El Festival de San Sebastián ha arrancado a trompicones. La película inaugural, Chicogrande, es una gran producción interesante pero irregular; la primera española a concurso, El gran Vázquez, es una cinta simplemente fallida, y la coreana I Saw the Devil resulta muy aburrida. Eso sí, por las paralelas ya han asomado títulos muy interesantes, como Blog, de Elena Trapé, que le da un vuelta a la narrativa cinematográfica; o Poetry, de Lee Changdong.
Como ya se ha mencionado, la elección de Chicogrande como película inaugural resulta desconcertante, pues es difícil comprender por qué un gran festival como éste escoge una cinta mexicana de director escasamente popular –Felipe Cazals- y sin ninguna estrella para la adornar la alfombra. El film no está mal, pero tampoco bien. Es una propuesta resultona y ambiciosa tristemente afectada por un tempo inusitadamente ralentizado. Lo que cuenta –un Pancho Villa herido que envía a un par de sus fieles seguidores a espiar a los estadounidenses que quieren darle caza- resulta interesante y está correctamente filmado, pero da la sensación de que se podría haber hecho no sólo mucho más, sino bastante mejor. Incluso tiene secuencias notables, especialmente gracias a la fotografía de Damián García, que inundan la pantalla de panorámicas del desierto mexicano. Pero no es suficiente. No con una línea narrativa muy irregular, que se desarrolla a trompicones y que desequilibra por momentos la tensión dramática de la historia y los personajes dando lugar a un vaivén de interés por la película al que colabora la inoportuna y monótona música que acompaña a las imágenes.
La que nunca llega a interesar es I Saw the Devil, del surcoreano Kim Jee-Woon. ¿Qué pasa en ese país, que tienen esa afición a descuartizar seres humanos? En sus dos horas veinte minutos de metraje se sucede una cadena de asesinatos brutales en los que el director no ha escatimado ningún detalle y que ha tratado de hilar -¿justificar?- con una trama de venganza y un juego de espejos que nunca llega a funcionar. Una joven muere a manos de un asesino en serie y el novio de la muchacha, un agente secreto, lo deja todo a un lado para dar caza al psicópata y hacerle pagar con su misma moneda. No es que le mate a la primera de cambio, es que le lleva al borde de la muerte varias veces para dejarle marchar y así prolongar su sufrimiento. Obviamente, el monstruo ya no sólo es quien empezó la partida, sino también el que quiere venganza. Así pues, tenemos una historia cuyo desarrollo consiste en repetir lo mismo una y otra vez sobre un planteamiento resobado desde el Antiguo Testamento. Imposible, además, que no venga la memoria el enfrentamiento entre Dexter Morgan y Trinity, un océano lleno de simas que deja a I Saw the Devil en simple charco de sangre. La principal aportación de Jee-Woon se reduce a añadir por el camino otros cuantos psicópatas descuartizadores más, abundando así en la inquietud inicial de este párrafo.
Por cierto, que otra cinta surcoreana ha pasado por la sección Perlas y, aunque no hay descuartizaciones, comienza con una adolescente ahogada en un río. Poetry, de Lee Changdong, sí hurga en ese suceso luctuoso hasta dejar al descubierto a una sociedad –la actual, no sólo la surcoreana- alarmantemente deshumanizada.
Pero volviendo a la Sección Oficial queda hablar aún de la participación de la primera película española, El gran Vázquez, de Óscar Aibar. La cinta retrata la curiosa vida del creador de la familia Cebolleta, cuya principal actividad no era la de dibujante de tebeos sino la de estafador. No sólo debía dinerales a todos los comercios de Barcelona, sino que también engañó a varias mujeres, con las que llegó a tener relación –y hasta matrimonio- simultáneamente. Así, la película podía haber sido una descacharrante comedia sobre un truhán o un retrato de la sombría España franquista que respiraba por medio del TBO. Pero nada de eso, porque El gran Vázquez va siempre desnortada, atrapada por una estética de cómic que le impide profundizar en la parte dramática y buscando una gracia que casi nunca encuentra. Y para agravar la situación, el protagonista se lo han dado a Santiago Segura, que es absolutamente incapaz de dejar atrás a su propio personaje. El espectador jamás llega a ver a Vázquez, sino a Segura vestido a la moda de los años cincuenta, repitiendo las tres muecas de siempre. El personaje nunca llega a ser más que una pobre caricatura de un bribón con el que es imposible conectar ni sentir empatía alguna.
Pero el cine español sí nos ha deparado una alegría: se titula Blog y, a pesar de un giro final muy desafortunado, resulta la propuesta narrativa más interesante de lo visto hasta ahora en San Sebastián. La directora, Elena Trapé, salida de la Escac –como la brillantísima Mar Coll-, ha filmado la vida de un grupo de chicas adolescentes como si fuera una de ellas con una cámara casera. Las vemos haciéndose confidencias, organizando una sociedad secreta, compitiendo por los chicos y rebelándose contra los profesores. Y la verdad que rezuma la cinta crece aún más cuando cada una de ellas habla a su webcam en la intimidad de su habitación. Escuchamos sus intimidades, leemos sus conversaciones de Messenger, nos identificamos con sus inseguridades y sus miedos, recordamos las ganas de cambiar el mundo que te mueven a los 17 años. Trapé ha decido dejar fuera de la narración todo lo que no provenga de sus cámaras, convirtiendo a sus padres en meras voces al otro lado del teléfono y a los chicos en el otro desconocido. La lástima es que el desenlace, un giro final sorpresivo, rompa el discurso de la cinta quizá por injustificado, quizá por improbable, quizá por convencional. En cualquier caso, hay que subrayar que Blog encuentra una forma diferente de contar una película. Y eso es un gran hallazgo.