WINSLET, KATE WINSLET

Anoche se celebró en Los Ángeles una nueva ceremonia (y van más de 60) de los Globos de Oro, esos premios que entrega la Asociación de la Prensa Extranjera en Hollywood y que, hasta hace pocos años, eran considerados la antesala de los Oscars. La gran triunfadora fue «Slumdog Millonaire» del siempre prolífico y muchas veces malentendido Danny Boyle, que se llevó el premio a la mejor película dramática además de otros tres. Así fue como desbancó a favoritas como «Doubt» o «El curioso caso de Benjamin Button». Como suelo escribir menos estos meses y ya habrá crónicas que relaten los premios de ayer con bastante mejor tino que yo, me voy a detener en la que es una de mis actrices favoritas, la británica Kate Winslet. Esta buena moza de 33 años, que cuenta en su haber con el récord de ser la chica más joven más veces nominada al Oscar, ganó dos premios: el de mejor actriz secundaria y el de mejor actriz principal en la categoría de drama. El esquivo Globo de Oro por fín recompensó una de las carreras más brillantes que la meca del cine recuerda en los últimos tiempos.

«¿Quién es esa inglesa gordita?». Muchos debieron hacerse esa pregunta en los Globos de Oro celebrados en enero de 1998, cuando la entonces pelirroja y robusta Kate iba acompañada de la estrella del momento, Leonardo DiCaprio, y defendía la que a la postre sería la cinta más taquillera de todos los tiempos, la omnipresente «Titanic». Era la estrella de un fenómeno de masas como no había visto Hollywood en mucho tiempo, y la actriz más criticada por sus kilos de más y sus formas rubensianas. No había salido de la nada. En 1994 había sido la implacable y loca Juliet Hulme en ese cuento lírico, terrible, divertido y hermoso que es la «Criaturas Celestiales» de Peter Jackson. Al año siguiente ya recibía su siguiente nominación por «Sentido y sensibilidad» y, durante aquel rodaje, lloraba de emoción al leer el guión de la película del barco. Fue ella la que convenció a James Cameron de que era su Rose y la que hizo que DiCaprio se lanzase a rodar una película que no iba con su forma de ver el cine. Y aunque fue él el que consiguió convertirse en una supestar, la Winslet cimentó un prestigio que nunca la ha abandonado en películas de bajo perfil comercial como «Holy Smoke» o «Iris».

Sin importarle ir de guapa o de fea, la británica criticó el Photoshop usado en una de sus sesiones de fotos para una revista de modas que pretendía bajarla de peso artificialmente. Esos mismos parámetros en torno a su aspecto la hicieron aparecer descuidada y neurótica en otro de los personajes de su vida, el de la desquiciadamente encantadora Clementine en la maravillosa y original «Olvídate de mí», probablemente la mejor película de amor de la última década. Después defendió ardientemente el personaje de Madamme Bovary en «Little Children». Era el espejo en el que se miraba su personaje de Sarah, un ama de casa aburrida y adúltera de los suburbios norteamericanos. En la ceremonia de los Oscars en la que recibía su quinta nominación por ese papel, convenció a su amigo Leo DiCaprio de llevar a la pantalla una novela de la que se declara rendida admiradora: «Revolutionary Road». Y esa novela y su traslación al cine por parte de su marido Sam Mendes ha sido la que le ha dado uno de los dos premios que anoche cosechó (el otro es por «The Reader», en donde encarna a una mujer que se relaciona con un adolescente y es acusada de nazi años después)

Lo mejor de esta «rosa inglesa», como la llaman sus compatriotas, no es su cristalina y expresiva mirada; ni siquiera su camaleónica expresividad y su capacidad para llegar al alma de sus personajes. Lo mejor es que casi nunca ve sus películas, abomina de las formas de Hollywood y es tan sencilla y directa que reconoce querer ganar un Oscar después de haber sido candidata en tantas ocasiones. La prueba de su humildad la da una entrevista que le realizaron en un programa televisivo en 2006. Al querer sorprenderla, el presentador le puso imágenes de un vídeo en el que tan sólo contaba con 5 añitos. Todo perfecto si no fuese porque la niña del vídeo no era ella. Sin embargo, la actriz no dijo absolutamente nada presintiendo que algún pobre infeliz sería despedido si descubrían que había elegido unas imágenes incorrectas. Toda una lección de humanidad que demuestra que los actores pueden controlar su ego y que, los artistas (y ella lo es) no tienen porqué ser insoportables seres llenos de demonios internos para ser grandes.
Los dos Globos de Oro de la actriz. El segundo de ellos se convirtió en uno de los grandes momentos de la ceremonia, con Winslet dedicando el premio a su marido y a su amigo y compañero Leo DiCaprio.