«Quién le escribía versos dime quién era»…..Así rezaba el estribillo de una de las canciones más míticas del panorama musical español, el «ramito de violetas» de la malograda y admirada Cecilia, la que muchos consideramos la mejor cantautora de la música española de las últimas décadas. Esta chica tímida, de ropas hippies y letras intimistas y alegres, melancólicas y mordaces y de suave voz de sobriedad y candor insospechados, escribió una historia de incomunicación entre un matrimonio y la acabó convirtiendo en canción. La historia contaba de forma melancólica la aburrida peripecia vital de una mujer que recibía cartas de un amor secreto que resultaba ser su marido al final de la canción. Curiosa historia de universalidad indudable que queda patente en las numerosas adaptaciones y versiones que ha tenido el tema a lo largo de las trees décadas de existencia desde que la prodigiosa (y nunca suficientemente valorada) Cecilia la escribiese y la interpretase.
Aquellos que se emocionaban con la implacable tristeza de aquel matrimonio que vivía en un universo de incomunicación y de una insaciable necesidad de amor que no podían demostrar entenderán mucho mejor la que es una de las mejores películas vistas en el 10º Festival de cine de Málaga. Una historia muy particular ya que, si bien al otro lado del charco las películas sobre incomunicación familiar son un lugar común(«American Beauty» , «La Tormenta de Hielo» y muchas otras lo han demostrado), en una España imbuída del tópico de los extrovertidos y la cultura de la calle, en la que los deseos reprimidos parecen poco probables, son poco menos que una peculiaridad. «Pudor» demuestra hasta qué punto se puede hacer un cine lleno de verdades y accesible en sus planteamientos para el espectador de cualquier lugar del mundo sin ampararlo en el costumbrismo local.Tal vez tenga algo que ver el hecho de que se basa en la novela de un foráneo( el escritor peruano Santiago Roncagliolo) y que, originalmente, su acción se sitúa en Lima. Desarrollada en una ciudad del norte cualquiera (San Sebastián, pero nunca se llega a mencionar de forma explícita), la película cuenta la historia de un hombre destruido por una enfermedad, de un anciano senil ante la desaparición de la mujer que ama, de una mujer de mediana edad necesitada de aventuras sexuales, de una adolescente llena de dudas emocionales y de un niño que parece vivir en un mundo de muertos vivientes que se acaban manifestando de la forma más insospechada (nunca sabemos quiénes son los verdaderos muertos, ya que los que se fueron parecen más vivos que los tristes «zombies» que son los personajes principales de la historia). Todos ellos conforman una familia en la que cada uno tiene algo que ocultar y no sabe cómo decirlo.
Los Ulloa juegan en su magnífico debut como directores con una fotografía gris y apagada, con música ambiental y primeros planos para reflejar las ocultas y tristes verdades de unos rostros marcados por la agonía del día a día. A priori, nada que no hayamos visto en muchos filmes extranjeros. Sin embargo los actores ejercen tal poder de convicción que nos tomamos la historia como lo más original que se pueda ver en una gran pantalla. Nancho Novo pocas veces ha estado mejory Elvira Mínguez demuestra que es una de las mejores y más expresivas actrices del cine español. Y no sólo ellos sorprenden como un matrimonio agonizante en un pozo lleno de secretos, malentendidos y medias verdades, sino el resto del reparto con unas actrices juveniles especialmente destacables. El guión los acompaña con sorpresa final que parece cerrar la película de forma compacta dejando en el espectador más preguntas que respuestas (lo cual, y qué bien lo saben directores como David Lynch, es siempre positivo) y con momentos realmente espeluznantes en su dolor. La cena familiar hacia el final de la película es de una violencia moral desoladora sólo equiparable a la de películas como «Solas» (Benito Zambrano, 1999) y el uso de los fuera de campo, el montaje entrecortado o la melancólica fotografía se convierten en el pellejo de los machacados personajes apoyándo sus caracterizaciones sin ser elementos superfluos y decorativos.
En la película hay lugar para todo tipo de emociones: el dolor por la pérdida, los sueños rotos, las ansias de libertad, el amor no correspondido, los juegos infantiles con la muerte que alteran una realidad poco edificante (quizá lo que no casa tan bien con el resto de la película, ese lado infantil a través del personaje del niño..). Y todo sin caer en el costumbrismo localista, en el típico humor patrio y en los subrayados y el trazo grueso. Hasta tal punto de que la película podría ser de cualquier nacionalidad. Ya lo dijo Cecilia hace más de 30 años en su canción: ¿acaso no podemos tener pudor y ser unos reprimidos los españoles??. Esta película parece confirmarlo: hasta en nuestras soleadas costas llenas de algarabía se pueden enviar notas de amores secretos o ramitos de violetas…
{Pido disculpas por la falta de imágenes en el artículo (no hay ninguna o casi ninguna disponible referente a la película por el momento) y por la separación de los párrafos debida a un fallo del sitio. Intentaré modificar ambas cosas lo antes posible}
Trailer original de «Pudor»