EL ADIÓS DE UN GRANDE: Ingmar Bergman (1918-2007)

Creador de un personalísimo estilo de hacer drama aunque pupuló por todos los géneros habidos y por haber, y defensor a ultranza del cine europeo frente al controlador Hollywood, Ingmar Bergman será recordado como un dios para Woody Allen y para millones de cinéfilos, y como un pedante y trascendental artista para otros. Unos y otros pueden llevar razón, lo que no quita fuerza a peliculones de la talla de «El séptimo sello» (1957), obra capital en la cinematografía europea en la que la mismísima muerte se enfrenta a un caballero que vuelve de las Cruzadas y sólo encuentra muerte y desolación a su paso, o «Persona» (1966), en la que ya cuenta con su musa favorita, Liv Ullman, para reflejar (con todo tipo de experimentaciones formales que siguen siendo audaces en 2007 y su famosísimo uso de primeros planos y dudas existenciales y religiosas para desenmascarar el alma humana) el descenso a los infiernos de la psicóloga que trata a una actriz que, consumida por la depresión, ha dejado de hablar. Personalmente, recordaré por esas dos grandes películas a este genio, que ha fallecido en su Suecia natal (fue el estandarte del cine de aquel país) a los 89 años de edad. Descanse en paz.