Que los medios de comunicación tienen pocos escrúpulos ya lo comprobamos todos a diario. Que no respetan ni a las celebrities más asentadas en su trono, también. La agonía de Rocío Jurado con un arsenal de periodistas acampados a las puertas de su casa fue el terrible ejemplo de que la prensa debería revisar cuanto antes su lista de prioridades. Rumor o no, esta semana ha saltado a la palestra la noticia de que nuestro admirado Paul Newman tiene cáncer de pulmón y le quedan seis meses de vida. Una foto en la que el actor aparece bastante desmejorado junto a la periodista Martha Stewart han dado la voz de alarma. Sin embargo, la vetusta estrella ha asegurado que «está bien» a través de un escueto comunicado. Sea o no verdad, habría que preguntarse hasta qué punto es noticia la agonía de una «star» de la categoría de Newman, y también si los medios norteamericanos son tan capaces como los patrios de poner sus cámaras delante de la casa del personaje en cuestión, a la espera de la mala nueva. Muchos se justificaron en el caso de la Jurado asegurando que era ella la que alimentaba ese tipo de fama. Alimentada o no, ese tipo de informaciones no deberían ser consideradas de interés general. Primero, porque dan lugar a errores tan lamentables como el del caso de Newman, que tiene que salir al paso de múltiples rumores cuando de ser cierto su mal estado lo único que le apetecerá es compartirlo con sus seres queridos. Segundo, porque desvirtúan una figura de la talla del actor. El protagonista de «El buscavidas», al que todos deseamos vida aún más larga dada su talla interpretativa y su demostrada calidad humana, merece que lo recordemos por sus ojos azules, los más famosos del mundo, y no por una ridícula disputa entre medios que sólo buscan, desgraciadamente, llenar sus arcas amparándose en la tan manida libertad de expresión.