‘DUMBO’, La obra maestra reivindicada

Durante años, hablar de ‘Dumbo’ no fue fácil. Nunca fue la película más popular de Disney. Su bajo presupuesto y la cualidad naif de sus dibujos en comparación con la de los elaborados bocetos y fondos de películas contemporáneas como ‘Bambi’ o ‘Pinocho’ la convirtieron, a ojos de muchos, en un simple entretenimiento que, para más inri, era habitualmente emitido por televisión (la mayoría de los clásicos de Disney ni siquiera se han estrenado en la pequeña pantalla). Hizo falta que John Lasseter, alma máter de Píxar, la declarase su película favorita y una clara inspiración para ‘Wal-E’ para que los más intelectuales de la crítica se fijasen en la historia del elefante de las grandes orejas marginado por todos, del diferente despreciado por una uniformidad ridículamente ignorante, ya sea en la forma de unas elefantas cotillas (personificación de humanos tristemente reconocibles) o de unos payasos que más que hacer gracia resultan siniestros.
Ese ‘argumento de autoridad’ proveniente del amor de Lasseter por esta película deshizo también algunos prejuicios por parte de sectores políticamente correctos de la sociedad americana, escandalizados ante la caricatura racial de los personajes de los cuervos o la escena de los elefantes trabajando duramente para montar el circo. Otros tiempos…que deben ser asumidos como tal. Unos tiempos en los que la Disney sufrió una huelga de sus trabajadores que puso en peligro la producción de la cinta y en los que la RKO estuvo a punto de no distribuirla por su corta duración (apenas dura 64 minutos). Tiempos en los que su éxito fue tal que la revista ‘Time’ quiso dedicarle su portada de diciembre de 1941, portada que el bombardeo a Pearl Harbor desestimó en favor de otra dedicada al desastre.
‘Dumbo’ no es una maravilla solo porque el protagonista no hable en toda la película y sus expresiones digan más que los diálogos de cualquier película. ‘Dumbo’ es una obra maestra porque reúne todo lo que una buena película ha de tener para contentar a todos, incluso a esos estetas exigentes que rascan en las profundidades de  las películas de Disney. La poesía de la locomotora llegando a los pequeños pueblos de una América rural en la que se intuyen los peores años de la Depresión económica es solo una de sus muchas facultades. La economía narrativa se impuso para ahorrar costes después del relativo fracaso de ‘Pinocho’ y ‘Fantasía’, que habían costado verdaderas fortunas. Eso, paradójicamente, se convirtió en una ventaja. El uso de acuarelas ‘de niño’ frente a los carísimos óleos le dio una apariencia naif a los fondos eminentemente americanos (es una de las pocas películas de la factoría ambientada en Estados Unidos) e hizo más ricas algunas escenas. La de la sombra de los payasos cuando acaban de finalizar su actuación, plagada de gags visuales, o la divertida referencia al expresionismo alemán cuando el ratón Timoteo proyecta su sombra sobre el director del circo cuando este duerme, son algunos ejemplos.
Timoteo, escudero fiel de un Dumbo en permanente desgracia por sus enormes orejas, es uno de los secundarios más encantadores de Disney, así como los cuervos que ayudan al elefante a volar, a convertir el defecto que lo convierte en un ser marginal, en su principal cualidad.  Donde otros ven una burla de la raza negra, el que aquí firma ve un acto de solidaridad de una minoría hacia otra (algo insólito en una película salida de lo que se ha acabado convirtiendo en una multinacional). Además, la canción que acompaña a esos personajes, todo un homenaje al swing, es de quitar el hipo. Y es que la banda sonora de Dumbo, que mezcla las mejores melodías circenses desde los mismos títulos de crédito, no nos deja en su afán de engancharnos a la historia. Ya sea a través del silbido de la locomotora o a través de esa oscura melodía que acompaña a la escena de la borrachera de Dumbo y el ratón; escena plagada de elefantes rosas, de surrealismo a raudales y de una imaginación que bebe de las mismísimas fuentes de Salvador Dalí. 
Pero si hay una canción que ‘Dumbo’ popularizase (la ha llegado a cantar hasta Bette Midler) esa es ‘Baby Mine’. La visita del pequeño Dumbo a su madre encarcelada tras defenderlo de la cruel burla de unos niños es acompañada por esta nana plagada de ternura que los animadores ilustraron a base de imágenes de otros animales con sus crias. En esa noche estrellada en un circo marcado por una crueldad que nada tiene que envidiar a la de películas como ‘La parada de los monstruos’ se resume toda la poesía de la cinta. Una oda a la maternidad, al refugio familiar con fecha de caducidad  frente a la interminable maldad humana en este, el mayor y mejor canto a la diferencia jamás salido de la factoría Disney.