Christopher Nolan

Christopher Nolan, el autor tras el murciélago

Tras meses de infinita y cargante promoción, secretismo y megalomanía marketiniana, por fin llega a los cines la que pretende ser la última entrega de la franquicia Batman dirigida por Christopher Nolan, un ejercicio fílmico excesivo y deslavazado que pretende seguir una estela de éxitos que muy probablemente consiga, pero que, aunque tomando elementos similares y reutilizando fórmulas ya testadas anteriormente, queda artísticamente a años luz de sus predecesoras.
Christopher Nolan
La megalomanía es muy efectiva, pero es mala consejera y hace perder la perspectiva de lo que se está haciendo en pos de la teatralidad, el artificio y el espectáculo. La combinación de una ambición efectista y una historia sólida siempre ha sido el sello autoral del británico Christopher Nolan, que tras comenzar su andadura con grandes historias de modesta puesta en escena, poco a poco ha ido escalando a nivel presupuestario hasta casi tener carta blanca artística manejándose con unos presupuestos pocas veces conocidos.

Esta es la evolución de un gran maestro de ceremonias, de un autor que con los medios disponibles preparaba al espectador para asistir a un espectáculo cinematográfico completo, si bien no por lo espectacular de la producción, si por el alucinante contenido que albergaba la historia o la original forma de contarla. Poco a poco parece que las ansias por impresionar, espectacularizar y epatar han fagocitado al autor, y hemos visto como poco a poco Nolan prescindia de un guión milimétrico en servicio de una historia bien contada para hacer concesiones y licencias artifiosas.
Christopher Nolan
Ahora, con su última entrega de Batman El Caballero oscuro: la leyenda renace, parece que esta evolución ha llegado a su cúspide. Batman Begins fue un buen comienzo que combinaba un guión fundamentado, con coherencia narrativa y repleto de una filosofía particular que, apliacada al superhéroe de Gotham suponían una combinación más que estimable y conformaba una sólida y diferente propuesta para una adaptación cinematográfica del héroe de DC Comics. Personajes bien construidos, con ambición de realismo determinista, que creaban un universo llamado a ser un caldo de cultivo de una nueva forma de abordar el cine de superhéroes, tan en boga en aquel entonces.

El caballero oscuro, por su parte, prometía mucho más de lo que finalmente acabó aportando a la saga. Más allá de elementos interpretativos, la secuela del Batman de Nolan se mostraba mucho más ambiciosa a nivel argumental, manejando conceptos, ideas, propuestas e interrelaciones entre personajes mucho más fuertes, profundas y solemnes que su predecesora, queriendo sentar base de la magnificencia y épica de la que Nolan puede revestir al personaje. Lo consiguió, no se puede dudar, pero a costa de confundir al espectador, desviando su atención con punch lines extraídos de libros de autoayuda, ostentosas escenas de pretendida acción que se desinflan conforme avanza la película y unas ideas muy potentes apuntadas en guión y que a pesar de dejar en la expectativa al espectador, no se llegan a llevar a cabo.

Por su parte, El caballero oscuro: la leyenda renace, aún siendo más similar en propuesta a Batman Begins que a su secuela, abandona por completo la voluntad de ser una historia bien formada, fundamentada y con consistencia, para dejarse llevar por el propio hype creado alrededor de la película y acabar armando una historia contada en sketches aparentemente épicos que, en caso de no estar a la altura, están acompañados por la atronadora y taquicárdica banda sonora de un Hans Zimmer desatado, garantía absoluta de epicidad. La cinta toma los momentos más celebrados de sus dos precuelas, las homenajea, las vuelve a plasmar en cine y con ellas, sabiendo que funcionan, arma una historia deslavazada, que responde más a lo necesario que a lo lógico y que destila, como su protagonista, un punto de desazón, de hastío, de desidia, una especie de compromiso con la franquicia que obliga a que ésta finalice a toda costa, aún dejando entrever el cansancio artístico de sus responsables.
Christopher Nolan
Entre estos filmes, Nolan se desintoxicó del huracán Batman con dos filmes estimables, cada uno en su campo. El truco final, quizá una de las películas más rutinarias del mejor Nolan: una historia firme y consistente donde, tras Batman Begins, Nolan comenzaría su transformación en ilusionista de imágenes y argumentos, dando cumplida cuenta en la historia que adaptaba aquí, y que sirve como ejemplo de su propia carrera.

Después de El caballero oscuro llegó Origen, la cinta que serviría para poner a prueba la credibilidad de Nolan como autor de masas, la cinta que marcó a fuego la palabra hype en el universo del británico, y que ya ponía en práctica sus ilusiones fílmicas para regocijo del espectador que gusta de ser manejado a merced de la película.

Con esta evolución, en estos pasos, a partir de ahora solo cabe la incertidumbre. ¿Que será ahora de Nolan? ¿Volverá a sus orígenes tras el maremoto franquiciado del caballero oscuro? ¿Continuará haciendo gala de su faraonismo cinematográfico con proyectos cada vez más ambiciosos a nivel de espectáculo? Sea como sea, es innegable que, a pesar de los pros y contras que se le puedan atribuir a Christopher Nolan, el británico ha sabido elegir sus proyectos y no ha dejado a nadie indiferente, pero no hay que olvidar que Nolan ha enseñado a toda una generación a cuestionar formas y fondos cinematográficos, y que, al igual que sus pupilos aprenden y evolucionan, el maestro tiene que saber estar a la altura, no pecar de soberbia, y contar con que todo lo que él enseñó podría volverse contra él, para así evolucionar con su público hacia un crecimiento artístico e intelectual que ha sido lo que, en base, formó todo lo que hoy es. Nolan, te echamos de menos, vuelve.