‘Star Trek’ o el sentido del espectáculo de J.J. Abrams

Ni un minuto de respiro. El reinicio del serial galáctico a manos de J.J. Abrams había puesto el listón muy alto y parecía complicado superarlo. Hace cuatro años, Star Trek dejó de ser una franquicia espacial con poca acción y muchos diálogos para convertirse en un blockbuster (sin que esto sea peyorativo sino todo lo contrario) de principio a fin. Puede que la visión de Abrams de 2009 no gustase a los denominados trekkies, pero consiguió sangre nueva y una larga y próspera vida para Star Trek.

Con tres meses de retraso con respecto al estreno estadounidense, este viernes llega a España Star Trek, en la oscuridad. Y, por si a alguien le quedaba alguna duda, sí, J.J.  Abrams lo ha vuelto a hacer. La segunda entrega supera a la primera en muchos aspectos y logra divertir, emocionar y enganchar desde el primer al último fotograma. No hay lugar para el aburrimiento en los 132 minutos que dura la película.

Cuando la intensidad de la acción desciende es porque sube la dramática/emotiva. Hasta de esto tiene esta Star Trek. Las emociones de los personajes están a flor de piel en todo momento. La amistad de ida y vuelta de Kirk (Chris Pine) y Spock (Zachary Quinto), la complicada relación de pareja entre Uhura (Zoe Saldaña) y Spock, la lealtad recíproca de Kirk y su mentor, el sentido de familia de quienes viajan en el Enterprise, segundas oportunidades…

En la oscuridad partía con ventaja con respecto a la primera entrega en el sentido de que los personajes ya habían sido presentados. Pensada para no iniciados en el mundo trekkie, en la anterior Abrams tuvo que introducirles a todos y crearles una biografía que ha desgranado algo más en este segundo episodio. En la oscuridad arranca con una espectacular escena en un planeta remoto en el que un volcán amenaza con extinguir la raza de humanoides pintados de blanco con cortinillas en los ojos que lo habitan. Jim Kirk se salta una vez más las reglas (todas las imaginables y alguna más) e interviene sentando las bases de lo que será el resto de la trama.

Star Trek, en la oscuridad se estrena este viernes (Foto: Paramount)

El inicio es electrizante y así se mantiene. La entrada en escena del villano, Benedict Cumberbatch, resulta de lo más teatral. Primero se le escucha, con esa voz potente que atesora. Después, la cámara se centra en él para presentar a un malo impecable que supera, con mucho, al Nero de Eric Bana. Gran parte de En la oscuridad se sostiene sobre los hombros de este británico al que interpretar a Sherlock Holmes para la BBC lo ha convertido en el actor del momento. Sobre sus hombros y sobre los de la bien avenida (aunque no siempre) tripulación del Enterprise con Jim Kirk y Spock a la cabeza.

Cumberbatch es mucho, pero Abrams lo es todo. Porque es su concepción de lo que debe ser el cine lo que hace que Star Trek sea lo que es. Ambición, amor, amistad, traición, venganza, liderazgo, miedo, dolor… Todos estos temas y muchos más son los que se tratan en mayor o menor profundidad en En la oscuridad, pero lo que interesa realmente a quien va a ver una película como esta es el envoltorio, el cómo se cuenta. Y de eso Abrams sabe mucho. Lo hizo en Misión Imposible y en Súper 8 y contínuamente en sus series marca Bad Robot.

Lo que importa es la caja, decía en su discurso en el TED. El envoltorio, el misterio y la infinidad de posibilidades que representa una caja cerrada están detrás de todo lo que hace el creador de Perdidos (no se puede escribir un texto sobre Abrams sin referirse a él, al menos una vez, como el creador de Lost). Aunque, lo cierto es que en Star Trek Abrams abrió la caja hace cuatro años, cogió todos los elementos que había dentro de ella (el inmenso universo trekkie) y le dio su toque, el de la magia y la espectacularidad del cine.

Larga vida y prosperidad para J.J. Abrams.