This must be the place

‘Un lugar donde quedarse’, los ‘daddy issues’ de una estrella del rock

This must be the place
Hay veces que una película esconde en su historia algo mucho más profundo que la mera trama dramática de la misma. Ésta es una de esas películas. Paolo Sorrentino cuasi traviste a Sean Penn para narrar la odisea de un niño con cuerpo de adulto que necesita encontrar el rastro de su padre para vengarle y así poder avanzar en su propia existencia. Una emotiva historia que, en el espectador adecuado, es capaz de remover muy dentro.

Cheyenne es una estrella del rock venida a menos que no renuncia a su estética gótica. Mientras disfruta viviendo de sus derechos de autor, su padre, con el que no mantenía relación alguna, fallece. Es entonces cuando empieza un viaje físico y espiritual para Cheyenne en el que descubrir América, a su padre y a sí mismo.

Cuando hace tres años Il Divo, anterior película del director, ganó el Premio del Jurado que presidía Sean Penn en Cannes, muchos especulaban con la posibilidad de su colaboración conjunta. Años después y tras un proceso conjunto de elaboración de la historia, los personajes y en definitiva, parte del fondo y la forma de la película, por fin llega a nuestras pantallas una de las películas más personales de ambos, tanto de uno como director como de otro como protagonista.

Esta odisea espiritual con una propuesta tan inusual como desconcertante ya no solo en la cinematografía del director y actores, sino también en el panorama cinematográfico actual. La apariencia exterior de road movie tragicómica pulula sobre todo el metraje pero pronto, gracias a un guión certero y milimetrado, comienza a desvelarse la verdadera profundidad psicológica de la historia.

Un lugar donde quedarse es una sesión de terapia para el espectador, pero sobretodo es un retrato tímido a la par que certero, de una tipología de persona cada vez más habitual en la sociedad actual, una especie de Peter Pan involuntario que se ha visto anclado en una etapa temprana de su vida mientras su entorno seguía creciendo y finalmente se encuentra con una anacronía personal para con el mundo que se mueve alrededor.