PASIONES PROHIBIDAS EN LA AMÉRICA DE ROOSEVELT (Crítica de "Picnic", Joshua Logan, 1955)

El desprecio con el que el director Joshua Logan ha sido tratado durante décadas proviene de la crítica francesa que lo minusvaloró en su momento considerándolo una versión inferior de otro maestro llegado de la escena teatral, Elia Kazan. Y sin embargo algunas de las películas de Logan se ven hoy con el regusto del buen melodrama o del buen musical, de la buena dirección de actores y del riesgo a la hora de tratar temas escandalosos para la época en la que fueron rodadas.

Desde su reestreno en 1996, «Picnic» ha sido catalogada por críticos norteamericanos tan influyentes como Rogert Ebert como un melodrama desfasado que poco o nada puede escandalizar hoy en día con sus ya obsoletas connotaciones sexuales. Sin embargo, es imposible no dejarse llevar por las bondades de esta historia basada en una obra de William Inge («Esplendor en la hierba») que sirve como documento histórico de una América no tan distinta a la actual como pudiera parecer en un principio.

Un joven llega a una ciudad de provincias en busca de su rico amigo de la universidad para que le proporcione un trabajo digno. Su llegada y el despredimiento de su camisa despertarán metafóricamente la sexualidad del lugar y acrecentarána conflictos previamente establecidos. La pugna entre la belleza decorativa que rechaza una chica dominada por su madre y la inteligencia despreciada del «patito feo» que es su hermana; la lucha del clasismo de los nuevos ricos frente a la honestidad y el saber hacer de la gente humilde; la soledad y represión sexual de una madura maestra solterona frente al erotismo pronunciado que el joven trae consigo serán los ejes de la historia. Por encima de lo que pudiera parecer, la película no se limita a contarnos una historia de amor imposible, sino que trata de todos esos conflictos de una América conservadora capaz de sacrificar el poético erotismo de la juventud en pos de guardar las formas. Y si ese erotismo viene representado por unos preciosistas planos generales a contraluz rodados en exteriores y por un reflejo casi documental de un tenso picnic veraniego, mejor que mejor.

La habilidad teatral de Logan consistía en dirigir magníficamente a sus actores y en crear dinamismo dentro de sus encuadres. Kim Novak, generalmente una actriz fría y con un característico distanciamento emocional, supo utilizar aquí su hieratismo en favor de un personaje ajeno a la rural y convencional sociedad que la rodea y pretende convertirla en un simple florero. William Holden nunca estuvo mejor, ni siquiera en su tan celebrado personaje de «El crepúsculo de los dioses»(Billy Wilder, 1950). Su personaje, el principal de la película, posee la ternura del granuja que sabe que ha fracasado una vez llegada la hora de dejar la juerga y volver a casa. Y aunque la actuación de Rossalind Russell ha sido ampliamente discutida como un ejemplo de histrionismo, su profesora de escuela es algo más que un recurso humoristico: es el vivo reflejo de la madurez solitariamente trágica al estilo de las heroínas de las obras de Tenessee Williams.

Una crítica habitual del cine de Joshua Logan se centra en su incapacidad para componer los planos generales llenos de gente. Si bien es cierto que este tipo de composiciones son siempre frontales y planas en «Picnic» también es cierto que el rodaje en el recién descubierto Vistavisión ayudaba precisamente a que planos como esos sufriesen de cierto estatismo que no es criticado en otros directores de más relumbrón. Habría que detenerse en la capacidad del director para hacer metáforas con la imagen, como la del espejo cada vez que la madre de Kim Novak alecciona a su hija sobre la vida que le gustaría que llevase o la de las gotas de agua del pelo de la actriz que caen en el libro (en primerísimo y detallista plano) de su hermana «cerebrito» para acentuar el conflicto entre las dos jóvenes. La famosa escena del baile, en la que Rossalind Russell, ebria y lujuriosa, acaba rompiendo la camisa del fornido y sexual William Holden sigue siendo un punto álgido de cualquier película que hable sobre la líbido reprimida. Y esa escena no es escandalosa por lo que muestra, después de años de coitos y sexo en el cine y la televisión, sino porque nos produce la tensión más grande que el sexo puede producir en una historia: el orden establecido de ese idílico mundo veraniego está a punto de romperse en añicos…
VALORACIÓN:

Famosa escena del baile entre Kim Novak y William Holden, que puso de moda la canción «Moonglow»