‘Los descendientes’ (2011): La familia y la muerte según Alexander Payne

Saber mezclar la dosis justa de humor y pathos dentro de la sencillez. Esa ha sido desde siempre la gran cualidad del cine de Alexander Payne, capaz de radiografiar, siempre desde el minimalismo, a los personajes más diversos: desde una universitaria arribista dispuesta a enfrentarse con un profesor sinónimo del fracaso (‘Election’) a un divorciado que sufre la crisis de los 40 (‘Entre copas’) o a un jubilado que siente el arrepentimiento final propio de una trayectoria vital errónea (‘A propósito de Schmidt’). Esta última era seguramente la más floja de todas sus obras al centrarse demasiado en las peripecias de ese hombre en el otoño de su vida, magníficamente interpretado por Jack Nicholson. A pesar del lucido papel para Kathy Bates, el carácter unilateral de la historia la perjudicaba en comparación con la riqueza coral de sus otras películas.
Quizá sea ese el principal problema para que ‘Los descendientes’ no se salga demasiado de lo que uno espera ver en una película ‘indie’ norteamericana gustosamente protagonizada por una estrella de Hollywood. Y es que esa estrella, George Clooney, realiza uno de los mejores trabajos de su vida en esta película. Comparando su personaje con otro de sus más destacados, el de la película ‘Up in the Air’, en donde casi parodiaba su imagen de triunfador para desenmascararnos las capas más débiles de su personaje, el de ‘Los descendientes’ supone toda una novedad. Aquí Clooney no es un guapo seductor sino un padre de familia acosado por las venta inminente de unas tierras heredadas en su Hawai natal y por la responsabilidad educativa de sus dos hijas tras el coma irreversible de su esposa que, para colmo, le era infiel. Y en esa faceta, Clooney está soberbio, aguanta como nadie primeros planos inmisericordes y obvia,  pese a todo, el camino más fácil, el de su lado más seductor.
La cinta suma todos los parabienes del cine de Payne: una estructura a lo ‘road movie’ en la que el protagonista irá descubriendo no sólo al amante de su mujer, sino su capacidad para enfrentarse a la muerte y también la sabiduría de su, a priori, inmadura hija adolescente. Además, el gusto por la banda sonora minimalista (apenas unos acordes de guitarra que, en muchas escenas, son innecesarios) y la planificación fija y sin estridencias. Eso sí,  a pesar de que los golpes de humor (desde la imposible bronca con una comatosa al enfrentamiento en seco a toda una familia) están magníficamente entrelazados con los momentos más dramáticos (incluída una espectacular secuencia sumario sin diálogos concerniente a la hija más pequeña de Clooney) la película pasa muy de puntillas por el personaje de la adolescente encarnada por Shailene Woodley o del primo encarnado por Beau Bridges. Los personajes cirdundantes al protagonista, al contrario que en la novela, están tratados con pocos matices, lo cual convierte a la cinta en el ‘show de Clooney’, un buen show pero no lo suficiente como para que la película contenga la intensidad de muchas de las escenas que nos regaló, por ejemplo, ‘Entre Copas’. A pesar de todo, ‘Los descendientes’ es un magnífico film sobre las cosas que nos callamos durante años, sobre nuestra capacidad para perdonar, y sobre las responsabilidades que retrasamos una y otra vez hasta que nos estallan en la cara.
CALIFICACIÓN: *** 1/2