«Tengo un rostro de otro siglo». Así justificaba John Charles Carter, más conocido como Charlton Heston, la tendencia a encarnar personajes épicos e históricos. Ciertamente, el pasado lo trataba bien. Fue el Moisés definitivo (y el más sexy) en «Los diez mandamientos» (Cecil B.deMille, 1956) y el judío que se rebela ante su ex-amigo(y dicen que más cosas) romano en la mastodóntica «Ben-Hur» (William Wyler, 1959). Estas dos encarnaciones , junto a las del Cid o la de Miguel Ángel en «El tormento y el éxtasis» le garantizaron la perpetuidad y sellaron su imagen de especialista en personajes «bigger than life». Pero pocos recuerdan que ayudó a la financiación de obras maestras como «Sed de mal» de Orson Welles o que su política era liberal antes de tornarse reaccionaria y adicta a las armas. Tampoco que, en sus inicios, las cintas de aventuras que protagonizó (ahí están las hormigas asesinas de «Cuando ruge la marabunta» para demostrarlo) son una auténtica reliquia.

Nada de esa imagen quedará para las futuras generaciones y, probablemente, las chicas se seguirán admirando del erotismo que desprenden sus personajes históricos; los chicos querrán ser como él, un héroe aguerrido y épico; y los nostálgicos recordarán que una de las etapas más imborrables de un Hollywood que aún se tomaba muy en serio a sí mismo, estará para siempre unida a su anacrónico rostro.
Charlton Heston falleció el 5 de abril a los 84 años