A diferencia de lo que acostumbra a ocurrir en los Globos de Oro (todavía resuena la victoria de The Affair), sólo una serie nueva ha conseguido entrar en este pequeño olimpo que es la categoría de mejor serie dramática: Better Call Saul. Por lo demás, decir que ha habido hueco para que una de las siete nominadas fuese Orange Is the New Black, que por cambios en la normativa ha pasado de comedia a drama, ya es decir mucho. El trofeo se lo disputan AMC y HBO, o lo que es lo mismo, Mad Men y Juego de Tronos. Pero veamos con qué cartas juega cada una de las siete finalistas.
Downton Abbey
La británica llega este año a los Emmy con un total de ocho nominaciones -bastantes menos de las habituales- y muy pocas posibilidades, por no decir casi ninguna, de hacerse con el premio gordo. Downton Abbey mantiene a sus fieles seguidores, por supuesto, pero no habido en esta quinta -y penúltima- temporada nada que nos haga pensar en un vuelco de votos a su favor. ¿Hay alguien mejor de 50 años a quien no le dé pereza esa serie?
Homeland
Alex Gansa y Howard Gordon han conseguido lo que parecía imposible en la cuarta temporada de Homeland: levantar unas cifras de audiencia que empezaron flojas sin Brody y reinventar la serie, para regocijo de la crítica. También los miembros de la academia lo han reconocido, devolviéndole parte de las nominaciones perdidas en 2014. Hablar de victoria es hablar demasiado, pero no seremos nosotros quienes le quitemos méritos. Superada la frenética experiencia en Islamabad, lo siguiente será Berlín. Queda menos de un mes para empezar la misión.
House of Cards
Sin llegar a los niveles de sus primeras entregas, la tercera ración de House of Cards en Netflix merece como mínimo un notable alto. Las artimañas de Claire y Frank Underwood por mantener la cuota de poder que han amasado se han topado con Rusia. Lars Mikkelsen, el actor que interpreta al presidente Petrov, ha sabido jugar su papel en el tablero de la política internacional, siempre mostrando sus cartas solamente a medias, el gesto duro incluso para coquetear con la primera dama de los Estados Unidos. Estará por ver en qué queda el vaivén del escritor y cómo de influyente es este personaje para Claire. Sólo añadiremos una cosa más: el «te dejo» con el que Robin Wright salió de plano en el último capítulo. La cara de Kevin Spacey. Ese momento.
Mad Men
Parecía una cosa y resultó todo lo contrario. El final de Mad Men no intentó contentar a todo el mundo ni dejar -al menos no al estilo Dexter- puertas abiertas a un regreso. Habrá quien se queje porque el destino de Peggy no es el que esperaba para un personaje al que hemos visto evolucionar desde su primer contrato como secretaria hasta el peldaño de tener en su poder la decisión de tener su propia compañía de publicidad o trabajar para una gran multinacional como McCann. Quéjense pues, también, porque Draper no ha tenido su escarmiento. ¿O sí lo ha tenido? Ahora es cuando más apetece volver a ver Mad Men, referencia no sólo del mundo de la publicidad en el Manhattan de los 60, sino de un momento en el que la calidad de algunas series de televisión está muy por encima de su presunto hermano mayor.
Orange Is the New Black
Se puede considerar un hito para Orange Is the New Black el haber conseguido la nominación en la categoría reina de serie dramática, ya que el paso de comedia a drama ha debilitado sus opciones en los Emmy. Como apuntábamos aquí hace unos días, la segunda temporada de la serie de Netflix estuvo a la altura de las expectativas, si bien la incorporación de la actriz Lorraine Toussaint polarizó, quizás en términos demasiado absolutos, los bandos entre las presas. Le pesa a la serie lo lejos que queda aquello y lo reciente que está su flojísima tercera temporada, que ha acusado los cambios en el equipo de guionistas capitaneado por la ‘showrunner’ Jenji Kohan.
Better Call Saul
Con méritos más que de sobra para estar aquí, la serie protagonizada por Bob Odenkirk es la única que podría dar la sorpresa si los académicos, por algún motivo que desconocemos, decidiesen darle la espalda a Mad Men y tampoco se decantasen por Juego de Tronos. Pero los Emmy no son los Globos de Oro. AMC tiene un producto notable al que le costó despegar debido al ‘hype’ con el que se estrenaba a principios de año. A veces copiando inevitablemente a Breaking Bad, a veces metamorfoseada en el ‘spin-off’ de Mike, otras jugando a ser Erin Brockovich. Superado ese pequeño desorden de personalidad en su recta final, esperamos más y mejor de Better Call Saul.
Juego de Tronos
La contendiente más mediática de las siete, la que mueve más millones, ha tenido una temporada un tanto deslabazada, concentrando incluso más de lo que habitual la artillería pesada en los capítulos finales. Ha faltado la figura del villano que tan bien llenaba Tywin Lannister o incluso Geoffrey, con todo lo que tenía de insoportable. Por mucho que el galés Iwan Rheon se esfuerce en maltratar a Sansa, algo falla en Juego de Tronos; está por ver si se debe al terreno pantanoso en el que se mueve con respecto a la obra de George R.R. Martin. La audiencia lo ha notado, y aunque le ha dado el récord de espectadores en su último episodio, ‘Mother’s Mercy’, la curva no ha sido ascendente como en las entregas anteriores. Ojo, que puede ganar y de hecho es la segunda en las apuestas, pero no creemos que este sea el momento en el que los Emmy decidan premiar a la producción fantástica de HBO.
Ganará: Mad Men
Debería ganar: Mad Men