‘X-Men: Días del futuro pasado’: Al menos nos queda Spiderman

El síndrome Nolan está tan extendido en el mundo de los superhéroes que hace ya un tiempo (léanse Lobezno y Capitán América, por ejemplo) que ha saltado de la casa DC a la vecina Marvel haciendo que todos los personajes de cómics con incursiones en el cine vean cómo guionistas y directores intentan dotar de cierto poso de seriedad a sus películas incluso cuando no le va bien al personaje.

Le pasó a James Mangold con la nefasta segunda aventura de Lobezno en solitario. A Anthony y Joe Russo con la mucho más acertada Capitán América: Soldado de invierno. Y ahora la seriedad ha desembarcado de pleno en el mundo de los mutantes con un resultado global favorable para Días del futuro pasado. El único ‘pero’ es que quizás, y sólo quizás, se echa en falta cierta frescura y colorido que tenían la historia y los personajes de Primera generación.

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En Días del futuro pasado Bryan Singer vuelve a ponerse a los mandos de la franquicia a la que él mismo dio a luz y acompañó en sus primeros pasos con una historia cargada de trascendentalismo y un planteamiento complejo que se explica en una única escena a la que hay que prestar suma atención si no se quiere estar perdido el resto del metraje.

Básicamente la idea es la siguiente: Bolivar Trask, el villano de Días del futuro pasado, ha creado los denominados Centinelas. Unos robots desarrollados en base al ADN de Mística que son capaces de variar sus habilidades según el mutante al que tienen enfrente. Tras años de lucha, la comunidad mutante sobrevive al borde de la extinción. Para salvar a sus congéneres, Magneto y el Profesor X, aliados en esta ocasión, trazan un complicado plan consistente en enviar la mente del actual Lobezno al cuerpo del Logan de 1973 para convencer a las versiones jóvenes de Erik y Xavier de que deben frenar a Mística en sus ansias de venganza y así cambiar el curso de la Historia.

¿Entendido? Más te vale, porque sólo te lo van a explicar una vez. A partir de ahí y tras una espectacular batalla entre los mutantes del presente/futuro y la segunda generación de los Centinelas, Singer nos lleva al pasado, al año 1973 en el que, además de descubrir nuevos detalles sobre la muerte de JFK, el protagonismo recae sobre James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence y Hugh Jackman. Ellos cuatros llevan el peso de la historia y la acción con la ayuda de Evan Peters en el papel de Quicksilver, el gran descubrimiento de este entrega.

En Días del futuro pasado los mutantes se ponen serios y profundos como requiere la trama apocalíptica que se traen entre manos, pero también es cierto que Logan no pierde ese humor que le caracteriza y ver a un McAvoy hecho polvo en la piel de Xavier tiene su gracia. Ellos dos, en cierta manera, y ayudados por Mercurio se mantienen más fieles al tono Marvel en una película que, como viene siendo habitual desde la irrupción de El Caballero Oscuro en el panorama superheroico, se contagia del síndrome Nolan mencionado al principio de este post sin que, huelga decirlo, esto tenga por qué ser malo. Que a Lobezno inmortal no le funcionase no quiere decir que no haya sido un acierto en el caso de Días del futuro pasado, El Hombre de Acero y Capitán América: Soldado de invierno.

Aún así, y por suerte, siempre nos quedará Spiderman. El bueno de Spidey, fiel a su estilo, en su segunda aventura a las órdenes de Marc Webb recuperó su cartera de chistes malos y humor adolescente. Porque aunque las adaptaciones ‘serias’ gusten y estén bien, al final, con tanto superhéroe transcendental empieza a echarse en falta un poco de ese tono desenfadado y de puro entretenimiento en el género.

Fotos: Fox