el espectador se instale en un ambiente de cierta inocencia infantil. Así, cuando llega el momento, la violación cae como una losa sobre el público.
La segunda parte de la cinta transcurre 14 años después, cuando la ahora joven protagonista desbloquea el recuerdo de aquel episodio y debe por fin hacerle frente. Ésta es la parte donde la película flaquea. Rodada en un estilo absolutamente libre, sin trípodes, con planos muy cortos y en color, cuenta con muy pocos diálogos y simplemente muestra a la actriz Aina Clotet caer por el abismo de ese recuerdo, primero a solas, luego con una amiga –la brillantísima Nausicaa Bonnín-, después con su madre y al final con su padre. Prácticamente sin diálogo, desde luego, es un encargo muy complejo para una intérprete tan joven como Clotet, que logra aguantar el tipo. Y fin de la película. El espectador, claro, asiste desolado a todo el proceso, pero aparecen los títulos finales sin haber atracado en ningún puerto.
El drama es brutal y esa sensación cuaja, pero no sabemos para qué. Nos preguntamos si tiene sentido este cuadro casi pornográfico. La diferencia entre esta película y aquel negro programa con los padres de las niñas de Alcasser rotos de dolor el mismo día en que encontraron a sus hijas cadáveres sólo radica en que aquí hay actores y una realización más elaborada. Dicen los autores que han querido filmar “una historia sobre la fragilidad del ser humano y su lucha para mantenerse a flote pese a todo”. Pero aquí no hay más que dolor y angustia.