
Ante un guión de semejante riqueza, De Palma echó el resto en una puesta en escena que envidiaría el mismísimo Orson Welles. Ésta incluye las largas tomas que filma las conversaciones que definen al personaje (con la madre que lo repudia, con la policía que lo trata como a una basura o observando a una etérea Michelle Pfeiffer bajando de un ascensor) los planos subjetivos a cámara lenta (su intocable hermana bailando con un desconocido ante su furiosa mirada) o los planos secuencia tan queridos por el director (la cámara que «sale» de una ventana en la que se perpetra un sangriento crimen con una sierra mecánica o la caída de Montana en su propia piscina mientras vemos ese eslogan, «El mundo es tuyo», que parece ser toda una ironía sobre su descenso a los infiernos) Todo el artificio desemboca en una hipérbole que roza la comidad en la sangría final, lo que quizá impida que el film sea una obra maestra, pero de lo que no hay duda es de que pocas películas del género son tan entretenidas y están tan bien rodadas. Si De Palma es, como se suele decir, el mayor imitador de Hitchcock, el genio del suspense estaría encantado de ver una película en la que, como en las suyas, la forma y el fondo forman un estupendo matrimonio.
VALORACIÓN: ****1/2