Alexandre Desplat, uno de los músicos más reconocidos del sector cinematográfico, ha compuesto este año nada más y nada menos que siete partituras, con lo que parece querer alcanzar algo así como un record Guiness. Recordemos que el músico francés tiene este año Chéri, Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel, En el origen, Un profeta (ambas francesas y en la Sección Oficial de Cannes), Julie y Julia, Luna Nueva y Fantastic Mr. Fox, cuyas reseñas os ofrecemos en primicia.
Fantastic Mr. Fox es la nueva comedia de Wes Anderson (The Life Aquatic, Los Tenenbaums: una familia de genios). Esta cinta sobre una familia de zorros, basada en un cuento de Roald Dahl, tiene un reparto de lo más espectacular (George Clooney, Meryl Streep y Bill Murray). Su enfoque claramente metaindie no parece dirigirse al público más joven y tampoco al más adulto, sino más bien al más alternativo. Las críticas excelentes y su puesta en escena ingeniosa y preciosista probablemente la aúpen como la quinta nominada al Oscar de animación (Tiana y el sapo, Up, Los mundos de Coraline, Ponyo en el acantilado tienen, en mi opinión, la nominación garantizada). Como le ha sido imposible contar con George Delerue porque éste lleva años fallecido, pero está fascinado por su estilo, Anderson ha decidido descartar a su habitual músico, Mark Mothersbaugh, y le ha pedido a otro francés, Desplat, que se ponga a imitar al músico de Un pequeño romance. El resultado es confuso. El soundtrack no sólo recoge el score de Desplat, sino todo lo que a Anderson le ha dado la gana meter en la película. Así tenemos dos tracks del propio George Delerue, canciones de The Beach Boys, de Burl Ives o The Rolling Stones. Aquí sólo reseñaremos la partitura original de Alexandre Desplat.
Pese al barullo de canciones intercaladas, Desplat ha conseguido salir exitoso con esta partitura, que podéis escuchar íntegramente en su página oficial. Para un músico al que normalmente suelo adjudicar una gran habilidad e inteligencia musical, pero con una gran limitación para traspasar la barrera de las emociones, una producción tan aparentemente superficial como ésta no debía ser un obstáculo, sino más bien un objeto de lucimiento para sus adornos y excentricidades sonoras. Y así es. Desplat aporta un toque muy lúcido de humor y encanto. Un banyo abre esta partitura en el excelente ‘Mr. Fox in the fields’. No es nada del otro mundo pero encaja perfectamente con el tono del film. El abanico de instrumentos de viento, madera y cuerda se entregan a la belleza más cotidiana en cortes como ‘Boggis, Bunce, and Bean’ o ‘Jimmy Squirrel and Co.’, igualmente breves y entretenidas. La verdad es que la partitura es muy variada: una dicharachera flauta saca el lado más Amélie de este músico en ‘High Speed French Train’, un rimbombante concierto de vientos se ejecuta en ‘Whack-Bat Majorette’ o el western más morriconeano se cuela en ‘Bean’s Secret Cider Cellar’. Quizás el tema más representativo de la partitura es el que suena en ‘Kristofferson’s Theme’, una tímida pieza basada en cuatro notas que se reproduce con sumo minimalismo a piano y vientos. La partitura se completa con una divertidísima canción, ‘Stunt Expo 2004’, a coros y con toda la instrumentación estadounidense acompañando, de lo más pretenciosa pero acertadamente alocada, justo como la cinta. En definitiva, Desplat ha salido de su escondrijo estilístico para ofrecer una composición muy al estilo de Wes Anderson pero sin traicionar su propio estilo. Probablemente es demasiado caótica como para considerarla un gran trabajo, pero su apuesta por el entretenimiento y su comunión con el film la hacen más que meritoria.
Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel es el monstruoso título que a algún chiflado de la distribuidora en España se le ha ocurrido ponerle a esta cinta. La gran dama de la moda francesa del siglo XX, interpretada por Audrey Tautou, no ha conseguido el pase a la designación francesa para el Oscar a la película extranjera, pero bien puede dar guerra en la categoría de mejor música, ya que aparece en muchas quinielas como una de las posibles candidatas a mejor partitura del año. En la línea de Chéri, Desplat saca a pasear sus habituales recursos: vals, floripondios instrumentales y ritmos acelerados, para adornar y dar fondo a esta historia. El problema es el de siempre: no hay nada en esta partitura que sea un signo distintivo de Coco Chanel y que distinga a ésta de otras musas musicales del compositor. Ni la evolución emocional de Coco ni la acción de la imagen se trasladan nunca a la partitura, que mantiene siempre un tono contemplativo. La música es bellísima, elegante, pero también distante, fría y sin personalidad. No voy a ser duro con esta composición porque es un trabajo que, salvando los anteriores detalles, es muy eficaz y está orquestada con suma exquisitez. Dos temas definen el rumbo del score: ‘L’Abandon’, un corte pausado y misterioso con un incesante fondo de cuerda el cual quebranta una melodía interrumpida a piano; el otro, ‘Chez Chanel’, un vals maravilloso, con un tono de lo más Birth. Se lo hemos escuchado mil veces a Desplat, pero como diría Woody Allen, si la cosa funciona, para qué cambiarla. Y éste es el comienzo de una cuidada selección de melodías que Desplat combina con gusto e instrumentos y que efectivamente es muy del gusto de la Academia. El único pero que le puedo sacar es que venga de una película extranjera y con críticas tibias, pero sin duda es una de las bazas de Desplat para los Oscar.
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Suena ‘L’Abandon’ de Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel.
Un profeta es la película a lo Prison Break que Francia presenta a los Oscar, con grandes posibilidades de entrar en la nominación final. Desplat articula un score bastante inconcreto que se plasma en un soundtrack cuya estructura a mí me horripila. Y lo digo por esa extraña manía de intercalar música con diálogos del film, una espantosa decisión que a ver si se les quita de la cabeza a las discográficas. Por cierto, es un horror que también ocurre en la partitura de Baaria, de Ennio Morricone. Con tanto diálogo y canciones de artistas del rap y del rock, la música de Desplat queda como un elemento aparentemente tiroteado. Pero estamos ante un score tenso y dramático que funciona bien por su intensidad y que además es uno de los pocos esfuerzos del compositor en el campo de la verdadera emoción. La vida y la luz son representadas por la aguda cuerda de los violines, mientras que la oscuridad de las celdas se hace omnipresente por la turbadora escucha de los trombones. Digno de mención es el tema ‘Gunfight’ como uno de los más eficaces y perfectos de su compositor. La pena es que la partitura quede tan deslavazada y carezca de una espiga dramática mucho más sólida.
En las antípodas del anterior trabajo ya podemos escuchar lo que ha compuesto Alexandre Desplat para la segunda entrega de la saga Crepúsculo, Luna nueva. Actualmente sólo encontramos a la venta el soundtrack recopilatorio de canciones de otros artistas, en el que sólo se incluye una pista del score del músico francés, el corte ‘New Moon (The Meadow)’. No desesperéis, porque habrá una edición por separado con toda la partitura que se pondrá a la venta el 24 de noviembre. Mientras tanto, podemos disfrutar de este corte, un notable solo de piano que trata de captar el intenso drama de la pareja protagonista. Al igual que hacía Carte Burwell con su conocida nana en la primera entrega, Desplat parece querer hacer hueco en la saga para su lado más romántico. Promete. En cuanto tengamos el score no dudéis de que la reseña estará lista en Intermezzo. Mientras tanto podéis opinar sobre este corte.
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Suena ‘New Moon (The Meadow)’.
Una vez analizadas todas las partituras que presenta Desplat junto con las anteriormente reseñadas Chéri y Julie y Julia, se hace difícil quedarse con una, pues de algún modo todas han destacado tímidamente, aunque ninguna alcanza el grado de superlatividad, por ejemplo, de anteriores trabajos como La brújula dorada, Deseo, peligro o El curioso caso de Benjamin Button. A la espera de Luna nueva, yo diría que Fantastic Mr. Fox es su mejor partitura este año y probablemente la mejor para venderse de cara a la Academia.