Nausicaa Bonnín y Eduard Fernández en 'Tres días con la familia'

‘Tres días con la familia’, las verdades y sus silencios

La debutante Mar Coll, recién salida de la Escuela de Cine de Cataluña (Escac), ha presentado hoy la turbadora Tres días con la familia, que va a ser la incuestionable ganadora del Festival de Málaga y es ya uno de los grandes títulos de 2009. La cinta es un sobrio retrato sobre las relaciones entre padres e hijos, entre primos, entre hermanos y, sobre todo, una crónica de los silencios, de lo que no se dice, de lo que no pasa.

Porque en Tres días con la familia no transcurre casi nada, pero palpitan muchas cosas. Una joven (Nausicaa Bonnín) vuelve a casa para asistir al entierro de su abuelo. Allí le espera un padre deshecho por su fracaso (Eduard Fernández) y una madre que ha sido incapaz de encajar a su familia política (Philippine Leroy-Beaulieu). También sus dos tíos (Francesc Orella y Ramón Fontserré), sus primos y el recuerdo del patriarca recién fallecido. Igualmente se oye hablar de su tía, que ha escrito un libro autobiográfico del que nadie sale favorecido.

Esta sucesión de reencuentros en el tanatorio, en una cafetería, en la masía familiar, en el cementerio, son escenas casi mudas. Este cronista apenas podría recordar una línea de texto. Seguramente no haya muchas y las que hay son irrelevantes. El guión, del que Marc Coll es coautora, está muy por encima de la la literalidad de las palabras. Estos Tres días con la familia son un torrente subterráneo, un retrato desnudo de gente que se quiere y se desprecia, que se reprocha no haberse hablado a tiempo y que es incapaz de hacerlo ahora.

Algo comparte con Trash, la cinta que se proyectó ayer a concurso: ambas retratan problemas endémicos de la sociedad contemporánea, ambas hablan de la soledad, del amor roto o del que nunca ha existido. Pero lo hacen desde planteamientos radicalmente opuestos: si aquella optaba por una realización efectista, nerviosa, por trabajar con la luz y el retoque de las imágenes, por la fanfarria visual y sonora, la película de hoy hace todo lo contrario: a Mar Coll le basta por colocar la cámara en un trípode y echarla a rodar. El resultado es una película de una sinceridad y honestidad aplastantes. Coll se revela así como una mujer de un talento y sensibilidad extraordinarios. Estamos seguros qde que su carrera nos va a deparar muchas horas felices delante de la pantalla.