Recuerdo las soporíferas sobremesas de sábado después del cocido de mamá. Mis hermanos y yo nos peleábamos por coger el mejor sitio para ver la peli que tocaba en la primera de TVE (sí, cuando sólo había dos cadenas): con un poco de suerte, no tocaba una de vaqueros, y nos ponían una buena de aventuras o una de romanos, de conquistas de pueblos bárbaros, formaciones de tortuga y soldados con falditas. Tras décadas en las que se ha ido dejando atrás el género salvo algunas excepciones más o menos honrosas y en las que no se ha hecho más que apelar al rigor histórico, ahora viene Neil Marshall y recupera el género. El género de las pelis de romanos en las que lo de menos era que fueran romanos. Además, parece que el director inglés se ha visto todas las anteriores (y algunas de otros géneros) y ha cogido un poco de cada para mezclarlas en la coctelera de Centurión; mención aparte para Gladiator, a la que hace más de un guiño, incluido el grito de “I am a soldier of Rome! I will not yield!”. Sí, existieron los pictos y hubo una Legión IX; y mencionan el Muro de Adriano, que sí se construyó. Hasta ahí.
Así que no se puede ir a ver esta película buscando aprender algo de historia. Y en realidad no creo que nadie vaya a verla movido por eso. Quien vaya, irá porque es una película de Neil Marshall, y porque el cartel promete acción, buena acción guerrera. Y hasta ahí, debo decir que la película cumple como thriller de supervivencia. Las escenas de lucha están rodadas con vigor, sin escatimar sangre, ni violencia, ni sonidos de espadas cortando cabezas; parece que Marshall mantiene su sello de vísceras sin control haga una de romanos, una de hombres lobo o una de cavernícolas monstruosos. También es marca de la casa el argumento: un grupo de personas en un entorno hostil y acosados por un enemigo desconocido y de fuerza y crueldad descomunales. Por culpa de la fotografía y del diseño de vestuario, en algunos momentos no se sabe quién está masacrando a quién, pero el director sabe mantener el ritmo y la tensión, sobre todo en las persecuciones y en las luchas cuerpo a cuerpo.
El resto, pues nada del otro jueves. Aunque tiene planos de incuestionable belleza, la historia es muy predecible. Los personajes, incluso el protagonista, pero más notablemente en el caso de los compañeros supervivientes, están pobremente definidos y desarrollados (la villana picta Etain ―Olga Kurylenko―, que se supone que es la rastreadora más temible de Caledonia, resulta irritante, pero miedo, lo que se dice miedo, no da mucho); no se entienden algunas de sus reacciones, e incluso a veces da la impresión de que en el montaje se han perdido diálogos o planos importantes. Y eso que, a pesar de que no aporte nada nuevo, sí que dan ganas de saber más de algunos de ellos, sobre todo de Titus Virilius (nombre muy apropiado para el personaje de Dominic West). Michael Fassbender sabe estar a la altura de su primer papel protagonista, y parece que le espera por delante una brillante carrera. Además, algunas de las situaciones son inverosímiles por poco justificadas, como ese final que para mí es sencillamente incomprensible.
Eso sí, bonita fotografía y bonitos paisajes.
Centurión se estrena mañana viernes, 20 de agosto, en salas comerciales de toda España.