LA PARADA DE LOS MONSTRUOS (Crítica de "Freaks", Tod Browning, 1932)

Es innato en el ser humano observar aquello que es diferente, por más que en el fondo lo respetemos. Quizá por eso sigue continúa la polémica acerca de la película «La parada de los monstruos». Con ese título se estrenó en la España de los 70 una de las películas más controvertidas de todos los tiempos, «Freaks». La historia de unos seres deformes en un circo y el abuso que ejerce sobre uno de ellos, un enano, la avariciosa trapecista que quiere enamorarlo y envenenarlo para heredar su fortuna sigue desatando apasionantes debates sobre si la película es una explotación de esos defectos o un canto a lo diferente. El vengativo final de las «criaturas» hacia la trapecista no ayuda demasiado a tener las cosas claras, como tampoco ayudó en el momento del estreno de la película.

La génesis del filme es apasionante. La Metro quería hacer «la gran película de terror» y para ello nada mejor que contratar al director del «Drácula» de la Universal, el estudio experto en este tipo de películas de género. Tod Browning, además de dirigir la historia del famoso vampiro transilvano, había hecho películas sobre mutilaciones con el mítico Lon Chaney de protagonista, aparte de trabajar él mismo en un circo. Por eso él mismo fue el que planteó «Freaks» al estudio del león. La gran paradoja es que jamás se adaptó a las consecuencias técnicas del cine sonoro y esto acabó beneficiando a la película. Los bruscos movimientos de cámara o los travellings planteados en espacios muy cerrados como las caravanas circenses acabaron evitando que la película sufriese la tópica teatralidad típica de los primeros años del sonoro. Además la película goza de una fotografía expresionista que auna lo lírico y lo terrorífico como en las escenas finales con la lluvia. ¡Y qué escenas tiene la película! La cena de boda entre el enano y la malvada trapecista (introducida por el clásico cartelito propio del cine mudo, lo cual demuestra que Browning nunca acabó de digerir el sonoro) es tan chocante en la burla de ésta hacia los freaks que remueve cada tripa del espectador. Y la venganza final es desde luego aterradora y políticamente incorrecta por más que se sobrepusiese un final conciliador en el que tal acto queda en entredicho. Sin embargo, la pareja del payaso con la chica rubia encarna la «normalidad» benévola hacia estos seres y el arrepentimiento final del enano, aunque poco coherente con el resto de la historia, la equilibra para que no sea una película de extremos maniqueístas.


«Freaks» tuvo un pase previo en enero de 1932 y las consecuencias fueron aterradoras. Quizá se trataba de una maniobra publicitaria pero el caso es que hubo noticias de mujeres que abortaron o que salieron despavoridas de la sala de proyección. Cuando llegó a los cines en febrero el fracaso estaba cantado. La Metro tuvo que recortarla y mutilarla (nunca mejor dicho) hasta la simple hora de duración. Y ni siquiera con tal crimen artístico consiguieron que los críticos no la aborrecieran. Al público tampoco le pareció demasiado simpática y algunos de los monstruos de circo que participaron en ella lamentaron haberlo hecho el resto de sus vidas. La duda estaba en si la película no los explotaba de forma sensacionalista; la duda, a día de hoy, no se ha disipado.
Lo más extraordinario es que el estudio más clásico y conservador de Hollywood diese luz verde a semejante película, que estuvo sin verse en Estados Unidos hasta que la juventud contracultural de los 60 la recuperó y la convirtió en título de culto. Tuvieron que pasar por tanto muchos años más para que el término «freak» se aplicase gratuitamente a cualquier personajillo de andar por casa. Sin embargo, la palabra sigue evocando esta gran obra maestra de narración perfecta (hasta la subtrama humorística de las siamesas prometidas cada una con un hombre diferente parece funcionar) Muchos la ensalzan como símbolo de la transgresión y la modernidad por más que su lenguaje fuese el del clasicismo de Hollywoood. Y es que, de hecho, «Freaks» es lo más extraño, moderno y atrevido que haya salido de cualquier estudio hollywoodiense en la época dorada del star system. Pocas películas invitan a tantos y tan extensos debates como esta. Ser diferente, ser un paria social por tus defectos físicos…¿ justifica el revanchismo cruel y despiadado? ¿es un acto de justicia o una muestra de que la maldad anida en cualquier ser humano? Muchos preferimos ver esta «parada de los monstruos» como un reflejo real y duradero de que los verdaderos monstruos no son deformes y nos acompañan a diario bajo las falsas máscaras de la virtud.

VALORACIÓN:

Una polémica secuencia: en la boda entre el enano y la trapecista los seres deformes la «aceptan como uno de ellos» y a ella, avariciosa e intolerante, no le hace ninguna gracia.