Fotograma capturado del tráiler de 'Avatar'

‘Avatar’ es, en efecto, un trocito de la Historia del cine

Fotograma capturado del tráiler de 'Avatar'

Hoy se celebra el Avatar Day en medio mundo: un invento de marketing de Fox para asegurarse de que la película de James Cameron va a recuperar los 300 millones de dólares que lleva gastados. Pues bien, visto el adelanto de 15 minutos proyectado hoy, ha merecido la pena hasta el último centavo. Nada hace presagiar que vaya a ser una gran película, pero probablemente marcará un antes y un después en la Historia del cine.

Igual que El cantor de jazz está en los libros por ser la primera película sonora o que Robin Hood fue la primera producción importante a color, Avatar es el primer largometraje de imagen real en 3D estereoscópico. Así dicho no parece gran cosa, vamos a intentar dar una idea de qué es lo que nos espera. Lo primero es olvidarse del tráiler estrenado ayer: se parece a la película como un huevo a una castaña.

Fotograma capturado del tráiler de 'Avatar'La trama, sin duda, es lo menos interesante. En las primeras secuencias proyectadas en el adelanto vemos cómo un soldado lisiado (Sam Worthington) llega a Pandora, un planeta alienígena lleno de peligros mortales y habitado por unos humanoides nada amistosos. El militar en cuestión es el típico chulo del cine de acción estadounidense y el coronel al mando (Stephen Lang) es el típico tipo duro con unas cuantas cicatrices y voz profunda.

Fotograma capturado del tráiler de 'Avatar'La historia arranca de verdad cuando el soldado sale de su silla de ruedas para proyectarse en un avatar: un cuerpo alienígena con el que podrá mezclarse con la población local. La doctora al cargo del proceso es Sigourney Weaver, que también se mete en su propio avatar. Y de esa guisa de piel azul, larga cola y altura descomunal salen a recorrer Pandora. De lo proyectado es difícil extraer algo más de la línea argumental salvo que el militar conoce a una lugareña con la que se establece una relación romántica. Lo dicho: nada del otro jueves. Una pena que Cameron decidiera escribir el guión en solitario.

Fotograma capturado del tráiler de 'Avatar'La novedad de la película radica, en primer lugar, en los efectos digitales. Son diferentes de lo que hemos visto hasta ahora no sólo por su ubicuidad (todo apunta a que la mayor parte del metraje es una recreación digital) sino por estar creados directamente en tres dimensiones. Vistos en 2D -es decir, en el horrible tráiler de la víspera- todo resulta bastante plano y poco estimulante. En 3D, en cambio, las texturas cobran vida, la piel azul de los humanoides es más creíble, las plantas no sólo son perfectas (ya lo eran, por ejemplo, en King Kong) sino que ahora forman una espesa selva que atravesar con la cámara, las criaturas salvajes ya no sólo son impresionantes bestias jurásicas (de nuevo, King Kong) sino bichos de los que sólo nos falta percibir su aliento.

Fotograma capturado del tráiler de 'Avatar'Ojo a los colores: aprovechando que es todo una pura invención, los fosforescentes se integran en el paisaje, forman parte de la vida cotidiana: están en las vetas de la piel, el brillo de los ojos, el resplandor de la noche. Y atención también al fuego y, sobre todo, al agua, que por primera vez es perfectamente cristalina. Aún así, el realismo de los seres digitales (a años luz de lo que hemos visto hasta ahora en las películas de Zemeckis, por ejemplo) sigue sin alcanzar la realidad que ofrece un actor de carne y hueso. No es tanto una cuestión de textura de la piel o de expresividad, que cada vez están más logradas, sino, seguramente, de alma. No, el trabajo del actor no será nunca reemplazable.

Fotograma capturado del tráiler de 'Avatar'Todo resulta verdaderamente impresionante, sí. Pero alguien se puede preguntar qué más da que se haya perfeccionado lo que ya nos parecía perfecto. La cuestión es que aún hay algo más en Avatar: la profundidad. El 3D, ya lo sabíamos por los parques de atracciones, es ideal para ver bichos, para similar un vuelo, para transmitir una pincelada de miedo y, en el mejor de los casos, para tener la sensación de estar en el lugar y así vivir (no sólo contemplar) la historia. Ahora, en cambio, sirve para mucho más. En un sólo plano se pueden contar muchas cosas porque no sólo el actor que protagoniza la secuencia está en foco. De pronto, no ya los secundarios, los extras cobran vida.

Hay una secuencia en que el jefe de seguridad advierte a los recién llegados de que muchos de ellos morirán allí. Si estuviera rodado en 2D, mientras el mando habla y camina por la sala, los oyentes habrían quedado más o menos desenfocados, diseminados, no sabríamos nada de ellos. En cambio, el 3D permite ver las reacciones de cada actor, apreciar la expresión de terror en uno y la incredulidad en el de al lado. En otra escena, la humanoide ha malherido con una flecha a una criatura que les atacaba. Fuera de plano, se oye la fiera gemir de dolor. La cámara retrocede hasta que aparece la cola de flecha en primer término y realiza un pequeño travelling circular a su alrededor, sin llegar a mostrarnos a la bestia. La potencia dramática de ese momento sólo es posible con el relieve de la imagen.

Avatar puede ser (es, en mi opinión) la primera entrega de una pequeña revolución en la forma de contar películas. El 3D no hace borrón y cuenta nueva sino que ofrece una herramienta narrativa más. La tan manida frase Godard de que un «travelling es cuestión de moral» es aplicable también a este caso: los directores deberán a partir de ahora saber administrar estos recursos y no quedarse en la barraca de feria. Aún en ese caso, el cine de espectáculo en 2D tiene los días contados. Días. Es difícil creer que el público después de Avatar vaya a conformarse con menos. El espectáculo es esto. El arte, ya veremos.