CENTENARIO BARBARA STANWYCK: "Voces de Muerte" (Anatole Litvak, 1948)

Una mujer enferma y en cama está inquieta ante la tardanza de su marido a la hora de llegar a casa. A través del teléfono que está permanentemente a su lado, escucha accidentalmente el plan para asesinar a una mujer. Poco a poco, telefoneando a la secretaria de su marido, a su antigua novia o recibiendo llamadas de un misterioso hombre, comienza a saber la razón del retraso de su marido y su participación en asuntos bastante turbios.


Esa es la premisa básica de este genial ejemplo de «cine noir» de los años 40 en el que el guión, basado en una corta historia de radio, parece una cebolla con varias capas que van desvelando turbios asuntos en los que la amoralidad (de la enferma, su marido y de casi todos los personajes que pueblan la historia) es la principal protagonista. Narrada al más puro estilo «Ciudadano Kane» , en el que cada interlocutor telefónico va aportando datos a través de continuos flashbacks dentro de flashbacks o de voces en off de todos ellos, la película va deparando sorpresa tras sorpresa hasta su devastador final. El cine negro desde el punto de vista femenino fue poco habitual salvo contadísimas excepciones («Alma en suplicio», Michael Curtiz, 1945, es el ejemplo más sobresaliente) pero aquí volvemos a tener a una protagonista femenina que, aun en un estado de debilidad, se nos va mostrando como una histérica manipuladora y chantajista emocional que ha arruinado la vida de su marido.

La película, como buen noir, vuelve a recurrir al expresionismo, con la oscuridad, la noche y las sombras amenazadoras como protagonistas. Todo esto era habitual en este tipo de películas que florecieron tras la Segunda Guerra Mundial. Lo que no era tan habitual es el impresionante uso de la cámara por parte del director. Cada vez que un personaje hace referencia a algo la cámara nos lo enseña, como cuando la protagonista está sola y la cámara recorre, en sinuoso travelling, toda la solitaria mansión. También se hace uso de la misma para describir a los personajes en un uso casi hitchcockiano en su querencia por la experimentación formal (el padre de la protagonista es descrito a través de un «paneo» de la cámara por toda su habitación, algo que el propio Hitchcock utilizaría años más tarde en su «Ventana Indiscreta»). Los travellings circulares o el acercamiento de la cámara hacia un primer plano de las angustiadas caras de los personajes, hacen que esta sea una de las películas técnicamente más perfectas de la historia del cine negro.

La película profundiza en sus personajes de manera acertada aunque quizá alarga demasiado situaciones que delatan su origen como simple relato corto. Así, Burt Lancaster es el marido oprimido deseoso de escapar del encorsetamiento al que le ha arrastrado su matrimonio con Barbara Stanwyck. Aunque alejada de otras interpretaciones del mítico actor, esta película da indicios de una mirada sumamente expresiva. Pero si hay una estrella en esta película aparte del propio teléfono es Barbara Stanwyck. La actriz pasa de ser la inofensiva víctima de la soledad y de una compleja trama de su marido a convertirse en un personaje odioso, histérico y repelente. Sólo una actriz como la Stanwyck podía resultar convincente ante tal gama de emociones. «Voces de muerte» ha envejecido asombrosamente bien a pesar de que el uso que le damos hoy al teléfono es bastante diferente tras la aparición de los móviles. Sin embargo, décadas antes de «Scream» (Wes Craven, 1996) y de la telefonía móvil, Litvak ya nos mostró que el teléfono puede ser un intrumento bastante desagradable dentro de una vida moderna cargada de soledad a pesar de sus imparables avances tecnológicos.

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