El hecho de que el instituto que aparecía en ‘No es otra estúpida película americana’ (otro de esos refritos sobre la vida en los ‘high school’ norteamericanos) se llamase ‘Instituto de secundaria John Hughes’ da una idea de lo importante que fue este nombre para ese cine de animadoras, fiestas de fin de curso y romances a golpe de canciones pop. En los años 80, en plena era Reagan , la idea que Hollywood tenía de los jóvenes era la de los descerebrados de ‘Porky’s’ o las aterrorizadas féminas que huían del cuchillo de un psicópata en sagas de terror como la de ‘Halloween’. Por eso fue tan refrescante la llegada de este hombre fallecido el pasado jueves a los 59 años de edad. Cuando escribió y dirigió ‘Dieciséis velas’ en 1984, hizo que sus personajes hablasen, vistiesen y se comportasen como cualquier adolescente de Estados Unidos. Al año siguiente, cuando se estrenó ‘El club de los cinco’ ya estaban claras las directrices de ese cine en el que solía aparecer la pelirroja Molly Ringwald: localizaciones en su Chicago natal, humor a raudales y la identificación absoluta con unos personajes que discutían las verdades absolutas de sus padres, vestían ropa ancha y escuchaban grupos de la new wave de moda durante aquellos años. No es de extrañar que esa representativa película fuese preseleccionada por el American Film Institute para figurar como una de las 100 mejores de la historia del cine yankee.
Tras ella vinieron ‘Todo en un día’, que convirtió a Matthew Broderick en un fenómeno adolescente y por supuesto ‘Solo en Casa’, historia que, a pesar de no dirigir él mismo, partió de su creatividad. Se le ocurrió cuando, en un centro comercial, perdió por unas horas a su hijo pequeño. Este incidente fue la base de la película más taquillera de 1990, aquella que convirtió en estrella a Macaulay Culkin, generó dos secuelas y estableció un nuevo clásico navideño gracias a la banda sonora de aires tchaikovskianos de John Williams. El mayor éxito de Hughes significó también el principio del fin de su racha creativa. Ni el remake de ‘De ilusión también se vive’ ni sus intentos por enriquecer sagas familiares (la del perro ‘Beethoven’ y su humor absurdo, por ejemplo) fueron demasiado fructíferos. Y después, llegó un retiro en el que, al más puro estilo Garbo, no quiso conceder entrevistas ni ejercer de mesías salvador del cine adolescente. Viendo películas de finales de los 90 como ‘El diablo metió la mano’, o sofisticados productos ‘teen’ de esta década como la hemoglobínica y rica en efectos especiales ‘Crepúsculo’ o musicales de moda como ‘High School Musical’, tal vez se dio cuenta de que su época, la de la comedia sobre personajes de corta edad, había terminado en apenas 20 años. Resulta curiosa la calurosa despedida que se le ha rendido en su país natal. Y es que, como el del difunto Michael Jackson o el de la clásica Nintendo, el deceso de John Hughes hace un poco más viejos a aquellos que fueron jóvenes en los 80, antes de que todo cambiase, antes de que el cine de adolescentes mutase en anciano producto prefabricado.