En la víspera de que concluya Perdidos, la redacción de TÍO OSCAR continúa su homenaje a la serie con la elección de nuestros momentos favoritos. La elección ha sido dificilísima, para muchos de nosotros casi imposible, pero merece la pena echar la vista atrás y rememorar algunas de las escenas que han elevado a Lost a la categoría de mito.
Las escenas está colocadas por orden cronológico. De emisión, se entiende. Que de los acontecimentos resulta más complicado.
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Pablo López
Hablar de linealidades en Perdidos parece más complicado de lo que realmente es, porque si algo nos han enseñado los guionistas de esta serie es que las líneas narrativas clásicas están para malearlas, moldearlas y adaptarlas a tus necesidades dramáticas sin necesidad de ser infieles a idea original, al contrario, sorprendiendo y renovando la forma de ver y contar una historia. Uno de los mejores ejemplos es el comienzo de la segunda temporada de la serie: cuando toda la atención se centraba en la isla y la recién abierta escotilla, comenzamos la temporada con un tocadiscos que reproduce el ‘Make Your Own Kind of Music’, de Mamma Cass -un tema que ha quedado unido a la serie de por vida-, mientras alguien que no conocemos se despierta de un placentero sueño y se dispone a comenzar la jornada. Los muebles, los discos, los electrodomésticos. Nada cuadraba, todo era nuevo, hasta ese momento no habíamos visto ninguna otra localización más que las junglas de la isla, pero al final de la escena el sonido en la lejanía de una explosión nos devolvió al mundo: la escotilla acababa de abrirse.
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David Vega de Navacerrada
El final de la tercera temporada de Perdidos cerró una de las entregas más atípicas de la saga televisiva. La jugada de romper los flashbacks con flashforwards es de quitarse el sombrero, porque incrementa sobremanera el suspense al dejar al espectador con más recursos para atar cabos (no como la sexta temporada ,que nos cuenta una realidad alternativa que, en mi opinión, no interesa). La serie se pone del revés. Ya no hay que escapar de la isla, hay que volver a ella. Así concluye la mejor temporada, la más pulida y original, y con mayor carga de emoción como esta sensacional escena entre Kate y Jack y su famoso «We have to go back, Kate».
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María Pérez
Quizá sea la más obvia de las escenas favoritas para muchos espectadores de Perdidos, pero parafraseando a Monsieur Le Directeur, me encanta que la serie, en el fondo, trate sobre el amor y la soledad. Desmond va a casa de Penny, a la cual ha dejado hace un tiempo, y le dice que la Nochebuena de 2004, tres años después, va a necesitar su número de teléfono. Ella se lo quiere quitar de encima (de boquilla, porque está dolida, pero hay un intercambio de miradas que revela que no es así y que le cree) y se lo da. En encadenado, vemos a Sayid y a Desmond (un poco perjudicado) en la sala de comunicaciones del carguero. Sólo pueden hacer una llamada de teléfono, y Desmond, in extremis («perfect timing», dice el lacónico Sayid), recuerda el número de Penny. Suena la llamada mientras vemos a Desmond alejándose de la casa de su amada, mirándo una última vez a la ventana, que Penny cubre con una cortina. Y Penny coge el teléfono tres años después. La intensidad dramática, la impecable actuación de Henry Ian Cusick (Sonya Walger no termina de convencerme), la brevedad y la emoción, acentuada por la preciosa música, la convierten en una de las mejores escenas que mis ojos han visto en su vida. Pero si tengo que elegir un momento, me quedo con el final de la llamada telefónica y el agradecimiento de Desmond a Sayid, que forman la mejor pareja que ha dado la televisión desde Starsky y Hutch. Esa demostración de sincera camaradería en medio de tanto trasiego y dolor, y tanta incertidumbre y movimiento, es impagable.
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Samuel Pérez
He elegido este momento porque Ben es mi personaje favorito, y el diálogo que tiene con Charles Widmore en el ático de Londres en la escena final del capítulo 4×09, The shape of things to come, está lleno de misterio y amenazas. El pulso entre ambos actores, la manera en que mascan y escupen sus frases, el odio que se profesan, hace que éste sea para mí uno de mis (muchos) momentos favoritos de Lost y representa algunos de los valores que hacen que adore esta serie: intriga y unas interpretaciones excelentes.
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Fernando de Luis-Orueta
Elegir un solo momento de una serie cuajada de momentos memorables es de una dificultad extrema. Y si eres el último en escoger, más aún. Pero, pese a todo, finalmente he destilado mis recuerdos y he optado por esta secuencia, aún muy cercana en el tiempo, que reúne muchos de los elementos que hacen grande, única, a Perdidos. Esta escena (en el corazón de la sexta temporada) es reflejo de otra anterior (final de la cuarta): un espejo, elemento de capital importancia en toda la simbología de Lost. Es un juego entre líneas temporales, que tanto juego han dado a los guionistas. Plantea la dicotomía entre el destino y el libre albedrío, que finalmente parece configurarse como uno de los temas clave de la serie. Es el retrato de dos personajes dolorosamente solos. Pero también el de dos personajes que encuentran su redención en un acto de generosidad inmensa, de amor. Sin duda esta secuencia, como la original, ha sido uno de los instantes más emotivos de Lost. Un maravilloso ejercicio en el que se superan las convenciones de la narrativa cinematográfica, sin romperlas, sino simplemente recolocándolas, ensanchando su definición. Reinventar las hechuras para dar con algo familiar y, sin embargo, totalmente nuevo.