Esta semana por fin llega a los cines españoles la película de la que todo el mundo habla. The Artist se ha convertido, en cuestión de meses, y desde su paso por Cannes, en una película-acontecimiento que no deja a nadie indiferente y que ha ido cosechando premios del público allá donde se ha proyectado. Además, ha encandilado al círculo de críticos de Nueva York, y al de Washington que le han otorgado su mayor premio, entre otros muchos otros reconocimientos. Pero, ¿qué lleva a una película muda rodada en blanco y negro y dirigida por un francés a ponerse en primera línea en la carrera a los grandes premios cinematográficos?
Resulta desconcertante algunas expectativas que se escuchan por ahí. The Artist no es cine mudo, como algunos espectadores se han aventurado decir acertadamente. The Artist es algo aún mejor, es un sentido y apasionado homenaje a ese cine silente, a esa época dorada de Hollywood de finales de los 20 e inicio de los 30, del cambio del mudo al sonoro, un homenaje que, como tal, no busca imitar, sino reflejar, desde el respeto y el cariño, y desde el poso que deja el estudio y visionado del trabajo de principios de siglo y todo lo que ese cine, esa época y esa industria han proporcionado a la historia del cine y al imaginario colectivo. No hay que dejar de tener en cuenta la idea de que es una película hecha en 2011, por un director francés, y con una duración de 100 minutos (poco usual en aquella época), por lo tanto es francamente inútil ir buscando una obra que continúe la estela de los grandes pioneros del cine.
Pero no importa, porque esos detalles de ubicación temporal y circunstancial del filme son irrelevantes si se tiene claro a qué se va al cine. Esta cinta va más allá del concepto de buena o mala película, verosímil o no, no se mueve en esos cánones; es un calificativo irrelevante, porque esta cinta apela al sentimiento y a la pasión más que a la técnica y la resolución. Se agarra a la nostalgia de un tiempo que la gran mayoría de su público no ha vivido y que, por si fuera poca la dificultad, debe infundir en su audiencia. Está dirigida de manera directa al sentimiento de cariño por el séptimo arte, como un canto a la cinefilia. Es un homenaje tan sincero, tan explícito y tan divertido, que si te gusta el cine es muy poco probable que no te guste esta película.
Porque el homenaje no se queda en la superficie de la técnica únicamente, el homenaje se transmite a la narración y se producen unos maravillosos momentos de experimentación con el lenguaje, de licencias en la narración y de juego con el espectador que hacen cómplice al público enseguida, metiéndoselo en el bolsillo durante toda la proyección. Una traviesa delicia cinematográfica que, como hasta ahora ha resultado, no ha dejado a nadie indiferente.
Y es que el espectador de esta película comparte con Michel Hazanavicius su visión del cine. Esta película homenajea un tipo de cine muy concreto, la época dorada de un lugar muy concreto, y en definitiva una época muy concreta de la historia del cine, tanto a nivel industrial, como a nivel artístico, una época con la que poca gente ya ha tenido contacto directo y que se basa, sobretodo, y más aún fuera de Hollywood, en recuerdos, testimonios e imágenes proyectadas al exterior desde la que fuera la fábrica de los sueños; pasados por el tamiz del tiempo, además del filtro concreto de cada fuente. Es por eso que The Artist se arma más con pasión que con fidelidad, se basa más en lo que recordamos o nos han contado del cine mudo que en lo que quizá realmente fue.
Superando estas ‘condiciones circunstanciales’ de la película además de tener claras sus intenciones, cosa fácil ya que no obligan al espectador a hacer mucho esfuerzo ni comulgar con ruedas de molino, The Artist se muestra en cuerpo y alma, pone las cartas sobre la mesa para llevar al espectador a lo largo de una hora y cuarenta minutos de disfrute, diversión, y sobretodo, amor por el cine.
Y es ese amor por el cine que profesa la película lo hace, inevitablemente, recomendar el respeto a su homenaje, y ser partícipe de él también en el visionado. Sin duda alguna, ésta película esta hecha para disfrutarse a la antigua usanza: en una sala de cine. El día 16 estará en las salas de todo el país y dejará de ser feudo de unos pocos privilegiados, The Artist viene pegando fuerte de cara a los premios, y desde luego, tiene muchas papeletas para salir victoriosa de su periplo de galardones.