EL TERROR DE LO COTIDIANO: "Henry, retrato de un asesino" (John McNaughton, 1986)

Recordada por la polémica que levantó en el momento de su estreno y clásico de culto indudable hoy en día, «Henry, retrato de un asesino» no lo tuvo fácil a la hora de estrenarse en la gran pantalla. El productor pidió a McNaughton una película de terror de bajo presupuesto, en la línea de las secuelas de «Viernes 13» o «Halloween» que poblaban los cines por aquellos años. Sin embargo, éste le entregó una demoledora historia con estilo de docudrama marginal, realista y rompedor. Puede que por ser tan iconoclasta, tan heterodoxa, la película estuviese en el limbo de las clasificaciones por edad (tan habituales en Estados Unidos, y tan conservadoras) hasta su estreno en el otoño de 1989, tres años después de su realización.

«Henry..» comienza con un alejamiento de cámara muy hitchcockiano: cualquiera que recuerde el movimiento de cámara en espiral del cuerpo inerte de una Janet Leigh «postducha» en «Psicosis», lo identificará con el comienzo de esta película. Un montaje que muestra cuerpos inertes tras su asesinato se entremezcla con las imágenes del asesino, un Henry que conduce tranquilamente su coche. A partir de ahí, todo puede ocurrir; la tensión es constante durante todo el metraje. Nunca sabemos que consecuencias tendrá que enseñe a su compañero de piso (paradójicamente, mucho más amoral y malvado que el propio Henry, que parece carecer de cualquier sentimiento) a descargar su ira mediante el asesinato indiscriminado. Tampoco estamos seguros de que hará cuando persigue a una inocente mujer por la calle oscura de los barrios marginales que se ven en la película; ni tampoco que se haga amigo de la hermana de su compañero de piso y que ésta, ingenuamente, crea que él es la salida a su vida miserable al compartir ambos experiencias traumáticas en la infancia.

Esa experiencia traumática es quizá la única explicación de sus crímenes, pero al director no le interesa explicar demasiado. Henry mata de forma automática, como si se tratase de una máquina. Podría recordar al Michael Myers de «Halloween» pero, al contrario que en la genial película de John Carpenter, aquí no hay ningún tipo de adorno ni de concesión a lo cinematográfico. Henry no es juzgado en ningún momento, no se muestra ningún tipo de moralidad (tan apreciada por el público yankee) ni hay un personaje bondadoso como contrapunto de las maldades del protagonista. La hierática y genial interpretación de Michael Rooker ayuda a ver al asesino como un monstruo inexpresivo que encauza su rabia, tímidamente, mediante el crimen. Todo es suciamente real y desolador, con momentos que parecen salidos de la más oscura película que pudiese rodar un Stanley Kubrick, elipsis geniales, planos subjetivos que aterran y un final con una maleta abandonada en una carretera que produce sorpresa, estupor y asombro ante la genialidad de semejante película independiente. Tratad de verla en una noche oscura y sin prejuicios; el que aquí escribe os asegura que jamás la olvidaréis……
VALORACIÓN:
Trailer de la película