La cuarta jornada de Venecia ha sido probablemente su día grande. Ningún medio habla de otra cosa que no sea The Master, la esperadísima película de Paul Thomas Anderson, cinco años después de Pozos de ambición. Como se esperaba, la cinta ha despertado el fervor de los críticos, por ambición, tono, lenguaje visual y trabajo interpretativo. «The Master es, sin duda, la película que pretende ser: una obra maestra de ese raro invento llamado cine», dice Luis Martínez en El Mundo.
Carlos Boyero, El País
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/09/01/actualidad/1346526933_146537.html
Paul Thomas Anderson es enormemente sutil al hablarnos de los mecanismos de esa tribu religiosa, prefiere sugerir a mostrar, hace elipsis que ponen a trabajar a tu imaginación. También te atrapa con su hipnótico lenguaje visual, con una atmósfera envolvente, con personajes, situaciones y diálogos que siempre resultan imprevisibles y alarmantes. Es de esas películas en las que todo lo que ves y escuchas tiene poder de fascinación, aunque haya cosas que no acabes de entender. Anderson no solo dispone del atormentado y atrayente Joaquin Phoenix, sino del que probablemente sea el mejor y más versátil actor del mundo en activo. Se llama Philip Seymour Hoffman, ese tipo gordo y sin nada deslumbrante en su apariencia que te transmite credibilidad y un volcán de sensaciones en cualquier personaje que interprete, alguien con imán permanente, del que no puedes desviar la vista ni el oído aunque esté en segundo plano. The Master es una película insólita, oscura y tortuosa. También un ejercicio de gran cine. Su tono y sus imágenes te siguen impregnando horas después de salir del cine.
Luis Martínez, El Mundo
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/01/cultura/1346515089.html
The Master es (…) una obra de una belleza, profundidad y sentido pocas veces contemplada. The Master es, sin duda, la película que pretende ser: una obra maestra de ese raro invento llamado cine (…). Como ya hiciera en cada uno de sus trabajos anteriores con aspecto de ‘corpus’ meticulosamente construido y organizado, los argumentos se repiten con la insistencia que lo hacen las narraciones necesarias. Otra vez, un hombre es abandonado a la tarea titánica de reconstruir una vida fracturada; de nuevo, son puestas en cuestión cada una de las palabras que legitiman y dan sentido a cada uno de los actos; de forma recurrente, la figura del mentor (padre, familia, dios o patrón) es aniquilada por la absoluta certeza de la más profunda de las incertidumbres (…). Ahora todo se repite con el único empeño de profundizar la herida. Hasta que sangre. De golpe, la cámara abandona la aparatosidad (o espectacularidad, según se mire) de sus trabajos anteriores para posarse mansa en el rostro de los actores. Y ahí, en las distancias cortas, el golpe se antoja demoledor. Al calmarse el gesto, al madurar la mirada del director, al equilibrarse la puesta en escena, el objetivo adquiere el brillo y contundencia de una cuchilla afilada. Duelen las retinas.
Oti R. Marchante, Abc
http://www.abc.es/20120902/cultura-cine/abci-joaquin-phoenix-philip-seymour-201209011702.html
Anderson te muestra una mano para hablarte de la otra: Joaquin Phoenix, un mundo (o una América, como les gusta pensar a ellos) moral y físicamente deshecho por la guerra, y Seymour Hoffman, un antídoto, un camino, un discurso, una promesa (…). La cosa es que The Master ha engendrado expectativa como si fuera a abrir una puerta, o rendija, hacia la verdad de esa secta o religión, y quien quiera encontrarse con eso (una mano) se dará de bruces con otra cosa, con la otra mano, un drama enfocado al ser humano, a sus pedazos, a lo que se deja en el camino pero le sigue pesando más aún que si lo llevara… The Master es una de esas películas con eco, que siguen sonando («Master… aster… ster…») mucho después de haberla visto.
María Guerra, La Script (Cadena SER)
http://blogs.cadenaser.com/la-script/2012/09/02/la-sordidez-de-la-cienciologia-llega-a-la-mostra/
The Master es un portento visual, rodada al viejo estilo en 70mm, y los actores dan vida a dos pobres diablos que establecen una enfermiza relación de dependencia (…). The Master tiene la fuerza visual e interpretativa, pero le falta un motor narrativo potente. Hay lagunas, posiblemente buscadas por Anderson, maestro de la intensidad, y que es posible que haya querido poner ante el espejo de la secta la mediocridad y la pequeña sordidez de estos hombres perdidos.