El cine de Ramón Salazar vuelve a las salas. Para muchos será un reencuentro con el director de Piedras, ese que en 2002 se despedía desde Lisboa, «una ciudad de la que tengo recuerdos de cosas que no he vivido», como decía el personaje de Najwa Nimri. Esta vez el guión de Salazar sitúa a la actriz en Berlín, una de las tres ciudades que, junto con París y Madrid -por este orden- acogió el atípico rodaje de 10.000 noches en ninguna parte.
El malagueño se aleja de los derroteros del musical que recorrió en la 20 centímetros (2005) para contar una historia arriesgada que, como el monólogo final de su ópera prima, tiene mucho que ver con la memoria. «Al personaje de Andrés Gertrúdix le roban la infancia y la adolescencia y tiene que aprender a volar. Lola Dueñas, su amiga, es la que lo saca de Madrid y lo prepara para otra vida más libre, de piel, donde se encuentra una familia nueva en Berlín. A mí me gusta decir que es un viaje de reaprendizaje«, explica Salazar.
Gertrúdix es un niño grande de 27 años marcado por algo que ocurrió con su madre en la infancia y que ni él ni su hermana, Rut Santamaría, consiguen dejar atrás.
A Lola Dueñas le brillan los ojos cuando habla del que fue su guía en París, el escenario de sus encuentros con El Hijo, porque en esta película casi nadie tiene nombre. Al minuto de estar con ella, a la actriz le ha dado tiempo a saludar efusivamente al que firma estas líneas; contar, emocionada, que irá a la Quincena de los Realizadores de Cannes como protagonista de Alleluia, dirigida por Fabrice du Welz, y recordar entre risas la toma de contacto con 10.000 noches en ninguna parte.
«Yo me quería llevar el guión porque me flipa cómo escribe y él nos lo dejaba leer y luego nos lo quitaba. Hay proyectos que ha escrito y que luego no hemos hecho, pero ya el placer de leerlos es brutal», reflexiona. «Voy a respetar cómo ha sido, de esta peli no quiero guión». Ella es La Amiga, un personaje valiente y al mismo tiempo frágil que ayuda al protagonista a vencer sus miedos. Lola Dueñas es la responsable de que las escenas que comparte con Andrés Gertrúdix en un París vacío sean, con permiso de un final que no desvelaremos, las más luminosas de la película.
«Nuestra parte era un juego, era como hacer de niños. Esto es delicado porque te puedes pasar… ¡pero hay que arriesgar! Estábamos todo el rato correteando, hasta nos tocó huir de la policía en el metro«, recuerda, divertida. » Yo le decía a Ramón: ‘¡esto es una película de acción!’ Tírate al río, corre para allá, sube y baja escaleras… ¡Subí más escaleras que en toda mi vida!»
Y si en París el equipo tuvo que rodar de incógnito para evitar problemas, la dificultad en Madrid era encontrar a la actriz que daría vida a La Madre. Cuenta el director que ya tenían rodadas todas las escenas de la película excepto aquellas en las que aparecía ella, la causante de ese trauma que lleva al protagonista a escapar. «Hasta que no apareció Susi (Sánchez) no se pudo terminar. El suyo era un personaje complejo y que se resistía porque daba miedo». El esfuerzo de la actriz, recordemos, se ha visto recompensado con el Premio de la Unión de Actores y la nominación al Goya.
Los otros tiempos muertos durante la producción que han mantenido ocupado a Salazar han sido para los guiones de Tres metros sobre el cielo y Hoy tengo ganas de ti, ambos firmados por él y gracias a los cuales ha podido parar para respirar. «Me enfrentaba a satisfacer los deseos de varias cadenas, varios productores, el director, el novelista y además poner un poquito mi sello. Es fascinante el mundo de los equipos, donde tienes que tener en cuenta tantos puntos de vista, y de repente volver y tener la libertad absoluta de hacer lo que quieres. Eso te da objetividad y a la vez te ayuda a no desparramar».
Fueron las dos adaptaciones de las novelas de Federico Moccia las que hicieron posible financiar un proyecto tan personal como este, en el que estaba -y sigue estando- rodeado de amigos como la propia Lola Dueñas o Najwa Nimri, una pintora que pronuncia otra de esas frases para el recuerdo en la filmografía del director: «La gente entra y sale de mi vida pero nunca se queda. Hay que saber parar».
«Claudia (Najwa Nimri) tiene de alguna manera la génesis de la película entera», desvela Salazar. «La historia de su marido y su hijo habla de cuando te ocurre algo tan contundente que a la fuerza te tienes que partir en dos». El director prefiere no dar más claves para que cada persona tenga su propia interpretación de la historia. Eso sí, accede a contarnos que fue Santiago Ydáñez el pintor que cedió al personaje de Claudia su técnica para pintar miradas y también su estudio real en Berlín. ¿Y dónde está el cuadro que aparece en la película? «Me lo está guardando a mí, para cuando escriba otra de Moccia».
10.000 noches en ninguna parte se estrena hoy en España.