Corrían los locos años 20 cuando la escritora Anita Loos creó una obra teatral sobre dos chicas, una morena y caústica y la otra rubia y cazafortunas, que se convertiría en todo un clásico de lo superficial. En 1953, la Fox pensó en esa obra, convertida ya en un musical de Broadway como vehículo estelar de Betty Grable. Sin embargo, había otra rubia que acababa de encandilar al público gracias a «Niágara»:Marilyn Monroe. Fue ella, junto a la morena Jane Russell, la que encandiló a cuantos hombres ricos se pusiesen en su camino en esta comedia de Howard Hawks, quien no debió sentirse demasiado a gusto rodandola. A la pregunta de cómo agilizar el plan de rodaje, el mítico director de «La fiera de mi niña» dijo: «despidiendo a Marilyn Monroe y retocando todo el guión».
Quizá por eso esta es una comedia mucho más ligera que otras del director y los personajes de las dos chicas son puros estereotipos. En la cinta destacan, sobre todo, los numeros musicales. Aunque no gozan de las coreografías y el sentido del espectáculo de los que en esa misma época rodaba Arthur Freed para la Metro, no se puede negar la comicidad y el placer visual de «Bye, bye , baby» o de la ya legendaria «Diamonds are a girl best friend