Respecto al resto de premios, la gran sorpresa fue el galardón a la mejor actriz de Marion Cotillard, protagonista de «La vie en rose». Hasta anoche no me di cuenta de que ésta era la misma chica que otorgaba un encanto especial a su pequeño personaje en el «Big Fish» de Tim Burton. También inesperado fue el Oscar a la mejor secundaria para Tilda Swinton. Si yo fuese miembro de la Academia esa categoría llevaría el nombre de Cate Blanchett escrito en mi sobre de votación. El Oscar a Daniel Day-Lewis estaba cantado y también en las quinielas de todo el mundo. Por otra parte, mi gran pena es el único Oscar (merecidísimo) para «Expiación» y su banda sonora creada por Dario Marianelli. Parece que la Academia ya no tiene en cuenta el peso emocional de una película o bien no han visto los ríos de lágrimas que la película de Joe Wright provoca en el respetable.
Penas aparte, es curioso que la elección de la Academia coincida tanto en los últimos años con la de los críticos. «Infiltrados»o «Million Dollar Baby» han demostrado que los años en los que ganaban películas más populares como «Braveheart» o «El señor de los anillos» quedan lejanos. Aun a expensas de las bajadas de audiencia en la ceremonia, los académicos premian filmes con grandes críticas y, en el caso de la película de los Coen, nada fáciles para el espectador medio. ¿Es esto positivo? Parece que se vuelve a premiar la calidad y, en ese sentido, no cabe duda de que lo es. No hay más que ver la gran cantidad de premiados europeos de este año para darse cuenta de que Hollywood hace lo que mejor ha sabido hacer siempre: fagocitar el talento ajeno y amoldarlo a su industria. Esperemos que el de Bardem sea aprovechado y que el «cine Oscar» siga siendo de alta calidad a pesar de películas flojas como «Michael Clayton» o la sobrevaloradísima «Juno».