"ALADDíN"(John Musker y Ron Clements,1992):La Arabia más divertida


En noviembre de 1993 se estrenaba en nuestro país, con un (hoy impensable) retraso de un año, otra de las joyas de la nueva era Disney, «Aladdín», basada en los clásicos cuentos de «Las mil y una noches» y, según más de un avezado crítico, en la magnífica «El ladrón de Bagdad»(Michael Powell, 1940). La tardanza de estos estrenos planificadamente navideños no impidió que la película se convirtiese, también en nuestro país, en una de las más taquilleras de la historia.

Desde el estreno de «La Sirenita», Disney vivió una época de florecimiento artístico y comercial que no se había dado desde la muerte del propio Walt. Volviendo a los orígenes de la compañía y actualizando su humor a la par que convirtiéndo sus películas en grandes musicales brodwayanos, la compañía del pato Donald o el ratón Mickey ganó Oscars y devolvió al público la pasión por ir a ver dibujos animados al cine. Asímismo, marcaron a toda una generación de niños entre la que tengo el honor de verme incluído. «Aladdín» siempre estuvo acusada de ser algo simplista y de no llegar a la altura de la precedente, «La Bella y la Bestia», pero su humor cargado de gags rápidos, sus divertidos personajes y su espectacular diseño inspirado en miniaturas árabes y a un profundo estudio en Irán del equipo artístico, son insuperables. Los gags humorísticos hacen que incluso en los momentos más potencialmente ñoños la película sea una auténtica atracción de feria. Así, cuando Aladdín se pasea con Jasmine en la alfombra mágica, hay espacio para la diversión (ella se da cuenta de que él es el mismo chico pobre del bazar gracias a un mimético contrapicado en el que el joven repite erróneamente un gesto mostrado a la chica en su encuentro previo; también vemos como hasta un escultor de esfinge comete un impagable y divertido error). Pero el mejor humor de la película, moderno, plagado de referencias a la cultura popular y de divertidísimos gags visuales viene a cargo del genio al que puso voz un inefable Robin Williams en la versión original (aquí en nuestro país fue el no menos genial Josema de «Martes y Trece» el encargado de tamaña tarea). Así, el genio se transforma continuamente en personajes como un diseñador gay (!!) un presentador de concursos o una tímida y enamoradiza chica gracias a los golpes de humor diseñados con buen tino en un guión que tiene una moraleja muy propia de Disney: como bien aprende el propio Aladdín, el precio de no ser uno mismo puede ser bastante caro.

La personalidad del genio y de aquellos que le dieron voz es tan amplia que deja poco hueco para el resto de los personajes, pero éstos no son los simples esquemas que críticos como Rogert Ebert afirmaron en su día. Aladdín sueña con ser alguien y no un simple ladronzuelo, y a este fín se le dedican dos canciones en el inicio de la película, cuando son presentados los personajes. También en ese inicio conocemos las ansias de libertad de Jasmine, los malvados propósitos de Jafar y la candorosa ingenuidad del sultán. Los animales vuelven a estar diseñados, como ya es habitual en Disney, mejor que los personajes humanos. El loro Iago es una maldad andante y protagoniza uno de los momentos más divertidos de la película: aquel en el que, tras ser perseguido por el sultán en alfombra voladora, él buen animal se la pega contra una columna y en sus alucinaciones, en vez de las clásicas estrellitas, ve a decenas de sultanes en alfombra rondándole la cabeza. Pero si hay unos personajes secundarios especialmente notables, esos son el mono Abu, que muestra su egoísmo sin ningún diálogo y sirve en la trama para que el protagonista se quede atrapado en la cueva; y la alfombra mágica, maravillosamente animada por ordenador hasta el punto de tener una personalidad definida. También protagoniza una de las secuencias más espectaculares, infográficamente hablando, de toda la película: aquella en la que Aladdín y Abu han de escapar de la cueva y se enfrentan con todo tipo de peligros.


La banda sonora de la película convierte la música clasicamente árabe en un espectáculo anglosajonizado aunque propio de un musical de Bollywood. Uno de los aspectos más criticados por decenas de asociaciones árabes en el momento del estreno de la película fue el de caer en los estereotipos que todos conocemos y que, a buen seguro, serían mucho más polémicos en esta década post 11 de septiembre de lo que lo fueron en la de los 90. Canciones como «Príncipe Alí», «Un genio genial» o la ganadora de un Oscar «Un mundo ideal» son pegadizas y se han convertido en inolvidables con el paso de los años. Las canciones, la calidad de la animación y el diseño de los personajes, demostraron al espectador, una vez más, que el humor ágil, divertido y frenético no es solo patrimonio de las películas con actores de carne y hueso. Además, muchos de los que fuímos niños en aquellas navidades de 1993 jamás olvidaremos nuestro paseo por mágicas alfombras, enormes dunas y maravillosos palacios árabes en uno de nuestros primeros paseos (el primero para un servidor, de ahí el cariño inconmensurable hacia esta película) por la gran pantalla.

VALORACIÓN:

Videoclip de «Un mundo ideal» para Sudamérica. Aquí en España también fue cantada por Michelle, pero con otro compañero de micrófono: Enrique del Pozo (sí, es increíble pero cierto)