Drive

‘Drive’, la soledad del conductor de fondo

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Después de hacerse de rogar por varios retrasos en su fecha de estreno, llega a los cines Drive, la cuota arty/indie/cool dentro de las mejores películas del año. Dirigida por el siempre interesante Nicolas Winding Refn, quizá sea con este trabajo con el que alcance su cénit creativo (por ahora) en una película en la que todos los elementos, referencias, homenajes y oficio cinematográfico se conjugan para crear una de las cintas mas vibrantes de la temporada sin hacer muchos aspavientos ni abusar de fuegos artificiales, pero guardando en su interior una violenta historia de venganzas y ajustes de cuentas.

La propuesta del director danés combina una interesantísima vertiente pop netamente artística y preciosista con otra vertiente narrativa, adaptada de la novela homónima de James Sallis, que aun siendo explícitamente menos ambiciosa y carente de originalidad para el espectador, cumple con creces las necesidades que la parte más artesanal de la película requiere. Así, Refn se transmuta en un artesano de la tipología cinematográfica para llevar a la pantalla, utilizando centenares de referencias, una de las historias más básicas que se conocen: el viaje del héroe. En este caso, la historia de este solitario héroe anónimo cuya discreta vida profesional como especialista de cine de día y conductor en fugas delictivas de noche se entrelaza, por una mala jugada, con una vida personal recién adquirida.

Homenajeando diferentes aspectos de la historia del cine, se acaba configurando un mosaico de referencias, referentes y mezclas de géneros que acaban por formar un pastiche que, en el fondo, toma muchos ingredientes ajenos pero consigue crear una obra totalmente independiente con una identidad, un universo y unas características propias, que no interrumpen la trama, no ensucian la percepción del espectador y crean una pequeña obra de arte cinematográfica. Algo así como lo que seguramente quiso haber hecho Quentin Tarantino en su saga Kill Bill antes de que se le fuera de las manos referencialmente.
Drive
Personajes con presencia sacada de cualquier película de los 70, aderezo musical de los 80 (con una sobresaliente banda sonora firmada por Cliff Martínez, desafortunadamente eliminada de la carrera a los Oscar), heredera del cine negro y de acción de la época, y localizada en un punto indeterminado del nuevo siglo, de Drive destaca, sobre todo, la frialdad aplicada por los personajes en una propuesta tan pasional, la distancia psicológica que separa al espectador del personaje, pero que nos hace contemplar la historia como una fábula, un cuento, una pequeña historia de héroes y villanos en la que podemos identificarnos con ese héroe humano que encarna Ryan Gosling, un verdadero héroe que, como tal, lucha por un objetivo que tiene la cara de Carey Mulligan, y, sobre todo, por Benicio, el hijo de su personaje, el único ser inocente que habita esta película y por el que merece la pena sacrificar hasta el último esfuerzo, para conseguir salvarle y no hacerle partícipe de ese universo violento y podrido que le rodea.

Las interpretaciones, más que correctas en todos y cada uno de los casos, merecen destacarse: Ryan Gosling confirma, en contrapunto con su personaje en Crazy, stupid, love (por el que ha sido nominado al Globo de Oro), que es capaz de ser tan contenido como expresivo dependiendo de las necesidades y las circunstancias cinematográficas. Acompañado de la consabida ambientación, en la que también se incluyen vestuario (con esa cazadora plateada con escorpión a la espalda que está llamada a convertirse en auténtico icono del cine), peluquería y maquillaje, Gosling configura un personaje frío, visceral, observador, contenido, que combina y acumula sensaciones, emociones y circunstancias con solo un golpe de mirada, un apretón de manos o una breve contestación.

Carey Mulligan tiene en esta historia su personaje más discreto del año (en contraposición con el de Shame, de próximo estreno, en el que se deja las vísceras en la interpretación), una princesita herida en lo más profundo de su ser, que se ve inmersa en un mundo de mafias y conflictos de intereses y cuyo hijo supone un rayo de esperanza y una razón para continuar con su desafortunada existencia. Rodeando a esta pareja protagonista, un nutrido grupo de secundarios de lujo entre los que destacan un soberbio Albert Brooks, que interioriza su personaje de mafioso con ínfulas hasta tener una presencia física en pantalla que roba escenas a cualquiera de sus compañeros de reparto. Lo mismo pasa con Bryan Cranston, uno de los personajes más explícitamente sentimentales de la película, que consigue, apenas con sus pinceladas iniciales, meterse al público en el bolsilo interpretando al sufrido y veterano mentor que batalla por su pupilo Gosling. Cierran el reparto dos caras muy televisivas, junto a Cranston: Christina Hendricks y Ron Perlman, dos personajes con menor peso en la trama pero igualmente magnéticos en pantalla.

En definitiva, Drive supone, sin duda alguna, una de las propuestas más interesantes del año, en el olimpo de los estrenos de la temporada y que con toda probabilidad el tiempo coloque dentro de las listas de los grandes títulos de culto. Un ejercicio de sabiduría cinematográfica y sobre todo, una acertada reflexión sobre la sociedad actual, sus miedos, sus frustraciones, sus pasiones y sus luchas internas. Y una cazadora plateada con un escorpión en la espalda. Eso es Drive.
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