OSCATLÓN 2012: Diseño de vestuario

OSCATLÓN 2008: Diseño de vestuario

El apartado de mejor diseño de vestuario es en esta ocasión particularmente estimulante. Junto a la inevitable nominación para una película de época (de época remota, de otro siglo, vaya: La duquesa), el resto de candidatas son una buena muestra de las formas de vestir a lo largo de los últimos cien años: los treinta-cuarenta (Australia), los cincuenta (Revolutionary Road), los setenta (Milk) y el siglo XX de pe a pa (El curioso caso de Benjamin Button). Pero es también un fiel reflejo del relevo generacional en este gremio.

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Nominada a la mejor dirección artística

Catherine Martin por Australia

La carrera de Catherine Martin siempre ha estado vinculada a la de su marido, Baz Luhrmann. Tanto es así en su currículo como directora de producción y diseñadora de vestuario sólo figuran las cintas dirigidas por él. Pero de la misma forma, es imposible entender el cine del realizador australiano prescindiendo de su obsesión por la ambientación. Ganadora de dos Oscar por Moulin Rouge, esta nominación de Martin por Australia es la única que la película-río de la temporada ha logrado de entre todas sus ambiciones iniciales. Probablemente sea una solución justa: pese a que no hay nada rompedor en sus diseños ni se encuentra rastro de los derroches imaginativos a los que nos habían acostumbrado, todos son adecuados, hermosos y refulgen con el halo inconfundible del trabajo bien hecho. Su mayor debilidad de cara a la victoria final (además de la mala acogida general de la película) es lo corto de su repertorio. Y eso a pesar de que cosió tres pares de pantalones diferentes para Hugh Jackman: unos para montar a caballo, otro para estar de pie estático y otro para caminar.

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Nominada a la mejor dirección artística

Jacqueline West por El curioso caso de Benjamin Button

Segundo (y brillante) ejemplo del relevo generacional: en diez años de carrera profesional, Jacqueline West ha firmado cuatro trabajos sobresalientes: Quills (por la que obtuvo su primera candidatura a los Oscar), La liga de los hombres extraordinarios, El nuevo mundo y El curioso caso de Benjamin Button, que nos ocupa. Esta cinta representaba un desafío fenomenal pues arranca en 1919 y termina en 2005. Ha tenido que vestir a niños y viejos, blancos y negros, ricas expatriadas y bailarinas de éxito y, pese a ello, lograr que cuando el público volviera a verles 30 años más tarde fuera capaz de asumir la evolución de su aspecto sin hacerse preguntas. Y vaya si lo ha conseguido. Además, algunos de sus figurines son verdaderamente sobresalientes, como los del personaje de Elizabeth Abbott (Tilda Swinton) o el vestido rojo que lleva Daisy en su reencuentro con Benjamin. Las creaciones para el personaje de Button no se quedan atrás y, a través de ellos, ha rendido homenaje a algunos de los personajes más imborrables de la historia del cine: Gary Cooper en ¿Por quién doblan las campanas? y Marlon Brando en El salvaje.

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Nominada a la mejor dirección artística

Michael O’Connor por La duquesa

A veces es difícil decidirse. Por un lado, parece cansino que si hay una película ambientada, pongamos, en el siglo XVIII, con sus polisones y oropeles, con toda seguridad vaya a resultar nominada. Pero por otro, nos detenemos a observar trabajos como el de Michael O’Connor para La duquesa y no podemos sino quedarnos boquiabiertos ante semejante derroche de precisión, cuidado, estudio de los colores y las telas. De belleza. Y no era algo baladí en la cinta pues vestir a la duquesa de Devonshire, la Isabel Preysler de su época, es toda una responsabilidad. Pues bien, O’Connor (otro que no lleva más de 15 años en la profesión) no sólo ha elaborado un repertorio de trajes que explican por sí solos por qué esa mujer levantaba tanta expectación, sino que ha cuidado hasta el último detalle del último extra.

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Nominada a la mejor dirección artística

Danny Glicker por Mi nombre es Harvey Milk

Para rematar esta selección de jóvenes talentos, Danny Glicker llega a los Oscar tras pasar por algunas de las cintas más interesantes del cine independiente de EE UU en la última década: L.I.E., Transamerica o Gracias por fumar. Mi nombre es Harvey Milk ha sido su primera gran oportunidad y no la ha dejado pasar. Su minuciosa recopilación de la forma de vestir de los setenta, tirando del tópico en unos casos y huyendo de él en otros, logra por sí sola ambientar la cinta en su década, sin necesidad de pedir a los decorados quiebros imposibles. Glicker ha dotado a cada personaje de su estilo: Harvey Milk empieza siendo un hippie y le va transformando con toda naturalidad en un político discretamente trajeado; los cargos públicos que le rodean en el Ayuntamiento son adecuadamente grises; los seguidores de Milk, en cambio, son tan variopintos como se quiera, desde el chaval que se apaña con unos vaqueros y camiseta al que prefiere transformarse de arriba abajo, pasando por el chico recién llegado de provincias y o el adolescente minusválido y reprimido. Todo es tan preciso y matizado que al espectador le basta un primer vistazo para saber a qué personaje tiene delante.

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Nominada a la mejor dirección artística

Albert Wolsky por Revolutionary Road

Para cerrar este espectacular quinteto, al fin, un veterano. Y no uno cualquiera, sino Albert Wolsky, uno de los creadores más versátiles de las últimas décadas, que logra con Revolutionary Road su séptima candidatura a los Oscar (dos de ellas ya se tranformaron en estatuilla: Empieza el espectáculo y Bugsy). En la película de Sam Mendes, Wolsky ha realizado un trabajo sutil y elegante. Lo mismo que ocurre con la dirección artística de Kristi Zea, el vestuario acompaña a la historia con idoneidad, poniendo su granito de arena a ese tono de insoportable cotidianeidad que recorre la película. Como la impecable casa de los Wheeler, el matrimonio (y sus vecinos) viste como deben conforme a las convenciones sociales, en los colores indicados, evitando el menor detalle estrambótico. Es el triunfo de los tonos pastel, que tan sólo ceden ante otros colores en la secuencia de la salida nocturna y para el personaje de la secretaria amante de Frank. Todo es buscadamente plano, delicado y elegantemente vulgar.

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Quién ganará: La duquesa
Quién debería ganar: Mi nombre es Harvey Milk

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