LA NIÑA QUE SOÑÓ LO IMPOSIBLE

Nada hacía suponer que una pequeña niñita nacida en Minessotta en 1922 con el nombre de Frances Gumm se convertiría en una de las grandes leyendas de la historia de la música y del cine. Ese nombre no es nada para muchísima gente, pero si le ponemos el Judy Garland encima, enseguida nos damos cuenta de que hablamos de una leyenda por múltiples vías. Para los americanos ella es la definitiva voz del musical yankee del siglo que nos precede;para los gays ella es la niña que soñaba con ir “más allá del arco iris”, es decir, más allá de esos colores emblema de la comunidad homosexual; para los cinéfilos ella fue lo mejor que le pasó al musical de la Metro Goldwyn Mayer durante sus dorados años bajo la producción de Arthur Freed. Incluso para el españolito medio ella es la madre de Liza Minelli y la niña que viajó a Oz, a falta del estreno en nuestro país de la mayoría de sus magníficas peliculas musicales.

La ironía acompaña trágicamente la vida de esta pequeña gigante del mundo del espectáculo.La ironía de una niña que empezó en esto casi obligada por una madre ambiciosa y poco humana que explotaba a sus hijas, y acabó siendo uno de los mitos más perdurables del siglo XX. La ironía de la muchacha que simulaba ser feliz con una sonrisa de oreja a oreja en cada pelicula, pero se partía de dolor a base de complejos físicos,drogas y matrimonios rotos. La ironía del mayor tesoro comercial de la Metro durante sus años de posguerra que con la llegada de los 50 se convierte en un juguete roto al que hay que perder de vista. Sí, la fama le llegó en 1939 en este estudio emblema del viejo Hollywood.En aquel año cantó aquello de “Sobre el arco iris” y se fue al colorido y simbólico mundo de Oz y, aunque la pelicula no fue precisamente un éxito, hablar mal de ella en Estados Unidos es casi motivo de pena capital; tal es el cariño que el público norteamericano tiene a ese cuento sobre el valor que todos llevamos dentro. Al mágico mundo de Oz le siguieron numerosos musicales al lado del pequeño y hoy orondo Mickey Rooney que la convirtieron en poco menos que la Britney Spears de la época (salvando , por supuesto, las distancias con la niña-Barbie-chicle odiosa del pop actual). Le siguió una etapa adulta en la que bajo las órdenes de Freed como productor , y su entonces marido Vincente Minelli ,parió algunas de las joyas más grandes del musical, como “Cita en St.Louis”o “El Pirata”.”Easter Parade”o ”Summer Vacation” pusieron fin a esta etapa dorada. La Metro perdía por aquel entonces a su jefazo,el conservador y despótico Louis B.Mayer, y la pequeña Judy ya se convertía en un producto no rentable. El despido fue inminente , y los tumbos que dio hasta llegar a la Warner bastante desafortunados. George Cukor se acordó de ella en 1954 para que fuese la protagonista del remake de “Ha nacido una estrella”.Y en esa película nacía la nueva Judy( o la de siempre, por si alguien aún no lo había notado), la Judy que sabía cantar y bailar pero también interpretar y mostrar el dolor humano a través de unos enormes y preciosos ojos. Las buenas criticas le llovieron, pero no le bastaron como para que le diesen nuevos papeles. La televisión y las giras musicales, a golpes de alcohol y de esas drogas que desde niña le habían proporcionado para que aguantase entre bastidores las inclemencias del mundillo del show business , se convirtieron en su alternativa al cine. Pero Hollywood nunca la olvidó, y en “Vencedores o Vencidos” hasta al espectador más frío se le saltaban las lágrimas al verla rota en llanto, exigiendo justicia ante el daño nazi. Esas lágrimas parecían ser las suyas propias ya que la niña ya no era tan niña, las arrugas empezaban a marcarse y el rostro de la infelicidad sobrepasaba el reflejo de la pantalla blanca. Matrimonios rotos, drogas, depresiones, y un incomprensible complejo de inferioridad que arrastraba desde pequeña minaron su salud.El 22 de junio de 1969,a los 47 años,era hallada muerta en su casa,sentada en el baño con la cara arañada y destrozada y el bote de barbitúricos cerca.La prensa comenzaba a engrandar el mito de la gran VOZ femenina de América por excelencia.El mito de la niña prodigio desgraciada,destrozada por todo lo inhumano del mundo de Hollywood y del mundo del espectáculo en general.

Pero ese mito permanece hoy dia,y oirla cantar el “Over the rainbow” en estos días es una de las experiencias más traumáticamente hermosas que a una persona que la conozca le pueden acaecer.Porque no se engañen,en el imaginario colectivo Judy Garland es aún esa niñita aburrida que soñaba,como todos nosotros,con ir más allá del arco iris,con un edén inexistente que ,también como todos ,nunca pudo alcanzar en su vida.Y esa paradoja triste ,nostálgica, cargada de la melancolía de lo que no pudo ser ,y de la compasión humana por la figura trágica que representa este monstruo sagrado del espectáculo, hace aflorar muchas lágrimas. Las lágrimas de admiración y respeto, pero también las de pena por la niña perdida,por esa Dorothy a la que todos nos hubiese gustado llevar de regreso a Kansas,por esa inocencia manchada por la trastienda del Hollywood del oropel, por esa infancia maldita, y por el recuerdo de un cine que,aunque falso y pretendidamente espectacular,sabemos irrecuperable.Cierto,Judy Garland es también el símbolo de ese Hollywood de maravillas,y la paradoja más grande que lo acompaña y lo hace casi una metáfora de la propia vida:su luminosidad falsa y dolorosa,pero al mismo tiempo la necesidad de iluminarnos con esa cegadora y brillante luz.Porque,¿hay algo más triste en este mundo que escuchar el Over the rainbow de boca de aquella niñita a la que nunca dejaron ser feliz?