En estos días en los que el calor aprieta y un servidor ha de estudiar, el volumen del cine que se ve disminuye considerablemente. A pesar de todo, estoy buscando el hueco para comentar a todo aquel que lea este blog que «Ratatouille» es casi una obra maestra y el mayor logro de Pixar, que he vuelto a ver «Lo que el viento se llevó» y me encantaría contar mi visión de tan magno filme después de haberlo visto unas 200.000 veces y que «Beetlejuice» es una magnífica locura al estilo cartoon pero no me parece una de las grandes de Tim Burton.
Mientras tengo tiempo para todo eso, me gustaría hablar por un día de tv y de una serie de dibujos animados en la que participó el mítico Hayao Miyazaki («El viaje de Chihiro») aunque era de Isao Takahata. «Heidi» estaba basada en una novela de Johanna Spiry, una suiza que pasó a la historia de la literatura universal con esta historia de una niña que vivía en las montañas con su abuelo y que propagaba valores de defensa de la naturaleza y una aguda crítica a la rigidez de la moral y la educación infantil de aquellos años. La historia tuvo su versión hollywoodiense en 1937 con la pizpireta Shirley Temple, pero si el personaje se ha convertido en un icono universal es gracias a la mítica serie de anime. Esta serie fue el primer anime propiamente dicho que triunfó en territorio occodental y, para más inri, fue en nuestro país, donde se emitió desde marzo de 1975. Cada sábado a las 3 y media de la tarde, España se quedaba paralizada para ver las desventuras de esta niña y famosa es la anécdota del sábado de luto oficial por la muerte del generalísimo Franco. Ese sábado, TVE recibió numerosas quejas y a la semana siguiente se vieron obligados a emitir dos capítulos del tirón. Yo mismo recuerdo verla por primera vez en su reposición de 1987, los martes a las 6 y media de la tarde, y fue uno de los productos televisivos que realmente me obsesionaron. Las tardes de nuestra «generación nocilla» no hubiesen sido igual sin esta historia que emitían justo después de «Barrio sésamo» con el inefable Espinete. Luego tuve la suerte de redescubrirla en 1993, siendo aún muy pequeño, y de apreciar por primera vez su añeja melancolía. A partir de ahí, la historia de este anime me acompañó para siempre.
Vista hoy, siguen sorprendiendo los fondos magníficamente dibujados, la capacidad extraordinaria de contar lo que no es sino un melodrama casi operístico en sus ribetes trágicos (la amiga en silla de ruedas, el plano subjetivo de las montañas alejándose cuando la niña es separada de su abuelo) y un halo poético que sólo los orientales pueden conseguir. Una muestra era la maravillosa banda sonora del malogrado Takeo Watanabe. «Heidi» es uno de esos gastadísimos iconos populares que deberíamos redescubrir por encima de sus innumerables parodias. Aquí os dejo una canción de la serie, «Yugata no Uta», que es una de las melodías japonesas más hermosas que jamás he oido. Si Tarantino la descubriese daría saltos de alegría…………..