En el teatro se convirtió en la intérprete oficial de los clásicos de Shakespeare o Ibsen, obteniendo un gran éxito con la obra “Coco” en la que interpretó a la mismísima Coco Chanel. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el público la quería y de que por fin habían aceptado sus excentricidades. Los Oscars de Hollywood eran también una prueba de esta adoración popular. El primero de sus Oscars había llegado con “Gloria de un día”, en donde interpretaba a una joven aspirante a actriz con muchos rasgos de su propia personalidad. Por “Adivina quien viene esta noche” ganó el segundo y, al año siguiente ganó otro por “El león en invierno”. El cuarto y último lo ganaría con la película “En el estanque dorado” en la ceremonia de 1982. A pesar de ser la actriz con más Oscars en su haber y con más nominaciones al premio hasta que en 2003 la superase en ese aspecto Meryl Streep, jamás acudió a recoger ninguno de ellos.En su vejez, testaruda y controlando el temblor de cabeza heredado de su tío, se convirtió en una especie de oráculo para los millones de fans que le escribían cartas desde todas las partes del mundo. Frente al secretismo con el que vivían su vejez leyendas del cine como Greta Garbo o Marlene Dietrich, la Hepburn se vanagloriaba de ser “la abuelita” de América y de dejarse ver en documentales autobiográficos, entrevistas y todo tipo de celebraciones sobre el Hollywood dorado. Retirada desde 1994 en su vieja granja de Connecticut, fallecía de causas naturales el 29 de junio de 2003, convertida en una leyenda de la interpretación.
Icono del feminismo, del glamour atípico, de la lucha contra las convenciones sociales y la falsedad perpetua de Hollywood, Katharine Hepburn parecía saber que el secreto del éxito no radica en dar a los demás lo que quieren de ti, sino en cultivar tu propia personalidad aunque tengas el mundo entero en tu contra. Ella lo hizo y venció, y hoy en día muchos la consideran la mejor actriz que jamás haya pasado por la gran pantalla.