Los vestigios del Código Hays

Aquí os dejo un artículo que escribí hace justo un año sobre el 40 aniversario de la desaparición del Código Hays…

Para un Hollywood que mide el contenido de sus películas según la clasificación por edades, impuesto en noviembre de 1968, es difícil recordar que, hasta hace 40 años, el ´Código Hays´ regía lo que era moralmente aceptable y lo que no en la meca del cine. Durante varias décadas, en plena Edad de Oro de Hollywood, fue imposible ver besos que durasen más de 30 segundos, relaciones interraciales o cualquier mínima simpatía hacia los criminales o los comportamientos ilegales mostrados en la gran pantalla.


El Hollywood previo al Código, el de los ´felices´ años 20 fue un nido de escándalos. Uno de los más sonados fue el del cómico Roscoe ´Fatty´ Arbuckle, que violó con una botella a la aspirante a actriz Virgina Rappe hasta matarla. El incidente, unido a varias muertes de actores por sobredosis, convenció a los norteamericanos de que la ciudad californiana era un nuevo Sodoma y Gomorra en donde imperaba la inmoralidad.
Todo ello condujo a la creación de la Asociación de Productores y Distribuidores en 1922, regida por un político republicano, Will Hays, que redactó un escrito en 1927 que debía ser seguido por los grandes estudios de Hollywood si querían que sus películas fuesen distribuidas y aceptadas por organizaciones tan conservadoras como la Legión de la Decencia. Así fue como, a partir de 1934, y con la asociación presidida por Joseph I. Breen, el Código amplió sus tentáculos en la industria y consiguió que sus rígidas normas estuviesen presentes en cada cinta estrenada.
Desde ese mismo año, la Jane de Tarzán tuvo que alargarse la falda, Mae West tuvo que controlar su procaz vocabulario y hasta un dibujo animado como Betty Boop pasó de ser una sexy provocadora a una buena chica de moral intachable. Lo que un año antes era aceptable (el lésbico beso de Greta Garbo a su doncella en ´La Reina Cristina de Suecia´), ahora era totalmente inadmisible.


Sin embargo, con la ley llegaron aquellos que se disponían a desafiarla. Howard Hughes insistió en acrecentar los pechos de Jane Russell como reclamo publicitario de su película ´El Forajido´, y Alfred Hitchcock alargó inteligentemente el beso entre Ingrid Bergman y Cary Grant en ´Encadenados´. La llegada de los 50, con la competencia de la televisión y el fin del monopolio de los estudios, vio la llegada de un nuevo tipo de cine de corte realista influido por las vanguardias europeas. Cuando el público y la crítica elogiaron la interpretación de Frank Sinatra como heroinómano en ´El hombre del brazo de oro´ (1955), las leyes del Código empezaron a parecer absurdas.


Muchos directores temían que sus películas fuesen boicoteadas en varios estados a consecuencia del imcumplimiento de las normas, pero otros las incumplían con humor. Una de las leyes más estrictas se refería a la insinuación de cualquier atisbo de homosexualidad en la pantalla, justo lo que hizo Billy Wilder al travestir a Jack Lemmon y a Tony Curtis en ´Con faldas y a lo loco´(1959). La Asociación de Productores le denegó su sello, pero el éxito fue tal que a nadie le importó. Lo mismo le ocurrió a Hitchcock con su visionaria ´Psicosis´ (1960). La revolución sexual y los derechos civiles que marcaron a la sociedad de los 60 hicieron el resto. Para cuando se estrenó ´¿Quién teme a Virginia Woolf´(1966), las normas redactadas por Will Hays se caían de viejas. Un año después de ser abolido en 1968, ´Cowboy de medianoche´, una película que hablaba sobre la prostitución masculina, rompió taquillas, y las restricciones del viejo Hollywood dieron paso a un nuevo cine en el que todo era posible.
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