"ERROL CONTRA BETTE"("La vida privada de Elizabeth y Essex", Michael Curtiz,1939)

Cuesta trabajo ver hoy una película que dirigiese el húngaro y dictatorial Michael Curtiz que no sea una auténtica maravilla y, más aún, si el protagonista era Errol Flynn. Juntos hicieron obras maestras como «Robin de los bosques» y forjaron un cine espectacular con sello de la Warner que ha servido para llenar tardes y tardes televisivas de los sábados. Pero algo no funcionó en este vehículo espectacular a mayor gloria de Bette Davis. El plató fue un auténtico campo de batalla donde la sangre casi corrió.
Era vox populi en Hollywood que una de las grandes razones de que la Davis no fuese Escarlata O’Hara en «Lo que el viento se llevó» fue la remota posibilidad de que Errol Flynn fuese su partenaire. La Warner la castigó uniéndola al fornido y aventurero actor en este drama sobre una de los personajes favoritos de la actriz, la reina Isabel I de Inglaterra. Las dos estrellas eran las más taquilleras de la Warner y Curtiz el mejor a la hora de rodar grandes espectáculos, pero la tensión fue palpable desde el principio. Bette Davis no creía que Errol Flynn estuviese a la altura de unos diálogos tan poéticos y había pedido que fuese Laurence Olivier el que diese vida al conde de Essex, y Flynn se limitaba a considerarla fea, estirada y ridícula. La batalla comenzó con el título del filme. «El caballero y la dama» ofendió a la actriz hasta el punto de querer marcharse del proyecto y «Elizabeth la reina» hizo lo propio con el actor. El largo título final fue el resultado de no violar los derechos de la obra «Elizabeth y Essex» y se aprovechaba del éxito taquillero de «La vida privada de Enrique VIII» , que había contado la vida del padre de la mítica monarca. El conflicto siguió hasta extremos como la bofetada que da la reina al conde, que fue real y palpable en la cara de Errol Flynn (si se observa con detenimiento la escena, vemos la cara de sorpresa y consternación del actor, que se vengó de la Davis cuando su personaje tiene que darle un bromista azote a la reina en su real trasero).


Tampoco Olivia de Havilland estaba contenta con que su jefe le diese un papel secundario e insignificante en la película renacentista como castigo a estar cedida a Selznick para ser la Melania de «Lo que el viento se llevó». Muchas fueron las crisis y lloros de la actriz. ¿Y cuál fue el resultado de este desbarajuste?? Una película cargada de diálogos, con una pareja protagonista de nula química en pantalla y con una acción a saltos y a veces incomprensible (incomprensible los cambios del conde para con la reina; no sabemos si quiere poder o si la ama de verdad). ¿Lo mejor de esta superproducción de colores impecables y espectacular diseño de producción? Una Davis irreconocible (aunque histriónica; no para de mover la cabeza y las manos), el uso del «expresionismo made in Curtiz» (las sombras proyectadas en la pared para ocultar el espectacular aspecto de la reina antes que aparezca por primera vez), la música de Korngold y la posibilidad de ver como el agua y el aceite son simbolizados en las pieles de los dos actores más famosos y taquilleros de la Warner de la época.